El presupuesto para la seguridad aumenta. La cantidad de policías
aumenta. La cantidad de juzgados y presos aumenta. Sin embargo, crece aún más
rápido el delito y los homicidios. Hay que cambiar para ser efectivos: la
clave está en entender cómo se organiza el crimen y atrapar a los responsables
a partir de información criminal.
Publicado en Diario Los Andes, 25 de marzo de 2015
Por Martín Appiolaza*. El mundo cambió. El delito cambió. Las viejas recetas ya no funcionan.
El crimen crece aceleradamente y los intentos por disminuirlo parecen
impotentes. Cada día se necesitan organizaciones policiales y judiciales más
preparadas, con funcionarios más especializados y coordinados. Porque las
organizaciones del crimen son cada vez más sofisticadas, a veces operan desde
cualquier parte del mundo usando bandas locales y suelen tener más recursos que
los policías y fiscales.
Cuando hablamos de crimen organizado suena lejano, pero las
organizaciones operan muy cerca de nuestras casas. El robo a punta de pistola
de un auto, secuestros para trata o la banda que vende de drogas en una
esquina, por ejemplo, suelen ser la cara visible de estructuras criminales
complejas con muchas ramificaciones. Detrás del que robó el auto está el que lo
desarma o bien el que lo saca de la provincia y revende. Detrás de la abuela o
el joven que vende marihuana, está el que la importó, el que organizó el
transporte por miles de kilómetros, el que pagó sobornos, el que la repartió
para que la comercialicen.
Detrás de los asaltos violentos o las peleas por territorios en los
barrios hay jefes. Cuanto más impunidad y libertad para actuar tienen esas
organizaciones criminales, más violencia sufrimos, más sentimiento de
inseguridad y percepción de que la Justicia o la policía no funciona. Por eso
una política criminal que busque reducir el delito debe hacer foco
principalmente en las modalidades de crimen organizado y sus miembros.
Para atraparlos hace falta información sobre el crimen y un uso
inteligente para darle efectividad a la Justicia y la Policía. Una estrategia
integral debe sumar mecanismos adecuados de controles patrimoniales, control y
lucha contra la corrupción y mecanismos sociales que prevengan las causas que
favorecen el crimen como políticas efectivas de salud, educación y trabajo.
Postales de un fracaso
Nunca hubo tantos presos, tantos jueces, tantos policías y tantos
delitos. Por este camino todo esfuerzo parece condenado al fracaso. Hace falta
un cambio en el modo de abordar el delito que pasa por tener información que
permita llegar a las cabezas de las organizaciones que dinamizan el delito en
los barrios. De atrapar a los miembros de esas organizaciones antes que sigan
cometiendo crímenes. Y de poder anticiparse a la formación de nuevas bandas y
de los delitos que quieran cometer.
Se trata de ser inteligentes y de hacer inteligencia: es decir, buscar
información que nos permita ser efectivos con los pocos recursos que tiene el
Estado. No se pueden seguir tratando de matar moscas a cañonazos, sino de
conocer en profundidad las organizaciones, su forma de actuar, sus redes de
protección (por definición, estatales y económicas) y la mano de obra violenta
que usan, repitiendo varias veces los delitos.
Hace años, Mendoza creó un área de inteligencia criminal que al menos
parece ineficiente. La inteligencia criminal, que está en debate en la
Argentina, se ha desvirtuado entre operativos de seguimiento político,
confundiendo funciones y logrando escasa eficiencia (a la vista está el
despliegue de capos narcos que hicieron de Puerto Madero y Nordelta). Si esto
pasa en la Argentina, Mendoza seguramente no es una excepción.
Pero en Mendoza se vaciaron los sistemas de información criminal. Hace
un tiempo me tocó entrevistar a una funcionaria de Seguridad que hacía un buen
trabajo de análisis de información sobre las organizaciones de robo de autos,
pero los otros funcionarios preferían manejarse por la intuición. Las
consecuencias están a la vista.
A diferencia de otras provincias, hoy prácticamente no tenemos información
criminal, no tenemos estadísticas amplias que permitan entender las dinámicas
del delito. Nos faltan datos para saber qué características tendrá el crimen
dentro de 10 o 20 años y formar policías adecuados para abordar los desafíos
que vendrán. En cambio, todo es coyuntura y supervivencia al día, todo es
tratar de tapar un escándalo con algún operativo pomposo. Así no se hace
política seria ni se consiguen soluciones de largo plazo. Hacen falta políticas
de Estado fuera de las especulaciones políticas o las preocupaciones por su
continuidad laboral de los funcionarios de turno.
Inteligencia contra el crimen
La inteligencia se aplica en varias áreas de las políticas públicas,
para garantizar la vida de los ciudadanos y los derechos ante una multiplicidad
de amenazas que pueden afectar el acceso a la comida, poner en peligro la salud
o bajar el valor de la producción de recursos de un país. Entonces, ¿por qué no
hacerlo bien en seguridad?
Una anécdota: hace una década, trabajando para Naciones Unidas, pude
compartir una reunión privada con una de las máximas autoridades del sistema de
inteligencia brasilero. En ese momento se quejaba porque le habían cambiado las
órdenes: el presidente Lula ya no les pedía que expiaran a adversarios políticos,
sino que siguieran de cerca el valor de los alimentos en los mercados mundiales
para poder anticiparse a una hambruna, un boom agrícola o conflictos por
tierras cultivables.
¿Podremos hacer lo mismo para anticiparnos a las organizaciones criminales
transnacionales que pueden intentar desembarcar en la provincia, cooptar las
bandas locales e intentar lavados de activos como ya pasó en México, por
ejemplo? El crimen organizado tiene una fase depredadora que es la del crimen
tal como hoy lo sufrimos en los barrios. Pero luego busca cooptar el Estado
comprando a políticos y jueces.
El sistema electoral sin financiamiento público que es una tentación
para que el dinero del crimen intente meterse en las campañas electorales. El
financiamiento privado de la política favorece que el poder económico (el
lícito también) coopte a los partidos políticos y al Estado. Ya hubo dinero
vinculado al narcotráfico en al menos en dos campañas presidenciales. La
Argentina no ha demostrado capacidad aún para frenar el lavado de activo
asociado con la corrupción. Si sucede, la violencia será peor.
Estamos a tiempo de apostar a una seguridad basada en la inteligencia,
concentrada en ir a buscar a las bandas, a sus jefes, a sus matones. Si lo
logramos, se romperá el ciclo acelerado del incremento de la violencia y
también estaremos poniéndole freno a las organizaciones del crimen organizado
que quieran afianzarse en Mendoza.
*Investigador del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia.
Asesora a gobiernos y organismos internacionales.