Open publication - Free publishing - More arte urbano
El reconocimiento de un ámbito académico al talento de artistas urbanos,
permitió la alianza con gobiernos locales para desarrollar talleres de hip hop
y educar sobre la gestión pacífica de conflictos.
Las culturas urbanas
pueden ser pensadas como respuestas al modo de construcción de ciudadanía en la
sociedad post industrial, que integra a partir de las expectativas de consumo
pero excluye ante la evidencia que el consumo no es para todos. Es la sociedad
bulímica que devora culturalmente pero vomita desde lo económico (Young, 2001).
Esa tensión entre expectativas y medios disponibles para satisfacerlas genera
conductas innovadoras, que pueden ser consideradas transgresoras y a veces
delictivas.
Las subculturas actúan
como herramientas innovadoras para conseguir aquello que se ofrece pero no hay
medios para alcanzar. Algunas de estas subculturas pueden ser consideradas
delictivas o bien, son criminalizadas por organismos de control. Pero estas respuestas
que se reelabora también como culturas urbanas, pueden ser una respuesta
integradora ante la bulimia social, creando relatos, subjetividades,
articulando grupos juveniles capaces de gestionar conflictos y conquistar
derechos (Lea y Young, 1984; Kessler 2004; Brotherton 2007).
Los grupos y culturas urbanas en sus distintas
expresiones (subculturas callejeras, movimientos contraculturales, tribus
urbanas) aportan herramientas para sobreponerse a un orden de lo social. Genera
identidades de resistencia y permite construir identidades de proyecto que
desafíen ese orden de lo existente (Castells 1998; Hagedorn 2008).
Hip Hop y gestión de los conflictos
El hip hop es una cultura
surgida en los entornos urbanos segregados de Nueva York en los años ’70, en
una capital multicultural que expulsa hacia la marginalidad geográfica y
económica a las comunidades migrantes más pobres y a grupos raciales. Nació en
el Bronx cuando ya habían sido asesinados los referentes del movimiento por los
derechos de los negros en Estados Unidos, en medio de una fuerte política
gubernamental de control sobre negros y latinos implementada en nombre de la
“seguridad”.
Como cuenta Afrika
Baambaata, padrino del hip hop, el movimiento surgió en el contexto de
segregación y encierro en los guetos neoyorkinos con alto nivel de violencia
entre los grupos juveniles. Llevaban a cuesta el aprendizaje de los movimientos
de lucha contra el racismo. Así, se transformó en una herramienta de mediación
de conflictos, reafirmación de las identidades y toma de conciencia sobre los
problemas de las comunidades para promover la transformación desde la juventud.
Dice Baambaata: “El poder real del hip hop y su verdadero significado reside en
su capacidad para darle poder a los jóvenes para que cambien sus vidas” en el
sitio web Zulu Nation.
Muchos de los principios
que rigen la cultura del hip hop están en la llamada “declaración de paz”. Dice
que: el hip hop representa la conciencia independiente, repeta la vida y se
opone a la discriminación de cualquier tipo, repeta a las leyes y culturas,
apuesta por el auto reconocimiento y la autoestima, los hip hoperos deben
compartir recursos entre ellos, la esencia de la cultura va más allá del
entretenimiento, por eso se declara en contra de formas de delitos, violencias
y guerras.
El hip hop se ha
extendido por el mundo y se ha diversificado: se combinó con otros géneros, se
convirtió en negocio discográfico, en movimiento social, en motivo de
persecuciones, en símbolo de juventudes, en fenómeno contracultural y en
producto funcional al mercado. Muchas de las formas estéticas del género
funcionan como alternativas no violentas para la resolución de conflictos. Las
disputas poéticas de los raperos en que deben demostrar su capacidad de
improvisación rítmica desafiando a otros en las llamadas “peleas de gallo”,
juega con agresiones normalizadas en un estilo artístico. Los “combates” en el
break-dance, por ejemplo, incluyen simulaciones de peleas con movimientos
estilizados y previamente practicados que no llegan a agresiones físicas.
El potencial incluyente
de la cultura y sus posibilidades para resolver conflictos, es una herramienta
de transformación en aquellas comunidades más afectadas por la violencia
expresadas a través de las privaciones económicas, la segregación y la
violencia institucional. Existen muchas iniciativas que desde el hip hop
trabajan para el cambio de esas condiciones de exclusión violenta, apostando a
construir una juventud protagonista. Proyectos como el de Fundación Ayara en
Bogotá, Afroreggae en Rio de Janeiro, Manifesto en Canadá, son buenos ejemplos.
Una historia local
La conversación sobre el
curso de posgrado sobre prevención de la violencia juvenil llegó al café de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional de Cuyo, derivó en la historia trágica de Jonathan
Chandía, un b-boy (bailarín de breakdance), muerto en un procedimiento policial
en Mendoza. Lo detuvieron junto a su hermano y un amigo por su apariencia.
