Publicado en www.mdzol.com
Hace varios años que está
aumentando la cantidad de víctimas de la violencia. Los heridos y los muertos.
Engrosan la estadística. Son también el emergente de algo que nos está pasando
a los Argentinos. La intolerancia acompañada por reacciones violentas contra
otros argentinos: una pelea vecinal por el sonido termina en balacera; los
conflictos en la escuela se resuelven a las piñas; las diferencias de ideas son
la excusa para enemistades a muerte. Por otro lado, hay incapacidad en las
instituciones encargadas de gestionar conflictos para garantizar lo que
imaginamos como "justicia" y el aprovechamiento mezquino de estas
frustraciones para hacer negocios económicos y políticos.
Por que los linchamientos son el límite más oscuro de la
civilización: son desconocer la existencia y el monopolio de la fuerza que debe
tener el Estado para vivir en una sociedad moderna.
1.
Para eso se crearon dispositivos
policiales y judiciales, regulados por un marco legal, que sirven para
gestionar y resolver los conflictos sociales (un robo, un homicidio, una pelea,
un corte de calle). Y si se usa la violencia, deteniendo o encerrando por
ejemplo a alguien, lo deben hacer los funcionarios estatales de la Policía y la
Justicia. Para eso están.
2.
Cuando se pasa sobre la Policía y
la Justicia, cuando se hace justicia por mano propia, se es un delincuente. No
es excusa que me hayan asaltado para asaltar o matar. Sino mi víctima se
sentirá legitimado para hacerme lo mismo. Y así la implosión social no para
más.
3.
Sin embargo, en estos días, la
reacción no es contra todos los delincuentes, ni contra los delincuentes más
poderosos: no hay banqueros linchados, estafadores linchados, explotadores
laborales linchados. Se trata de gente sospechada de delitos comunes. Con un
estereotipo físico: jóvenes, varones, con aspecto de pobres. El prototipo del
delincuente que se construye social y mediáticamente. Del otro lado, gente
indignada con sensación de impunidad.
Causas:
Aumento de la violencia e intolerancia; debilidad institucional; inseguridad
real e inducida
1.
La crisis económica impacta en
niveles de delitos menores, amateurs, callejeros, armados. Cada vez que hubo un
ajuste económico como el de los últimos meses, aumentó la violencia y el delito
en la Argentina: 1990. 2002, 2008, 2012. Esta violencia y la sensación de
inseguridad Impacta más en sectores sociales medios, culturalmente más
vulnerables e inseguros.
2.
Es obvia la saturación y fracaso
de las instituciones tradicionales de control: policía, justicia, cárcel,
escuela. Fueron pensadas para ser efectivas en una Argentina que ya no existe
hace 50 años. Se resisten a la modernización, mientras tanto las nuevas
familias, las nuevas formas de organización comunitaria violenta, la
comunicación masiva, alientan otras formas de violencia.
3.
Dijimos: la Argentina cambió.
Todo cambia. Y los cambios recientes no están acompañados por una cohesión
social que permita integrar a todos como iguales, parte de la misma sociedad.
Predomina la desconfianza y surgen entre nosotros límites imaginarios: los
enemigos y sus zonas en la ciudad, los vecinos que no son confiables, el temor
a cualquiera que anda por ahí.
Aliento
a la intolerancia, demagogia penal y frustración democrática
1.
En esta situación, se utiliza el
delito como recurso para generar más miedo del que ya produce y luego conseguir
votos prometiendo soluciones mágicas. Los demagogos se acuerdan de las víctimas
por sus votos. Así se aborda con irresponsabilidad el problema delictivo. ¿Cómo
responsabilizar a los que con declaraciones oportunistas facilitan estos climas
violentos? ¿A los que impulsaron iniciativas que aumentaron la intolerancia y
aceleraron el fracaso de las policías, la justicia y las cárceles? ¿No sabían
lo que hacían o lo hicieron sabiendo y especulando con unos votitos más?
2.
Se proponen salidas autoritarias
que usan el temor como elemento de discriminación contra algunos grupos
sociales, resaltando comportamientos violentos y omitiendo las condiciones que
faciliten esa violencia que se podría prevenir. Asociar pobreza con asistencia
social y con delincuencia. Luego, denunciar que hay planes sociales para los
delincuentes. Paso seguido: mano dura a los delincuentes pobres, menos planes
sociales y más armas. La criminalización de la política social.
3.
Evidentemente hay una inflación
de la cuestión de la seguridad en la agenda mediatica que no persigue
soluciones, sino que aporta a un proyecto conservador de sociedad que podría
reflejarse en reducir prestaciones sociales e impuestos, favoreciendo las
desigualdades que potencian esta violencia. Muchas caras se repiten: empujaron
la eliminación de las políticas sociales y el debilitamiento de las políticas
de seguridad estratégicas hace 20 años y hoy se reciclan como renovadores,
proponiendo mano dura contra las consecuencias humanas de sus políticas del
pasado. Porque el microtráfico de drogas que ocupa las noticias es visible en
las villas, pero nadie se anima con el lavado y su complicidad
estatal-económicas. Y cuando alguien se mete contra los dueños del circo lo
tirotean, como le pasó al gobernador de Santa Fe.
Hace años que somos
muchos los que lo venimos proponiendo. Ahora más que nunca, urge un acuerdo
social y político sin egoismos ni especulaciones mezquinas para modernizar las
instituciones de seguridad (Justicia, policías, cárceles), para hacerlas más
efectivas, implementar políticas de Estado para la prevención e inclusión
social (no con decretos) y trabajar sobre una cultura para una seguridad
democrática basada en la no violencia. Estamos a tiempo, porque no hemos visto
aún la peor cara de la locura.