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viernes, 7 de noviembre de 2014

Contra la violencia

América es el continente más violento, niños y jóvenes los que más mueren, las armas de fuego las que más matan. ¿Qué podemos hacer?



Publicado en La Vanguardia, octubre 2014


Por Martín Appiolaza. 25 de Junio. La camioneta trepó el cerro por una calle de tierra imposible entre las casas precarias. Es una zona tomada por las bandas criminales, herederas de las organizaciones paramilitares. Ahí abajo está Soacha, vecina de Bogotá, una de las principales receptoras de la migración interna y desplazados por el conflicto colombiano. En la cima llueve y hace frío. Arropados por una sala comunitaria una niña cuenta con detalles cómo asesinaron a su amigo. Todo pasó delante de ella. Tuvo el impulso de tratar de impedirlo, pero su mamá la agarró fuerte del brazo. Y se quedó viendo. Los enmascarados se fueron en sus motos, alzando las armas. El amigo quedó muerto en el barro. Así mueren decenas de niños y jóvenes: algunos porque terminan involucrados en las peleas de bandas que controlan las drogas, los sobornos o el sicariato. A otros los matan para demostrar que los pueden matar sin que pase nada.
Ella cuenta (sigue llorando aunque cree que no lo notamos). Los que la escuchan no dejan de sorprenderse: ella habla con palabras diáfanas, convencida de que debe salvar a otros chicos porque así está salvando a su amigo. Sabe que puede morir en cualquier instante, eso le da serenidad. Ella cuenta y los otros no pueden creer que esa niña llena poesía sea la misma que hace poco no sabía hablar con palabras. Ella encontró palabras de coraje jugando y aprendiendo con otros niños.
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En Colombia, el 53% de los asesinados no llegan a cumplir los 30 años. Es el grupo de edad más victimizado: más de 5000 jóvenes al año. Hay que sumarle unos 1100 niños. El 80% de esos homicidios son con armas de fuego. La tasa es 5 veces superior a la que reconoce la Argentina.
Toda América tiene una foto similar: es la región más violenta del mundo. Dos tercios de los asesinatos son con armas de fuego. Los niños, niñas y jóvenes resultan los más afectados. El 30% de los homicidios involucra a grupos de jóvenes varones que pasan su corta vida hacinados en barrios populares, expuestos a las actividades más violentas del crimen organizado que maneja los mercados ilegales. En Latinoamérica las posibilidades de morir siendo joven y varón son cuatro veces más altas que el promedio mundial.
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2 de Julio. Es una pared ancha, de unos 6 metros. Es lo más blanco en esa comunidad selvática de Ilopango, al oriente de San Salvador. Tiene tatuado con letras góticas “mara Salvatrucha”. Por un pasillo estrecho con casas en los costados se va accediendo a la comunidad. El pasillo trepa y se desdibuja con el follaje. Hay unos jóvenes por allí pero ya nos avisaron que no hay que tener miedo. Por un costado se
entra al salón que tiene techo de chapas hirvientes. En el medio una mesa, una gaseosa y vasos de plástico. La reunión ya empezó. Conversan sobre los proyectos de la cooperativa: huertas orgánicas de chiles y tomates que están cultivando los jóvenes pandilleros de la Mara Salvatrucha con la unión vecinal, algunas organizaciones sociales y con ayuda de la cooperación internacional. Ese de ahí, el que está pasando el informe contable, es la autoridad de la mara en esta comunidad. Es joven, habla claro, seguro y me explica: queremos una oportunidad, la pacificación que vino con la tregua nos está permitiendo aprender oficios y tener trabajo. Antes venía la policía y nos extorsionaba o nos mataba. Le suena el celular y se aleja para hablar sin que lo escuchen. Se queda parado en una zona gris: las pandillas continúan conviviendo con el delito, los jefes manejan desde las cárceles, hay muchas dudas pero también alguna esperanza de que por fin disminuya la violencia.
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Los niveles de violencia en El Salvador son de los más altos del planeta. Sin embargo, la cantidad de homicidios se redujo casi un 40% a partir de una tregua que acordaron desde las cárceles las cúpulas de las dos principales pandillas violentas: las maras 18 y Salvatrucha. La tasa de homicidios del año pasado bajó hasta los niveles de Colombia. Como el resto de América Latina, la mayoría de las víctimas tienen menos de 30 años, de cada 10 víctimas 9 son varones y las armas de fuego intervienen en el 67% de las muertes violentas (antes de la tregua era el 81%).
Pero el fenómeno de las maras es muy complejo y focalizado en el triángulo norte de América Latina. En El Salvador se mezcla una historia de violencia social y política, desplazamientos, extrema pobreza (el 72% son niños y niñas), desigualdad (tiene el lugar 130 sobre 160 países), mal desarrollo (tiene el puesto 115 sobre 187 países en el ranking de desarrollo humano) y con un crecimiento urbano que facilita el hacinamiento. Participar en las pandillas violentas, en muchos casos son un eslabón del crimen organizado, resulta una alternativa de vida válida para los jóvenes.
La tregua entre las maras es polémica. Las maras son organizaciones criminales jerárquicas que administran negocios ilegales. El nivel de involucramiento y el reparto de ganancias no son igualitarios. Los eslabones más bajos sobreviven con unos 200 dólares mensuales y muchos dicen que están predispuestos a apartarse de la pandilla a cambio de una mejor opción de vida. Después de los 25 se ven los “calmados”, los que quieren evitar la violencia, pero abandonar la mara vivo no es fácil. La tregua facilitó el despliegue de algunas políticas focalizadas en los grupos más abiertos y vulnerables, pero el gran obstáculo han sido los jefes pandilleros de las comunidades: resisten el cambio con excepciones como la cooperativa en Ilopango.
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2008. La ciudad de Mendoza creció descontrolada hacia el oeste, sobre las faldas de la precordillera, y allí se asentaron villas. Mientras muestran las cicatrices de los balazos, cuentan que sus familias fueron mudándose de villa en villa, hacia donde había un pariente que los atajaba. Los balazos tienen historia y ellos con unos 25 años ya son experimentados con historias para contar. El de la pierna fue jugando: estábamos tomando y se me escapó. El de la espalda, muestra el otro, fue en una pelea contra los del barrio de enfrente: es una pelea de hace mucho. Ya no se acuerdan por qué. En el Fachi ellos son los que mandan, a los que hay que temer. Pero ellos le tienen miedo a la familia que vende drogas y alquila armas. Todos dicen que los protege la policía. Los más chicos, los guachines, están siempre ahí, juntos, avisando si vienen extraños al barrio sacados. Se van con un arma y vuelven con plata para comprar merca. Están sacados: cuando tengan 15 nos van venir a matar a nosotros. Y así fue. Unos años después los tiroteos de los niños de entonces domina la vida de la villa.
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El fenómeno de niños, niñas y jóvenes solos o en grupos, insertos en economías ilícitas como estrategia de vida, que en sus cúpulas son manejadas por organizaciones del crimen organizado, es un fenómeno presente en la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Es más intenso donde hay segregación, grandes desigualdades y políticas de exclusión (económica, de seguridad, raciales o culturales). También se ha extendido también a ciudades medianas.
Las políticas para abordar el tema de grupos de niños y jóvenes expuestos a la violencia armada organizada son fallidas e inconsistentes. Donde se lo encaró con más policías y cárceles, generó más violencia y profesionalización de los grupos involucrados en delitos. Es el caso de las políticas de “mano dura” centroamericanas que asociaron pandillas con crimen: persiguieron indiscriminadamente y dispararon las tasas de homicidios.
En otros casos no existen políticas específicas, de facto se aplican las leyes penales castigando individuos pero ignorando a los grupos y sus lógicas. Es que casi un siglo de estudios demuestran que las pandillas o bandas pueden tener también un rol positivo como identidad colectiva e inclusión en la exclusión.
Existen varias experiencias de trabajo con estos grupos de niños, niñas y jóvenes en situaciones de violencia que lograron cambiar las conductas de las personas transformando sus grupos de pertenencia. Es que trabajar con la bandita, la pandilla (un término que no tiene consenso en la Argentina) o el grupo, es la oportunidad de prevenir la violencia de manera efectiva y sostenible. Barcelona y Ecuador le dieron personería jurídica a algunas pandillas. En Ciudad Juárez los grupos se forman y hacen incidencia social por la reducción de la violencia. En Rio de Janeiro los mismos jóvenes soldados de las bandas criminales se convirtieron en boxeadores, estudiaron y llevaron al Parlamento sus reclamos.

