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domingo, 15 de noviembre de 2015
martes, 12 de abril de 2011
Perú en la angustia: cambio democrático o reflujo autoritario
Publicada en El Sol On Line, 8 de abril de 2011
Por Martín Appiolaza* Las encuestas se inclinan hacia Ollanta Humala, un militar nacionalista impulsado por la izquierda. Del otro lado hay un abanico de centro derecha.

La niebla entra a Lima en abril y se queda hasta fines de la primavera. Es una niebla espesa que se estaciona unos metros arriba de la ciudad. El sol tropical se vuelve una luz débil que alumbra los barrios más cercanos al mar. Los distritos pitucos de San Isidro, Miraflores, Magdalena, Surco, San Borja quedan impregnados por el frío húmedo. Este año tienen miedo a que esa niebla no se vaya, que la oscuridad de un nuevo gobierno autoritario se despliegue sobre todo el Perú.
Por Martín Appiolaza* Las encuestas se inclinan hacia Ollanta Humala, un militar nacionalista impulsado por la izquierda. Del otro lado hay un abanico de centro derecha.

La niebla entra a Lima en abril y se queda hasta fines de la primavera. Es una niebla espesa que se estaciona unos metros arriba de la ciudad. El sol tropical se vuelve una luz débil que alumbra los barrios más cercanos al mar. Los distritos pitucos de San Isidro, Miraflores, Magdalena, Surco, San Borja quedan impregnados por el frío húmedo. Este año tienen miedo a que esa niebla no se vaya, que la oscuridad de un nuevo gobierno autoritario se despliegue sobre todo el Perú.
Diez años de democracia es muy poco tiempo. Se mantiene fresco el recuerdo de la dictadura de Alberto Fijimori y Vladimiro Montesinos. El autogolpe para cerrar el parlamento y avanzar con las medidas neoliberales. La infinita corrupción. Los grupos de exterminio. Las matanzas y abusos de las fuerzas de seguridad contra su propia comunidad. Las alrededor de 60 mil víctimas de la represión contra Sendero Luminoso y su violencia inaudita. Un día, acosado por las denuncias y la oposición, el presidente se fue del país. Lo trajeron años después, extraditado, para juzgarlo y meterlo preso junto con sus colaboradores.
Pero no todos piensan que el "Chino" Fujimori fue un tirano y un ladronzuelo con ambiciones desmedidas. Algunos dicen que el golpe contra el Congreso fue necesario, que las violaciones a los derechos humanos fueron excesos y que las medidas económicas de ajuste fueron provechosas. Al menos, un 20 por ciento lo hace explícito al adelantar su voto: Keiko Fujimori, la hija del criminal, está segunda en intención de voto.
domingo, 11 de octubre de 1998
Entrevista a Raúl Alfonsín: “Estamos produciendo un cambio cultural en la política argentina”
Por Martín Appiolaza, publicada en Diario Los Andes, 11 de octubre de 1998
- ¿Existió realmente en 1983 un pacto militar-sindical, como usted denunció durante la campaña electoral?
- Estaba absolutamente convencido de que estaban en conversaciones, no le quepa ninguna duda.
- En la Semana Santa de 1985, cuando usted disolvió la multitud que repudiaba el levantamiento militar, ¿la casa estaba en orden?
- Las mujeres casadas mantienen la casa en orden, pero se pueden enfermar. En ese momento, fíjese que no sabía cómo me iba a ir en Campo de Mayo. Vine con la rendición de la gente. Qué le parece sí estaba en orden. Todos estábamos sumamente preocupados. Yo quería dar muy claramente la sensación de que la gente tenía que irse de manera ordenada.
- A los pocos meses se aprobó la ley de punto final y un año después la de obediencia debida. ¿No se las negoció durante el levantamiento carapintada?