Después del disparo, fraguaron pruebas para simular un enfrentamiento y
maltrataron al hermano de la víctima, Diego, intimidándolo. Ese día, Diego
Chandía esta por casualidad en el café. Escuchó la conversación, contó detalles
y se convirtió en repentino profesor sobre las virtudes del hip hop para prevenir
la violencia. Explicó que enseña a cambiar la realidad de violencia de los
barrios pobres y reclamar los derechos.
La explicación sobre el
significado y componentes del hip hop, testimonios sobre la discriminación que
sufren los niños, niñas y jóvenes que se visten de acuerdo a los códigos
estéticos de la cultura, la violencia institucional y social en que se
expresan, y la historia de los Chandía, se convirtieron en un documental. “Hip
Hop: el 5to elemento” buscó dar visibilidad a los jóvenes artistas urbanos que
se desarrollan en barrios pobres, que no son reconocidos adecuadamente por sus
talentos y sus obras.
El documental termina con
las palabras de Diego Chandía diciendo que, después del homicidio de su
hermano, el hip hop lo ayudó a salir de la depresión y el odio. Entonces,
cuenta, buscaron fortalecer el movimiento. El proceso de producción del
documental movilizó el compromiso de muchos artistas callejeros. Dragón, un
dinámico referente de la comunidad fogoneó la participación. El resultado, además
del documental, fue una fuerte presencia mediática del hip hop como herramienta
de transformación social. Más importante aún, la formación de un grupo de
artistas que crearon la
Cooperativa del Hip Hop: organización cultural que enseña
arte y derechos humanos en barrios populares como herramientas de
transformación social.
El proyecto Cooperativa
del Hip Hop fue
subsidiado con fondos para la extensión universitaria. Sumó alianzas con cuatro
municipios del Gran Mendoza, la
Dirección de Derechos Humanos de Mendoza y el Instituto
Nacional contra la
Discriminación , la Xenofobia y el Racismo. Con los recursos
aportados se trabajó en consolidar el grupo, sus conocimientos, organizar
talleres comunitarios y hacer incidencia social para intentar revertir las prácticas
discriminatorias contra niños, niñas y jóvenes de barrios populares.
El proyecto llegó a la prensa. El diario Los
Andes le dedicó el domingo 19 de septiembre la imagen principal de la tapa:
“Con el hip hop también se educa”. La nota explicaba el desarrollo del proyecto
y los artistas urbanos entrevistados contaban sus experiencias de vida. Esa
misma semana aparecieron entrevistados en radios y TV. Cuentan los jóvenes que,
caminando por una calle de un barrio popular un grupo de señoras los reconoció
y felicitó por el trabajo que hacían. ¿Qué habrían pensado antes de haberlos
visto vestidos con ropas anchas y gorrita? El desafío de la incidencia social
se estaba logrando inesperadamente. Mientras, los adherentes en redes sociales
siguieron multiplicándose. También las demandas por más actividades.
Las actividades continúan
con nuevos talleres. Los jóvenes artistas ya han sido contratados como
profesores, logrando la idea de alcanzar sustentabilidad económica y la
consolidación del grupo de artistas. Sus próximas acciones van desde registrar
y distribuir las obras hasta incidir de manera más decidida en las políticas
públicas.
El desafío mayor del
proyecto fue alcanzado: un grupo de jóvenes artistas de barrios populares,
formados en entornos violentos pero con talentos innegables para gestionar esa
violencia, han conquistado autonomía y construido capacidades para continuar
demandando mejores condiciones de vida para ellos y sus pares.
BROTHERTON, David (2007). Toward the gangs as a
social movement. En: Hagedorn (2007) edit: Gangs in the global city.
Alternatives to Traditiona Criminology, Illinois University.
CASTELLS, Manuel (1998). La
era de la información. Economía, sociedad y cultura. Volumen 3. El fin del
milenio. Madrid: Alianza Editorial.
HAGEDORN, John (2008). A
world of gangs. Armed Young Men and Gangsta Culture. Chicago: University of
Minnesota Press.
KESSLER, Gabriel (2004).
Sociología del delito amateur. Buenos Aires: Paidós.
LEA, John y
YOUNG, Jock (2001). ¿Qué hacer con la ley y el
orden? Buenos Aires: Editores del puerto [1984].
YOUNG, Jock (1999).
The Exclusive Society: Social Exclusion, Crime and Difference in Late
Modernity. London: Sage.
Documental “Hip
Hop: el 5to elemento”. 2009. Dirección: Martín Appiolaza y Dany Pacheco.
Zulu Nation. www.zulunation.org