Excepto algunas experiencias aisladas, la Argentina naufraga entre el abordaje penal y la falta de políticas específicas para estos fenómenos novedosos, dinámicos y complejos. Esa es una de las tantas causas del aumento de la violencia.  

miércoles, 30 de julio de 2014

Entrevista sobre prevención de la violencia armada



En la sede de la Policía comunitaria ubicada en López y Planes y Ecuador, ayer un especialista en temas de Seguridad, Martín Appiolaza, brindó una charla sobre desarme y no violencia. Participarán instituciones, vecinos de Barranquitas y alumnos de la escuela Lourdes.

lunes, 27 de enero de 2014

¿Cómo prevenir la violencia en grupos de niños, niñas y jóvenes afectados por la violencia armada?


Publicada por el Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación. Cita:

APPIOLAZA, Martín. 2013. ¿Cómo prevenir la violencia en grupos de niños, niñas y jóvenes afectados por la violencia armada? En Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación N°. 127. Buenos Aires.

1. Introducción

¿Cómo impacta la violencia y especialmente la violencia agravada por el uso de armas de fuego en niños, niñas y jóvenes? ¿Cómo se conciben las políticas públicas para abordar el problema? ¿Existen políticas de prevención y la única intervención estatal es la persecución penal? ¿Cómo se relacionan los comportamientos de adolescentes y jóvenes con estructuras criminales? ¿La pertenencia a grupos juveniles callejeros, universalmente conocidos como pandillas, es el final de toda posibilidad de abordaje o abre oportunidades para otras transformaciones? ¿Cuál es la situación en algunos países con situaciones críticas? ¿Cómo deberían construirse estrategias para prevenir la violencia en estos grupos altamente victimizados?
El desafío es pensar el fenómeno desde una perspectiva de derechos que se aleje de los enfoques de control que vienen fracasando, mapear oportunidades de intervención para prevenir violencia y delito en adolescentes y jóvenes afectados por la violencia armada e insertos en pandillas y estructuras criminales. También revisitar investigaciones relevantes y analizar también algunos casos. Establecer algunos ejes conceptuales desde donde desarrollar intervenciones y poner en contexto sudamericano.
Un texto referencial es la investigación “Ni guerra, ni paz” de Luke Dowdney, que estudió pandillas en 12 países con el apoyo de Save the Children y la International Action Network on Small Arms. Aquel trabajo aportó un conocimiento sobre el tema y también motorizó una agenda internacional para ocuparse del fenómeno de los niños y niñas afectados por la violencia armada organizada. Los fenómenos presentan algunas transformaciones en un contexto de aceleración en la circulación de mercancías e información, globalización en aspectos comerciales y culturales.
Nos interesa destacar dos dimensiones de los grupos juveniles afectados por la violencia:
  • Dimensión colectiva: Las pandillas no deben ser vistas sólo como organizaciones para delinquir, enfoque extendido y motorizado tanto por gobiernos como por organizaciones internacionales y no gubernamentales. Los grupos de adolescentes y jóvenes que participan en subculturas delictivas pueden ser la oportunidad para transformarse y que ellos cambien las causas que alentaron sus comportamientos violentos.
  • Dimensión individual: el ingreso de adolescentes y jóvenes en estructuras criminales les reserva un rol de alta exposición a la violencia, reproduce las condiciones de privación de derechos y son especialmente señalados por la persecución penal. Pero también los gratifica individualmente o en grupos (pandillas) y esa dimensión debe ser abordada para intentar transformar las condiciones que facilitan la violencia y el delito.


miércoles, 9 de junio de 2010

Tráfico de armas en América Latina: caso Argentina




Las últimas estadísticas criminales disponibles en la Argentina son del año 2007. La información oficial no facilita un alto nivel de desagregación en relación con la violencia armada. Sin embargo, la evolución histórica permite afirmar que hay una participación sostenida en el tiempo de armas de fuego en algunos tipos de delitos como violencia interpersonal y robos.

Según el Ministerio de Salud de la Argentina, en el año 2003 hubo 3752 muertes por heridas con armas de fuego[1]. En el año 2008 descendió a 2536 muertes. De estos casos, 858 fueron agresiones (87% de las víctimas eran varones). Los suicidios registrados en 2008 fueron 665 (86% de las víctimas eran varones). Durante el mismo año los accidentes con armas de fuego dejaron 91 víctimas fatales (84% varones)[2].