- ¡Para na-da. Pregúntele a los propios protagonistas! La ley de punto final fue una mala ley, porque lo que se quería era que los jueces actuaran. Lo que pensaba era que no procesaban a quienes eran acusados de violaciones de los derechos humanos. Pero tuvo el resultado exactamente inverso. Se procesó a todos los que aparecían como imputados. Los organismos de derechos humanos criticaron la aplicación que se hizo. Luego, llegó la obediencia debida… Bueno, pero a pesar de ello no hay país en el mundo que haya hecho todo lo que nosotros hicimos en materia de derechos humanos. Uno de nuestros mayores objetivos era fortalecer la democracia.
- Por las conductas de su gobierno, parece que perder la democracia los atemorizaba.
- Sabíamos que en la medida que avanzáramos en materia de derechos humanos, estaríamos debilitando la consolidación de la democracia. Por eso yo lo veía constantemente al tema. Además cargábamos con el problema de la deuda externa. Fíjese cuál es la situación de Rusia ahora, así recibí el país, en cesación de pagos. Por esta preocupación es que abandoné la presidencia cuando me lo pidieron. Todos los partidos que integraron el Frejuli me reclamaron la entrega inmediata del poder, comenzando por el Partido Justicialista y la CGT. Incluso grupos de la ultra derecha estaban organizando la toma de supermercados en Buenos Aires y Santa Fe.
- Se publicó que había un acuerdo entre esos grupos y el entonces presidente electo.
- Eso no lo puedo decir.
- ¿Existió un golpe de Estado económico?
- Puede ponerle el nombre que quiera; hay muchas formas de expresar la realidad. Las corridas hacia el dólar se producían por los consejos que daban todos los bancos en general y, además, el propio Cavallo fue a decirle a los bancos que no nos dieran facilidades.
- ¿Por qué no lo denunció? ¿Quiénes fueron?
- Lo denunciamos. Fueron todos. Cualquier gerente de finanzas de una empresa importante que no aconsejaba un cambio de portafolios, era despedido. Tuvo mucho que ver con la crisis el copamiento de La Tablada. Y, como si fuera poco, Estados Unidos no nos apoyaba para nada, al contrario.
- ¿Hubo un gran cambio en la actitud de la gente desde que asumió hasta que se fue?
- Sí, sí, pero la gente me aprecia. No digo que me vote.
- ¿Lo han perdonado?
- Pienso que sí.
- ¿Qué le tienen que perdonar?
- En esto juega la piadosa ley de las comparaciones.
- ¿Qué lugar le guarda la historia?
- No lo voy a decir yo. A la hora de los balances los esfuerzos serán evidentes.
La Alianza y el fin del menemismo
Mientras Fernando de la Rúa repite que de la interna con Graciela Fernández Meijide surgirán los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la Alianza, Raúl Alfonsín le dijo a Los ANDES que no le disgutaría que la dirigente frepasista aspirara a gobernar Buenos Aires.
El ex presidente miembro de la máxima conducción de la alianza opositora, dio así a entender que está de acuerdo con que Fernández Meijide dispute la gobernación de Buenos Aires, si pierde la interna del 29 de noviembre. Coincide con Chacho Álvarez cuando, en declaraciones a este diario, había dicho que Alfonsín compartía su propuesta.
El caudillo radical recordó los buenos y malos momentos de su gobierno, la crisis que lo obligó a abandonar antes de tiempo el sillón de Rivadavia, y consideró que los argentinos le han perdonado los errores de su gestión.
En el medio de un comedor sobrio, con paredes forradas con diplomas, títulos y distinciones, Alfonsín se ve activo y no elude responder sobre la relación entre el levantamiento militar de Semana Santa y las leyes que beneficiaron a los militares juzgados a mediados de la década pasada, por violaciones a los derechos humanos.
Admite que el temor a perder la democracia condicionó muchos de sus actos de gobierno, y no evita criticar la falta de respeto a las instituciones durante los gobiernos de Carlos Menem: “Estamos sufriendo una regresión desde la democracia a la república. La república fue un avance muy importante que vivió la humanidad, para preservar la libertad frente al poder absoluto. Así surgieron los controles republicanos. Después hubo un salto hacia la democracia, dándole a la gente las libertades positivas y los derechos. Eso se está perdiendo”.