Las estadísticas criminales del año 2003 muestran que sobre un total de 43000 mil robos de autos en el país, el 71% fueron con armas de fuego. Otra expresión de criminalidad organizada, el robo de bancos, en el 93% de los casos se usaron armas de fuego (datos de la Ciudad de Buenos Aires)[3].

De acuerdo a las encuestas de victimización en Ciudad de Buenos Aires y el cono urbano entre 2002 y 2003, la cantidad de robos a mano armada subieron del el 77,5% al 78,2%[4]. Según datos nacionales, las armas de fuego son el principal instrumento utilizado para matar en la Argentina[5]. El 63% de los homicidios del 2003 se realizaron con armas de fuego. Por primera vez en el 2004 las armas superaron en cantidad de muertes a los accidentes de tránsito (datos para la Ciudad de Buenos Aires producidos por el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional).

Pero sobre el grueso de los delitos: sólo en el 30% de los robos fueron a mano armada, y entre ellos, en el 87% utilizaron armas de fuego[6].

El 50% de los encuestados por la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia de la Nación respondió que lo hacía por “prevención o protección”; tan sólo el 25% manifestó que la tenía por motivos deportivos, para cazar o por colección. Los datos corresponden a una encuesta de victimización realizada en 2003, pero se ratifican en el tiempo con otros informes. En octubre de 2005, la Universidad Tres de Febrero hizo un estudio de opinión sobre el uso de armas en el Gran Buenos Aires (concentra el 40% de la población argentina). Los resultados indicaron: el 20% dijo haber tenido o tener un arma, sólo el 7% dijo practicar la caza, el 70% dice que ha disparado un arma (de manera frecuente u ocasional) y la misma cantidad apoyaría un plan nacional de desarme. Sin embargo, el 65% sostiene que un arma no le da más seguridad. Y el 73% cree que tener un arma en el hogar es peligroso para su familia.

Los estudios de la Dirección Nacional de Política Criminal indican que el 70% de las armas en domicilio son armas de puño (a partir de encuestas en la Ciudad de Buenos Aires correspondiente para el año 2003). Según este organismo, el 75% de las muertes se producen en conflictos interpersonales.

En 2005 la cantidad de muertes y heridas con armas de fuego en conflictos interpersonales es de 1 cada dos días. Otro dato: el arma más incautada por la Policía Federal Argentina es el revolver 32 y de fabricación nacional.

Respecto al origen de las armas, más de la mitad de las armas incautadas por delitos están registradas, lo que hace visible el desvío entre mercado legal e ilegal. En 2004, fueron 506 identificadas por su número. El robo de armas es el principal abastecedor del mercado ilícito.

domingo, 26 de agosto de 2007

La guerra de los juguetes



¿Podría volverse más violento el hombre gracias a los juegos para niños? una profecía de martín appiolaza

(Revista Etiqueta Negra, número 51)

Hay niños en mi pueblo que juegan a ser adultos asesinos. Los adultos asesinos les temen cada día más: dicen que los pequeños primero juegan a matar y que después, al crecer, matan como jugando. En el pueblo vecino pasa lo mismo y en los de más allá también. La gente refunfuña en todos lados porque las jugueterías parecen armerías y las armerías de verdad tienen fusiles tan sofisticados que semejan juguetes futuristas, como los de los videojuegos y las películas. Las personas se quejan, mientras que la tecnología al servicio de la diversión sigue tratando a los niños como si fueran soldaditos potenciales que se entrenan en casa como jugando. ¿Los niños serán más violentos en el futuro gracias a los juguetes del presente? Veamos.

En la ciudad argentina de Rosario muchos niños se reunían en un patio de juegos infantiles donde tenían la oportunidad de subirse a una réplica de la silla eléctrica. Luego soportaban con graciosas muecas los sacudones de la corriente de verdad (aunque de menor voltaje). Ganaba el que aguantaba más tiempo las descargas. De nada sirvió que el empresario explicara que se trataba sólo de un juego: los funcionarios municipales lo clausuraron en febrero del 2005. Estela Ocaña, una psicóloga especializada en violencia criminal dice: «La violencia se naturaliza en lo cotidiano: juegos, palabras, imágenes. Se vuelve deseable y [de ella] nace una subjetividad más permeable que consume sin filtros». Nos hacemos más resistentes al dolor.

Pero el espíritu emprendedor de las compañías no se deja amilanar: el mercado manda. En los últimos años, en el mundo ha florecido la creatividad belicista de los fabricantes de juguetes. Uno de los mandamientos de la industria reza: no hay mejor publicidad que la crónica roja de los noticiarios, porque el crimen y la cantidad de presos también están en alza. La sabiduría oriental de los productores de baratijas chinas captó la enseñanza: Alumbró el Police set, que incluye una práctica picana –ese instrumento que transmite electricidad durante las torturas– para que los pequeñines inviten a casa a sus amiguitos del nido y conviertan su habitación en una réplica del campo de concentración de Guantánamo.

Pese a las campañas contra los entretenimientos violentos de organizaciones como Dr. Toy o Juguete Seguro, el atentado del 11 de Setiembre del 2001 disparó la compra de juegos de guerra en Estados Unidos en un tercio más que lo habitual. La regla es sencilla: A más terrorismo, más juguetes bélicos. G.I. Joe o Mattel’s Max Steel –versión plástica y articulada de los comandos militares que perseguían a los soldados del Talibán en países remotos– renovaron su arsenal e invadieron los árboles de la Navidad de ese año. No faltaron allí las inefables Tortugas Ninja y los Power Rangers. Para los papás, Santa Claus, dejó pistolas y máscaras ántrax, que duplicaron las ventas de la industria. Seamos claros: Santa Claus es un traficante de armas para niños.