-¿Cómo cambiarlo?
- Empezando con una gran coalición nacional que es lo que pretendemos hacer con al Alianza. Tendrá que tener la fuerza suficiente como para poder ser más fuerte que los que le hacen mal a la república.
- ¿Sigue sosteniendo aquella idea del tercer movimiento histórico?
- Mire, ya en el discurso de Parque Norte, llamé a la coincidencia a todos los sectores. Pero la idea del tercer movimiento histórico, la dejé de usar porque se le dio una connotación movimientista y no de partido.
- ¿La alianza no tiene un componente movimientista?
- Es una alianza de partidos.
-¿El radicalismo y el Frepaso podrían llegar a fundirse?
- Pienso que no. Cada partido mantendrá su individualidad pero en el marco de lo que podrá ser para adelante una confederación de partidos.
- ¿Cómo debería ser la convivencia?
- Tipo gobierno de coalición.
- ¿Qué modelo de coalición?
- El estilo chileno o italiano. La diferencia entre uno y otro es que en Italia tienen un sistema parlamentario.
- ¿Insiste con un gobierno semi presidencialista?
- Por supuesto. Y creo que es posible implementarlo. No quiero adelantarme, no está en mí decidirlo, ni lo hemos discutido. No sería de poca importancia que el jefe de gabinete jugara más como primer ministro, como lo permite la Constitución. Es una institución que hemos pensado para tiempos de crisis, puede realmente servir para todo momento. Aunque vamos a vivir tiempos difíciles.
- ¿Cuál es su pronóstico?
- El año que viene no vamos a tener crecimiento, habrá aumento de la desocupación, mayores problemas en la cuenta corriente. Además, vamos a llegar el 10 de diciembre con los cultivos de la cosecha fina hechos y a la baja, los planes para la cosecha gruesa también, y los planes de los industriales ya van a estar hechos…
- La CGT estará fortalecida…
- yo creo en la necesidad de que haya un sindicalismo fuerte pero democrático. Además, no está el tiempo ni el ánimo de los argentinos para una oposición destructiva. No creo que haya tantos paros generales como en mi gobierno. Descontento social hay siempre, sobre todo en situaciones como en la que vivimos con tanta desocupación y pérdida del salario real. Vamos a tener que cargar con todo esto porque no vamos a solucionar los problemas de la noche a la mañana. Sí, tenemos que demostrar que cambiamos el rumbo de un día para el otro. Entonces, el que más tenga, será el que más esfuerzo haga para la solución de los problemas.
-Esta presión sobre los sectores que más tienen ¿genera nuevos frentes?
- Sí, pero no todos estarán en contra. Vamos a tener el apoyo de la pequeña y mediana empresa, además de algunas grandes empresas. Las que tengan un sentido nacional y piensen en la necesidad de invertir en serio en la Argentina y quedarse va a sumarse al esfuerzo.
- Con tanto optimismo, ¿la Alianza tendría que prepararse nuevamente?
- Mire, creo que sí. Estamos produciendo una especie de cambio cultural en la política Argentina. No recuerdo, y eso que llevo muchos años en esto, que se haya dado con más de un año de anticipación un documento con los objetivos generales. Primero está la plataforma y después los proyectos de leyes necesarios para el desembarco.
- ¿Cómo aprovechar el sacar mayor provecho en la distribución de las candidaturas? ¿Está de acuerdo con que en la interna se defina sólo al candidato a presidente y los otros cargos se negocien?
- Más bien tiene que haber criterios. Tenemos que concretar un gobierno de una alianza, que va a ser de coalición. En el gabinete, no debe haber un reparto de cargos como se dice vulgarmente, sino tiene que estar compartido.
- ¿Consensuando con anticipación?
- Y… si es posible. Para evitar cualquier discusión estéril.
- ¿Cuándo se conocerá esa distribución de cargos?
- Todavía faltan algunos días, me parece. Yo no estoy en la discusión de la ingeniería de la alianza, ni he querido estar. No sé cómo van las conversaciones de último momento. Lo que sí le puedo decir es que se está en conversaciones.