En el futuro, el realismo dominará la diversión infantil. El detallismo de los juegos de video violentos ya es recompensado por el favor de los consumidores. Quienes buscan sangre consiguen una oferta fascinante de tiroteos y golpes en el PlayStation 2. El más popular es la historia del joven CJ que transcurre en la ciudad imaginaria de Los Santos, donde él es obligado a hacer el trabajo sucio para pandillas, grupos mafiosos y policías corruptos en el Gran Theft Auto: San Andreas. Pese al valor pedagógico (enseña a ganarse el respeto y a sobrevivir en el mundo del hampa) el juego también incluye escenas de sexo. La organización conservadora Family Media Guide, que clasifica los entretenimientos según sus contenidos, lo incluyó entre los diez juegos más violentos hasta el 2005. En ese ranking también brillan God of War (un espartano que vende su alma al dios de la guerra a cambio de superpoderes para matar), las dos zagas de True Crime y Narc, que vuelven sobre la corrupción policial, crimen y drogas. Una omisión injusta fue la de El Guardián de la Mazmorra II con su novedosa sala de tortura interactiva. Quizá le hizo falta un poco de sadismo.

La combinación de tecnología y violencia preanuncia tiempos de gloria hiperrealista para los juegos de muerte. Cada día será más difícil distinguir entre la realidad y la ficción: juegos que se parecen a las armas de verdad y armas que se manejan como juegos. «Technology Timeline», un pronóstico de los avances para la próxima década, anuncia soldaditos con ojos de video cámara, fusiles disparados con control remoto, robots sentimentales con inteligencia artificial y tecnología de rastreo.

En mi pueblo las cosas están cambiando. Los adultos de hoy, que han creado las más salvajes barbaridades en nombre de la paz, miran preocupados a los adultos de mañana sólo porque están sumergidos en una atmósfera lúdica donde tiene puntos el más salvaje, gana respeto quien comete los crímenes más aberrantes y la única forma de alcanzar el éxito es caminando sobre el cadáver de los adversarios. Consejo: invierta en cárceles para niños, será el negocio del futuro.

domingo, 24 de diciembre de 2006

Saliendo del descontrol de las armas

Con la sanción esta semana de una ley nacional de desarme inspirada en lo hecho en Mendoza, el autor sostiene que se da un paso para mejorar la seguridad. Pero advierte que es necesario profundizar en otros aspectos para alcanzar una política integral.


Por Martín Appiolaza – Coordinador en América Latina del Foro Parlamentario sobre Armas Pequeñas y Ligeras

Diario Los Andes, 22 de diciembre del 2006

Controlar las armas es una forma de dar seguridad a la gente. Dicho de otro modo: no puede haber una política de seguridad efectiva sin control de armas. Esto es así en Mendoza como en la China. Es por eso que en todo el mundo los gobiernos implementan estrategias de control de armas y desarme como una más de las muchas acciones necesarias para dar más seguridad a las personas. Pero no la única.

Se cae de maduro que mejorar la seguridad (o sea, disminuir la violencia que se manifiesta a través de robos, secuestros o agresiones de todo tipo), no se logra sólo con el desarme. Se necesitan hacer muchas cosas para brindar seguridad, y una de ellas es controlar las armas como parte de una política integral que entienda la magnitud del problema. Todo esto viene a cuenta porque el miércoles el Senado de la Nación aprobó una ley que intenta devolverle al Estado el control efectivo de las armas.

¿Cuál es el problema con las armas en la Argentina? Sintetizando: demasiados. El Estado no sabe cuántas hay legales o ilegales; no lleva la cuenta de cuántas tienen las policías, los militares u otras fuerzas de seguridad y por lo tanto tampoco puede adivinar cuándo las están traficando. Y hay más…Nadie puede poner las manos al fuego por los que tienen armas legales ya que muchas autorizaciones han sido entregadas con algunas irregularidades. A esto sumemos las armas de juguete que se usan en delitos y se fabrican como si fueran muñecas Barbie; y también la industria de armas de verdad que está sospechada de vender de manera irresponsable. Ni qué hablar de las municiones.

Esto nos afecta a todos. Recordemos: hemos tenido dos casos de matanzas con armas legalmente autorizadas en los últimos años (en Viedma y en el barrio de Belgrano en la Ciudad de Buenos Aires); sigue siendo muy fácil comprarlas en el mercado negro; la cantidad de muertos y heridos de disparos es inaceptable y doblemente grave si tenemos en cuenta que en su mayoría son niños, niñas y jóvenes. Algo más: las armas fabricadas en la Argentina o bien salidas de los depósitos de las fuerzas de seguridad están siendo utilizadas por grupos criminales dentro y fuera del país para matar, robar, secuestrar, traficar drogas; y como si fuera poco, cada año incorporar miles de pistolas y revólveres al mercado ilegal que son robadas a sus dueños.


Atendido por sus propios dueños

Las políticas hasta ahora fueron erráticas y poco serias. La principal institución encargada es RENAR (Registro Nacional de Armas). Nació con problemas de miopía pero que en los años ’90 degradó en una oficina recaudadora que para funcionar dependía del dinero de los mismos vendedores y fabricantes de armas que debía controlar (no olvidemos que es un negocio muy redituable y lleno de corruptelas). Esta repartición fue trofeo de caza del Ministerio de Defensa y estuvo dirigido por gente de confianza de los aparatos políticos. Es difícil que una organización así pensara en la seguridad de la gente y mucho menos que fuera a hacer algo que afectara su recaudación. Esto parece estar empezando a cambiar con la nueva gestión y el traslado a órbitas del Ministerio del Interior.

Estas críticas al RENAR y sus manejos, el pedido de una política nacional de armas y la aplicación de una serie de medidas para controlar el tema en Mendoza, las empezamos desde el Ministerio de Justicia y Seguridad a partir del año 2000 con el compromiso de los foros de seguridad, los funcionarios policiales, los miles de ciudadanos que participaron. Fue vital el impulso del entonces subsecretario Gabriel Conte, el ex ministro Leopoldo Orquín, el ex gobernador Roberto Iglesias y los legisladores de los tres partidos que integraban la política de Estado en Seguridad. Aquellas ideas e iniciativas integran ahora la nueva política de armas nacional.

Las noticias han resaltado que el Plan Canje de Armas de Mendoza se replicará en todo el país. Desde hace años en las legislaturas provinciales y el Congreso Nacional circulan proyectos inspirados en lo que ya hizo Mendoza. Por eso se entiende el protagonismo de legisladores como Alfredo Cornejo o Marita Perceval, o que el presidente Kirchner lo haya expuesto como modelo al momento de anunciar los cambios. Y, especialmente, que las organizaciones de la sociedad civil nucleadas en la Red Argentina de Desarme –empezando por la mendocina Espacios- hayan reclamado e insistido para que la experiencia mendocina se nacionalizara.