-¿Qué opina de Fernández Meijide candidata a la gobernación de Buenos Aires?
- Si usted le pregunta, ella le va a decir que quiere se presidenta, pero yo la imagino gobernadora.
- ¿Cómo interpreta el avance de la social democracia Europea?
Es muy importante, ganó en 11 de 13 países. La Unión Cívica Radical está adherida a la Internacional Socialista y a la socialdemocracia; además, estamos ahora en una alianza de centro izquierda.
- Pero Duhalde los corre por izquierda…
- Eso es oportunismo. Duhalde y Cavallo son la centro-derecha.
- ¿El modelo está agotado?
- Los dos decimos que el modelo está agotado. Duhalde dice que se agotó porque fue exitoso y la Alianza, porque fue un desastre. Lo que no hay que hcer es confundir los instrumentos: para hablar del modelo es demasiado presuntuoso. Nosotros seguimos sosteniendo el modelo porque no vamos a cambiar la convertibilidad. Sabemos perfectamente que hay cosas irreversibles: el 70% de las personas y empresas tienen créditos y una devaluación podría significar una catástrofe. Las privatizaciones también son irreversibles. Nuestra idea es distinta, porque no queremos construir un Estado desertor sino un Estado que procure concretar como utopía básica fundamental la libertad y la igualdad al mismo tiempo.
- ¿La Alianza no teme quedar a la derecha?
- Las posiciones establecidas en la Carta a los Argentinos son progresistas. Creemos en establecer una sociedad de progreso en el marco de la construcción de una república democrática moderna. La gobernabilidad estará vinculada al tránsito por un sendero angosto, evitando caerse para un lado. En el costado de la derecha estarán los intereses de los sectores más poderosos, pero la Alianza sabe que hay restricciones, deuda externa, globalización, cuenta corriente y balance de pagos. No queremos actuar con voluntarismo y caernos al abismo por la izquierda. Pero queremos estar en ese costado por el centro pero inclinados hacia la izquierda. Para lograrlo se necesita mucho más que un partido en el gobierno, sino una coalición que consiga el consenso mayoritario y sea más fuerte que los otros intereses.
domingo, 14 de junio de 1998
La masacre de Ezeiza según sus protagonistas
Por Martín Appiolaza, Diario Los Andes, 14 de junio de 1998
En los momentos previos al regreso de Perón a la Argentina en 1973, después de 18 años de exilio, un grupo de dirigentes justicialistas vinculados con los sectores gremiales ortodoxos abrió fuego sobre una columna de militantes de la izquierda peronista. Fue en el marco de una disputa por el poder, que anticipó años de recrudecimiento de la violencia política. Por muchos, es considerado un momento de inflexión en la historia del país. Protagonistas mendocinos de aquella jornada cuentan su experiencia y analizan su valor histórico.
En los momentos previos al regreso de Perón a la Argentina en 1973, después de 18 años de exilio, un grupo de dirigentes justicialistas vinculados con los sectores gremiales ortodoxos abrió fuego sobre una columna de militantes de la izquierda peronista. Fue en el marco de una disputa por el poder, que anticipó años de recrudecimiento de la violencia política. Por muchos, es considerado un momento de inflexión en la historia del país. Protagonistas mendocinos de aquella jornada cuentan su experiencia y analizan su valor histórico.
El sábado se cumplirán 25 años de un acontecimiento clave en la accidentada vida política de la Argentina, bautizado como la masacre de Ezeiza. El encuentro armado entre sectores del peronismo ortodoxo y de la militancia que impulsaba cambios de tipo revolucionarios, puede ser entendido también como una disputa por el poder. Aquel 20 de junio de 1973, quedaron de manifiesto las diferencias internas abismales que dividían a los seguidores de Juan perón. Fue el prolegómeno de años en que la exacerbación de la violencia política derivó en la radicalización de grupos armados guerrilleros, parapoliciales y paramilitares.
El incidente se produjo en un predio de Ezeiza, Buenos Aires, donde se había preparado un acto multitudinario. Era para recibir a Perón después de 18 años de exilio. El flamante presidente del país era Héctor Cámpora, un hombre de confianza de Perón, que se había comprometido a llamar a elecciones apenas dejara de estar proscripto su jefe político. Perón era el poder y el acto en que lo recibían, el momento para disputarse los favores del líder y definir la tendencia de su gobierno.
Las partes
En el seno del movimiento peronista convivían grupos antagónicos que sólo compartían cierto nacionalismo, pero diferían en otras cuestiones de fondo. Llamaban derecha a los sectores vinculados con la burocracia sindical y a las agrupaciones de estudiantes ultranacionalistas. En la izquierda se nucleaban los que reclamaban cambios revolucionarios en nombre de un “socialismo nacional”, encabezados por Montoneros, la Juventud Peronista, la Juventud Trabajadora Peronista y muchísimos otros grupos.
El sector más ortodoxo fue el que manejó la organización del acto de seguridad alrededor del escenario. Estaban provistos de armas largas y apostados en lugares estratégicos. Cerca de las 2 de la tarde, le comenzaron a disparar a una columna de sectores de izquierda. Hugo más de 10 muertos, docenas de heridos y torturados. Los tiroteos se prolongaron por varios minutos, en los que se disparaban entre sí los distintos sectores enfrentados ideológicamente y también, del mismo grupo.
A la hora de rememorar aquella jornada trágica, los testimonios son coincidentes: se vivía un clima de euforia, los disparos sorprendieron a todos, los mejor armados eran los encargados de la organización del acto. Respecto a qué se disputaba, las teorías son dispares.
La memoria
Para analizar aquel tiroteo que acentuó la violencia política que ya sufría el país, reunimos a cinco mendocinos que estuvieron en Ezeiza aquel 20 de junio. Pertenecieron a los distintos sectores en pugna. Tantos años después, mantienen la terminología militarista que dominaba los discursos de la época y también el respeto casi reverencial al referirse a Perón.
Raúl Alberto Bartolomé, que hoy tiene 49 años, era entonces un afiliado al Partido Justicialista y miembro de la Policía de Mendoza. Llegó junto a una columna de la Concentración Nacional Universitaria que “abrevaba en la ultraderecha”. Recuerda que rumbo a Ezeiza, en el micro que los transportaba gritaban “ERP, FAR, Montoneros somos nuestros compañeros”, grupos con los que tenían indisimulables diferencias. “Me parecía mentira estar coreando esa consigna, pero la alegría era superior a cualquier enfrentamiento. Se vivía una efervescencia social”.
Luis Ocaña (52), en cambio, era un militante sindical. Según cuenta, en esa época “estaban naciendo todas las corrientes gremiales que se desprendían de la burocracia sindical férrea. Digo férrea porque nos ponían bombas a los que no estábamos con ellos”. Ocaña, que después participó en el Ejército Revolucionario del Pueblo, reitera que “Ezeiza era una enorme fiesta, con alegría y esperanza, murgas por todos lados. Al mismo tiempo, se puso de manifiesto un ensanchamiento de las organizaciones armadas que iban uniformadas”.
Por su parte, Walter Salinas (64), era un miembro de la Juventud Peronista y pertenecía a Montoneros. “Nosotros queríamos mostrarle al Viejo (Perón) el poder de organización y movilización que tenía el nuevo peronismo, que era hijo de la resistencia. Nosotros no teníamos un planteo de enfrentamiento armado, sino que había directivas claras de permitirle fierros (armas) sólo a los autorizados”. Aquél día, Salinas llevaba una pistola calibre 32. “Pero en un enfrentamiento, las armas cortas no son ofensivas, sirven para defenderse. En cambio, estaban armados los grupos que se apoderaron de los 400 metros alrededor del palco, que eran del comando de Osinde con gente de Brito Lima y de la Concentración Nacional Universitaria, de la Alianza Libertadora Nacionalista y mercenarios argelinos”.