Vale insistir: no hay que pecar de optimistas o simplistas. Mientras sigue hablándose en el mundo de que la Argentina tendrá un plan de desarme, es necesario tener en claro que el desarme y control de armas son un avance hacia una necesaria política integral de seguridad que debe contemplar también la modernización de los sistemas de seguridad pública mejorando las policías, la salud, la educación, la justicia y apostando por la integración social.

martes, 27 de junio de 2006

Contra los señores de la guerra

Por Martín Appiolaza, Representante en América Latina y el Caribe del Foro Parlamentario sobre Armas Pequeñas y Ligeras.

En los cines están pasando “El señor de la guerra”, con Nicolas Cage. La película es buena, lo malo es que algunos todavía piensan que se trata de pura ficción. ¿Cómo explicarle a los dos grandotes que se quejaban en el baño del cine porque era “muy fantasiosa”, que las cosas son peor de lo que parecen? ¿Cómo interrumpirlos en sus inspirados menesteres para contarles que también olía a podrido en otro baño público, en una favela de Rio, donde vi a unos muchachos vendedores de drogas con sus fusiles M16 colgados en la espalda? ¿Creerán si les cuento que sentí el mismo olor al tropezar en un pasillo de Naciones Unidas con los voceros de la fábrica de esos mismos fusiles M16, explicando que las armas no son un problema? A veces la realidad es peor que cualquier fantasía.

Y si no me creen, pregúntenle a Andrew Niccol, el director de “El señor de la guerra”. El fue el más sorprendido al filmar la película. Lo contó en enero en Nueva York, en una presentación privada de su película pensada para advertir a los diplomáticos sobre lo que está pasando con las armas. El film cuenta la historia del mayor traficante de armas del mundo. El traficante colaboró con el rodaje ofreciendo su armamento en lugar de utilería. Para una escena se necesitaban 20 tanques de guerra en fila. Pero en el momento de filmar había más de 40. ¿Qué pasó? Bueno, el empresario explicó que estaba en juego su prestigio y que aprovechaba para mostrar todo su stock ya que la película la podían ver posibles compradores. ¿Qué podía oler más a podrido que la propia realidad?

Ese traficante con domicilio en Estados Unidos, ha provisto armas a casi todos los conflictos de los últimos años. La lógica explicada en la película es tan real como tenebrosa: “en el mundo una de cada 12 personas tiene un arma de fuego; la gran pregunta es: ¿cómo hacer para armar a las otras 11?”. El mercado pone las reglas y al vendedor no le preocupa que se hace con las armas, como también queda explicado en “Tribunal en fuga”, otra película que están pasando en estos días por cable a propósito de un juicio que le hacen las víctimas de las armas a un fabricante. “A mi no me interesa qué hacen con las armas”, se defiende el empresario.

El cliente siempre tiene la razon

Así funciona la lógica de los señores de la guerra, porque así funciona el mercado de las armas. Lo curioso es que para la venta o transporte de otras cosas, como por ejemplo de fósiles, existen desde hace años tratados internacionales para el control. Pero para las armas no hay control. La presión para que el negocio siga floreciente es mucha. Y los intereses son millonarios. Y si no, ¿cómo explicar que se hayan puesto del mismo lado los países fabricantes de armas y los vendedores? ¿Cómo explicar que Estados Unidos, China, Afganistán y Cuba, entre otros, se oponían en el 2001 a toda forma de control sobre el comercio de armas? ¿O cómo explicar que los fabricantes de armas europeos, especialmente ingleses, estén a favor de un tratado que regule las ventas de armas? ¿Será porque los códigos de venta europeos son más humanitarios que los norteamericanos y entonces están en inferioridad de condiciones para competir en la venta a países que tienen crisis humanitarias, o conflictos internos, o niveles altísimos de violencia? ¿Tendrá algo que ver que Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia y China están en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y son los exportadores del 88% de las armas del mundo, lo que redituó en ganancias durante el 2002 por unos 16 mil millones de dólares? Umm, la cosa no huele bien.

El grupo de presión más fuerte a favor de las armas tiene sus fábricas que lo apoyan económicamente, tiene sus parlamentarios miembros, tiene su propia tarjeta de crédito, tiene corresponsales en todo el mundo, tiene sus investigadores a sueldo que demuestran lo buenas que son las armas para la salud, tiene sus enemigos y, especialmente, tienen una gran gran cuenta bancaria. Se trata del National Rifle Association, el NRA, presidido hasta hace poco por Charlon Heston (posiblemente renunciado cuando hizo un excelente espectáculo gaga ante las cámaras de Michael Moore en “Bowling for Colombine”, aquel documental sobre una masacre de niños con armas en una escuela del medio Oeste norteamericano).

Este lobby trabajó mucho para que no se prohibiera la venta de armas en Brasil y también está muy entusiasmado para frenar un tratado internacional que controle el comercio de armas. De hecho, eligieron nuevo enemigo: dejaron en el recuerdo a Bill Clinton y ahora han apuntado a Rebecca Peters (directora de la red internacional de organizaciones que trabajan contra la violencia armada) y a Koffi Annan (Secretario General de las Naciones Unidas). Según dicen los promotores del NRA, Peters y Annan son comunistas que los quieren desarmar para dejarlos indefensos del terrorismo.

No hay seguridad con armas

Para el Departamento de Estado, que suele tener como asesores a los señores del NRA, también son amenazas terroristas las pandillas centroamericanas llamadas maras, y por eso alientan la intervención de los ejércitos y las leyes de mano dura. Este es el peor cóctel para la seguridad, como lo vemos tristemente en las noticias de Honduras o de El Salvador. La seguridad se consigue con menos armas y no con más armas y más violencia. En América Latina tenemos un problema grave de seguridad ciudadana y una buena gestión de todos los componentes del sistema de seguridad (incluyendo el control de armas), es el camino para empezar a solucionarlo. Armar a la gente para solucionar la seguridad, también huele a podrido.

Por eso, una gran pelea contra los señores de la guerra, los negociantes de las armas, se dará en estos días. El escenario será Naciones Unidas, donde se intentará (aparentemente sin mucho éxito), lograr más controles sobre la industria y comercio de armas, así como más atención sobre las víctimas. También un grupo de nóbeles de la Paz está tratando de conseguir un tratado internacional de comercio de armas, para ponerle el cascabel al gato y empezar a controlar el negocio de la muerte. Hay parlamentarios en todo el mundo que están trabajando por leyes y haciendo presión política para lograr estos cambios. Los acompañan organizaciones de la sociedad civil. Y es una coincidencia de la mayor parte de los países del mundo en que la cosa debe ser controlada (contra la resistencia de unos pocos productores y vendedores de armas). ¿Cómo explicar que la cosa huele mal y que como en el final de la película “El señor de la guerra”, quizá el negocio siga garantizado para los traficantes? Veremos quien gana.

sábado, 10 de junio de 2006

Dos mendocinos asesoran al gobierno de Chávez




Gabriel Conte y Martín Appiolaza trabajan en la reforma del sistema de seguridad en Venezuela.

Diario Los Andes, 10 de junio del 2006.

El desafío es grande: trabajar en un plan de prevención de la violencia y el control de armas en un país donde hay 119 instituciones policiales (nacionales, provinciales, regionales) que reúnen a 120 mil efectivos y registra los índices de violencia e inseguridad más altos de América Latina. El escenario es la Venezuela de Hugo Chávez y quienes están colaborando con la tarea son dos ex funcionarios mendocinos: Gabriel Conte y Martín Appiolaza.

Su tarea está enmarcada en una reforma integral del sistema de seguridad que debe poner fin a algunos problemas que suenan conocidos en Mendoza, aunque obviamente tienen otra magnitud: el año pasado hubo 10 mil muertes como consecuencia del uso de armas y hay 6 mil policías (la misma cantidad que integra la Policía de Mendoza) procesados por casos de “gatillo fácil”.

Conte y Appiolaza ocupan hoy cargos en organismos internacionales que trabajan en temas de violencia y llegaron a Venezuela convocados por Amnistía Internacional y el Ministerio de Interior y Justicia de ese país. Durante toda la semana trabajaron en comisiones con funcionarios, diputados y alcaldes.

“El objetivo es bajar la violencia armada y mejorar la capacidad de control de las policías. Hay un nivel alto de violencia armada que ha ido creciendo al ritmo de toda América Latina”, explicó Appiolaza desde Caracas.

Conte agregó: “Venezuela tiene los índices de violencia e inseguridad más elevados de la región. Hay quienes dicen que está por encima de Colombia en violencia social. Hay demasiadas fuerzas policiales y todos usan armas. Hay estimaciones que hablan de 9 millones de armas entre legales e ilegales. Tenemos que trabajar sobre acciones a corto, mediano y largo plazo”.

De las charlas que han tenido hasta ahora, a partir de los objetivos planteados y de las experiencias relatadas, surgirá el plan que propondrán al gobierno chavista y que comenzaría a aplicarse en seis meses.

La reforma que se está gestando apunta a un mayor control de la policía, a partir de la centralización del mando. Esto incluso necesita de reformas constitucionales. “Es una reforma similar a la que se hizo en Mendoza en el ’98, con una policía sometida al control político”, aclaró Appiolaza.

Uno de los ejes es el plan canje de armas, una idea que Conte aplicó como subsecretario de Relaciones con la Comunidad durante la gestión de Roberto Iglesias. Esta iniciativa se aplicaría dentro de la “Misión Desarme”, que lanzó Chávez en enero. A esta tarea luego sumarán otra, que apunta al respeto de los derechos humanos en las cárceles.

Tal vez lo que más sorprendió a los mendocinos es el sistema de participación comunitaria que utiliza la llamada Revolución Bolivariana para definir políticas. Todo el trabajo se hace con comisiones multisectoriales que integran vecinos, organizaciones comunales, de base y representantes de todas las áreas del gobierno involucradas. Hay mesas de reforma para cada temática. “Es una forma moderna de generar políticas públicas, participativa y abierta”, opinó Appiolaza.

“Hay mucha efervescencia ideológica de ambos lados y mucha vocación de cambiar lo que está mal. El problema es que hay puntos de vista muy diferentes entre gobierno y oposición. Lo positivo es que hay mucha movilización popular y pasión para encarar las reformas, lo que resta definir es cómo se hacen”, analizó Conte, quien ayer al mediodía expuso sobre la necesidad de políticas de Estado acordadas entre Gobierno y oposición, tal como se hizo en Mendoza hace ocho años. 
Marcelo Zentil - mzentil@losandes.com.ar

domingo, 9 de octubre de 2005

¿Cómo abordar el problema de la violencia armada y su influencia en la infancia y adolescencia?



En los países de la región, la violencia agravada por la presencia de las armas en la sociedad civil afecta especialmente a niños, niñas y adolescentes. El problema no es sólo de las organizaciones criminales; también se le asocia con hábitos culturales

Save the Children Suecia, septiembre de 2005

La falta de oportunidades, la desigualdad y la discriminación son algunos de los factores que determinan los hábitos culturales que propician el desarrollo de la violencia. Con la presencia del alcohol, las drogas y el uso de armas por parte de la sociedad civil, las soluciones propuestas para combatirla pierden eficacia.

Algunos Estados optan por la represión como una respuesta desesperada, sin percatarse que no tiene ningún sentido combatir a la violencia con más violencia.

Mas el problema debiera abordarse combatiendo no la violencia en sí sino sus orígenes, con propuestas posibles de desarrollarse mediante alianzas y políticas a corto plazo.

Sobre el tema, presentamos los avances obtenidos mediante un estudio realizado por Save the Children Suecia, destacando las buenas prácticas en la región y proponiéndolas como ejemplos a ser tomados en cuenta.

Como se sabe, Save the Children Suecia trabaja junto la sociedad civil sobre la base de los derechos del niño, influyendo en las diversas organizaciones vinculadas en esta problemática y persiguiendo como objetivo fundamental que los niños sean percibidos como sujetos activos de derechos.

La violencia en América Latina

En primer lugar, debe mencionarse que la violencia se viene convirtiendo en uno de los principales obstáculos para el desarrollo sostenible de América Latina, llegando a determinar conductas agresivas, incluso a niveles colectivos, como medios de defensa.

La desesperación también hace perder la perspectiva al momento de identificar a los responsables de la violencia. La mayoría señala a los niños, niñas y adolescentes como sus principales agentes; paradójicamente, también son reconocidos como los más afectados por ella.

Pandillas y violencia

Revisando los medios y ciertas políticas de Estado, vemos que se tiende a estereotipar y concentrar la amenaza de la violencia en grupos de niños y adolescentes (mayormente varones) debido al fenómeno de las pandillas (o maras) que actualmente afecta a la región, especialmente a Centroamérica y El Caribe.

A las pandillas se les asocia con todo lo negativo: homicidios, terrorismo, desgobierno, robos, etc. Esta simplificación de la realidad conlleva a tomar decisiones igualmente simplistas; para algunos, esto es argumento suficiente para justificar la intervención militar en la represión de estos grupos.

Otro fenómeno que involucra a la infancia es el denominado “delito amateur”, que se refiere a la trasgresión de la ley sin procurar grandes cantidades de dinero y sin pertenecer a ninguna organización jerárquica. Este tipo de delito tiene a niños, niñas y adolescentes como sus protagonistas principales e incluye el uso ocasional de las armas.

A veces, por obvio que parezca, es necesario aclarar (especialmente a la opinión pública) que la violencia no se concentra en un grupo social específico, que proviene de una serie de factores objetivos y que debe abordarse en su complejidad para prevenirla.

Niños y adolescentes: principales víctimas
América Latina y el Caribe registran un alto grado de violencia, en especial respecto de la concerniente al uso de armas de fuego. Según las estadísticas, el 40% de los homicidios en el mundo, cometidos con estas armas, suceden en nuestra región. Estas muertes a su vez representan el 60% del total de nuestros crímenes.

Los adolescentes varones forman parte del grupo más afectado por la violencia armada. Para entrar en mayores detalles, en El Salvador, el 14.5% de las víctimas de homicidios tienen entre 15 y 19 años de edad; en Guatemala, durante el 2003, hubo un promedio de tres adolescentes muertos cada día; en Medellín, durante el 2000, murieron dos niños cada día y un adolescente cada cinco días; en Brasil, entre 1994 y 2002, la tasa de homicidios de adolescentes de 15 años creció en 88.6%.

El problema de niños, niñas y adolescentes en relación con la violencia armada se hace visible a través de la elevada tasa de victimización, teniendo como uno de los componentes más preocupantes la utilización de armas de fuego, que aumenta la letalidad que los afecta como grupo social.

Acceso a las armas

A riesgo de simplificar el problema, podría decirse que el fenómeno de la violencia juvenil abarca la participación de los niños, niñas y adolescentes vinculados a su vez en la violencia armada organizada, pasando por aquellos que con decreciente frecuencia y niveles de agresión intervienen en el delito utilizando armas, y llegando a los que son actores pasivos de prácticas vinculadas con las armas como factor cultural.

El asunto ha llamado la atención de organismos internacionales, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil que han estudiado, diseñado e implementado programas para hacer frente al tema.
Aunque la presencia generalizada de las armas se asocia a las guerras (internas o internacionales), la actual disponibilidad de armas no permite ver con claridad la diferencia entre el antiguo concepto de guerra y el crimen organizado o la violación sistemática de los derechos humanos por parte del Estado o de grupos organizados.

Seguridad social

En este contexto, los gobiernos pierden autonomía e incluso pueden llegar a perder el control de la nación. Es entonces cuando aparecen grupos paramilitares, mercenarios, caciques, bandas criminales, narcotraficantes… todos estos grupos reclutan a su vez a niños y adolescentes bajo el compromiso de brindarles aquello que el Estado no puede.

Los Estados parecen entender la seguridad como un asunto concerniente exclusivamente a la defensa del territorio ante amenazas externas. Pero seguridad también involucra la protección contra las enfermedades, el hambre y la falta de expectativas laborales, contra los delitos y la represión política, contra las amenazas del medio ambiente, etc.

Y frente a esto, los Estados tampoco se preocuparon por analizar las consecuencias de la violencia armada, ni de identificar cuáles grupos humanos eran los más afectados. Con esto, la infancia y adolescencia fueron absorbidas por este problema, llegando a las cifras antes mencionadas y convirtiendo el asunto en un problema de dimensiones catastróficas.

Armas pequeñas y ligeras

El asunto fue que, desde los años setenta (luego de la aparición de las guerrillas latinoamericanas) la atención sobre las armas de fuego sólo se abordó desde un ángulo político: ¿Eran o no un peligro para la estabilidad del sistema administrativo?

Preocupados por la defensa de la democracia (desde entonces, el paradigma del desarrollo económico), nadie pareció visualizar las consecuencias que podrían tener en una sociedad civil desatendida y desorganizada.

A esta última llegaron las “armas pequeñas y ligeras”, como las denominan las Naciones Unidas, provocando el desastre que ya conocemos: estas armas de fuego están matando a niños, niñas y adolescentes en América Latina en una proporción mayor que a otros grupos etarios, y en mayor cantidad que en el resto del mundo.

La sociedad civil, en este contexto, no puede ofrecer guías simples que sirvan de orientación a la infancia. La familia como institución viene sufriendo cambios radicales en su estructura, los niños se ven obligados a trabajar para contribuir económicamente con ella y, en general, se encuentran demasiado expuestos a la delincuencia y al crimen.

Acciones coordinadas

Existe una relación directa entre el incremento de la violencia y el desarrollo económico. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la violencia le cuesta a América Latina el 12% de las riquezas que produce cada año. Obviamente, esto obstaculiza las posibilidades de desarrollo y acentúa los factores que desencadenan esa misma violencia. Es un ciclo de empobrecimiento, pérdida de posibilidades y más violencia.

Atendiendo esta relación entre violencia, armas y crecimiento económico, se viene realizando algunos intentos para abordar el problema y cómo afectan los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

Podemos mencionar el apoyo brindado a toda América Latina por parte de Save the Children Suecia en el tema de la violencia armada y la infancia, el Programa Sociedad sin Violencia (iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) en El Salvador, la política de desarme impulsada por el gobierno de Guatemala, el programa Children and Youth in Organizad Armed Violence de la ONG Viva Rio, entre otros.

Analizando las iniciativas

Debemos señalar que en todos los proyectos destinados a resolver la problemática de la violencia y su incidencia en niños, niñas y adolescentes, hay una serie de puntos en común.
En primer lugar, se cuenta con la intervención local de los gobiernos; es decir, con un acercamiento a las comunidades que permite evaluar, diseñar y desarrollar las políticas.
También es ponderable la alianza entre gobiernos, sociedad civil y organizaciones internacionales. Los primeros buscan soluciones, mas la gestión asociada o interacción con la sociedad civil y la cooperación técnica y económica de organizaciones internacionales genera un espacio óptimo de trabajo.

El desarrollo en estos proyectos incluye también la participación activa de niños, niñas y adolescentes, atendiendo a uno de sus principales derechos (el de participación) y recogiendo sus experiencias y sugerencias tanto en el diseño como en la implementación de estrategias.

También se evidencia la necesidad de analizar el fenómeno de la violencia armada desde la perspectiva de las víctimas y del impacto en el desarrollo, debido a que se trata de una circunstancia relativamente novedosa.

Probables líneas de trabajo

Se sabe que por su misma naturaleza, la problemática de la violencia en la región no podrá ser solucionada en el corto plazo. Pero sí deben tomarse medidas inmediatas para evitar que la misma continúe afectando a la infancia.

Al respecto, podemos citar algunas de las iniciativas más importantes. A partir de talleres propuestos por el Swedish Fellowship of Reconciliation (SweFor) y con el apoyo de Save the Children Suecia, se ha implementado una serie de redes temáticas nacionales, como la Red Argentina de Desarme y la Red Colombiana por una Sociedad sin Violencia. Se sabe que este tipo de redes pueden desarrollarse también en el Perú, Ecuador, Paraguay y posiblemente Uruguay.

Save the Children Suecia también coopera con las iniciativas de otras instituciones, sobre todo en el área de difusión de estrategias destinadas a sensibilizar a la sociedad en relación con la violencia armada y su impacto sobre el grupo más damnificado: niños, niñas y adolescentes.

sábado, 27 de agosto de 2005

ENTREVISTA: "Hay que retirar las armas" (en Guatemala)

Entrevista en el diario Prensa Libre de Guatemala, el 27 de agosto del 2005.


“Hay que retirar las armas”

Martín Appiolaza, ex director de Control de Armas de Argentina y coordinador para América Latina del Proyecto de Desarme, habla sobre el programa en Guatemala.

¿Cómo surge el proyecto de desarme en Guatemala?

Es por voluntad de la sociedad civil y por voluntad del Gobierno de Guatemala en su lucha por erradicar la violencia; ahora, debe haber un acompañamiento de organismos internacionales.

¿De qué manera se puede lograr el desarme?

No hay un remedio, debe haber una solución integral, en la que participen múltiples sectores de Gobierno, sociedad civil y organismos internacionales.

¿Cuánto afecta la violencia a Guatemala?

Es necesario empezar a sacar armas de la sociedad, porque la proliferación de éstas y la violencia le están cortando a Guatemala las posibilidades de ser un país más rico y mejor.

¿Y las pérdidas de oportunidades?

Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, la violencia le cuesta a América Latina el 12 por ciento de sus riquezas, y Centroamérica tiene niveles más altos de violencia.

Guatemala es la más violenta en la región, por lo que el porcentaje de pérdidas es mayor.

domingo, 24 de octubre de 2004

Informe: Resultados y lecciones aprendidas con el Plan Canje de Armas

Por Martín Appiolaza,Coordinador del Plan Canje de Armas

Documento sobre la experiencia de desarme en Mendoza durante los años 2001 y 2001, presentadas en el Seminario Internacional sobre "Disminución de la violencia y el crimen a través de la reducción en el porte y tenencia de armas", Medellin, Octubre del 2004. El texto resalta la necesidad de una planificación participativa, intervención de actores locales y continuidad en el tiempo.




miércoles, 29 de septiembre de 2004

Masacre de Patagones: Para que no se repita

Por Martín Appiolaza, Asesor de Naciones Unidas, especialista en desarme

Pasó una vez, evitemos que se repita. No nos dejemos anestesiar con los detalles truculentos de la masacre de Patagones, buscando culpables para quemar en la hoguera pública o haciendo psicoanálisis de verdulería. Empecemos por eludir la tentación de simplificar los problemas para digerirlos rápido y mañana poder atragantarnos con otro escándalo. Un adolescente que asesina a sus compañeros en una escuela de pueblo grande es mucho más que un hecho aislado, es un síntoma de la violencia que atraviesa el país, y que no es patrimonio exclusivo de los delincuentes. Esa violencia mata con ayuda de las armas.

Estamos frente a un problema complejo. Si dejamos de mirar nuestro ombligo celeste y blanco, descubriremos que otros países emergieron de tragedias parecidas atacando los factores de la violencia. Mientras que en la Argentina discutimos si seguridad y derechos humanos son compatibles, la semana pasada jefes policiales de Centroamérica -donde las tasas de homicidio están entre las más altas del mundo- se reunieron para discutir planes coordinados de prevención de la violencia (sin temor a que los acusen de defender a los delincuentes). Consideraron a las armas un factor que potencia la violencia y propusieron programas de desarme para toda la región.

Años atrás en Tasmania (Australia), un arma en mano de jóvenes mató a 16 niños: el Parlamento decidió restringir el acceso a los fusiles automáticos y el Estado recolectó y destruyó miles de armas. Tragedias similares se produjeron en Brasil, Estados Unidos y Escocia. Ellos supieron transformar las crisis en oportunidades para generar cambios (pese a la resistencia de algunos grupos de interés o extremos ideológicos).

No dejemos entonces que las muertes en Carmen de Patagones se vuelvan una noticia vieja. Las armas son un problema en la Argentina porque han sido usadas para imponer ideas, para atacar a la democracia, para pisotear los derechos humanos y hoy siguen matando a decenas de personas, mientras son usadas en peleas entre amigos, vecinos o amantes, suicidios, ajustes de cuentas, en secuestros, robos, violaciones y homicidios. Esto produce gastos millonarios en nuestro sistema de salud, le quita dinero a la educación, impacta de manera negativa en el producto bruto, impide reducir la pobreza, genera inequidad y todo esto trae de la mano más violencia. Como sociedad deberíamos empezar un debate honesto sobre la violencia, poniendo la atención en el tema de las armas. Para que no se repita.

sábado, 13 de marzo de 2004

Manual: Armas de fuego en América Latina y el Caribe. Entre el diagnóstico y la acción

Manual de entrenamiento de ONG de América Latina y el Caribe sobre el combate del tráfico ilícito de armas pequeñas y ligeras. El manual fue elaborado por el Centro Regional de las Naciones Unidas para la Paz, el Desarme y el Desarrollo, junto con Viva Rio, Small Arms Survey, Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, Save the Children Suecia, International Alert y Swefor. Coordinación del proyecto y editor: Martín Appiolaza


martes, 12 de agosto de 2003