Guillermo Murúa (56), recordando como miembro de la ortodoxa Juventud Sindical, asegura que “tenía una relación generalizada con todos los compañeros, Ezeiza para mí era una hermosa fiesta, pero en minutos nos dejaron desparramada la esperanza”. Había participado en la Resistencia Peronista desde 1957, desde los conventillos de la calle Juan B. Justo, donde tenía una radio clandestina. Para Murúa, ese 20 de junio sufrieron un desgarramiento. “De repente nos encontramos en medio de una batahola infernal, gente herida, compañeros que auxiliaban a los heridos, sirenas. Nuestra gran pena fue que la ilusión culminara en un enfrentamiento entre hermanos”.
Guillermo Martínez Agüero (52), era en 1973 uno de los máximos dirigentes de Montoneros en Cuyo. “Pertenecía a la estructura orgánica y a la conducción. Nosotros queríamos participar de lo que era el mayor acontecimiento latinoamericano, de la coronación de 18 años de resistencia. La síntesis era la consigna Perón Vuelve. Generacionalmente lo íbamos a ver por primera vez. Muchos buscaban el encuentro con las conquistas sociales que había sido la época de la felicidad del pueblo de la década peronista y otros íbamos a seguir buscando las transformaciones sociales revolucionarias”.
- ¿Ese fue el eje del conflicto?
- (Martínez Agüero) El ataque vino de la derecha, que no quería el encuentro de Perón con los militantes que buscaban la liberación nacional. Ellos querían que Perón, ya grande, no llevara adelante las transformaciones históricas que venían del año ’45. La intención era frustrar un proyecto de liberación. Atacaron la movilización, nosotros fuimos defensivamente. Nosotros volvimos con frustración y tristeza por los muertos y el desencuentro.
- ¿No esperaban un enfrentamiento?
- (Martínez Agüero) Pensábamos que podía darse en una movilización, con lucha de consignas. No pensábamos que iban a atacar.
- ¿Cuál fue su experiencia, Bartolomé?
- (Bartolomé) Yo estaba en ese momento a 30 metros del palco. Cuando comenzó el tiroteo, quedé entre dos fuegos. Desde el palco le disparaban a la gente que estaba en los árboles y en la escuela hogar, pero eran todos del mismo grupo. Yo me vio obligado a desenfundar la pistola, una 11,25 con dos cargadores, cuando me quedé entre los dos fuegos. El peligro para mí era la gente de los árboles.
- ¿Quién creía que disparaban desde los árboles?
- (Bartolomé) En ese momento pensé que eran comunistas.
- ¿Usted era anticomunista?
- (Bartolomé) Sí, si, era anticomunista.
- ¿Consideraban que Montoneros eran comunistas?
- (Bartolomé) No sé si los veían como comunistas, sino como una oposición a la que había que limpiar… En el momento del tiroteo, yo utilizaba el zoom de la filmadora para ubicar a la gente que estaba en los árboles para dispararles. No me quedaba otra, era una cuestión de vida o muerte. Quiero que quede claro que Montoneros no fue el que abrió fuego.
- (Ocaña) Es fuerte lo que nos dice pero es mucho más fuerte lo que hicieron. La gente de los árboles de la cual habla, eran francotiradores que estaban apuntando a lugares bien precisos, a miles de personas que querían un país nuevo. La frialdad con que fue calculada una balacera en medio de un millón de personas, habla a las claras de las intenciones de este tipo de gente que sigue existiendo y matando la esperanza. Había una enorme ingenuidad, cualquiera fuera el arma que llevaras. Se pretendía mostrarle a Perón el poder y sentarlo en el sillón presidencial. La ignorancia dentro de vastos sectores del peronismo no era tanta, sino que estaba todo perfectamente orquestado y planificado. Si no estaba bien planificado no se hubiera repetido la represión con la Alianza Anticomunista Argentina y el Proceso de Reorganización Nacional.
- Horacio Verbitsky en el libro “Ezeiza” narra cómo Bartolomé fue detenido y torturado ¿Nos puede resumir la anécdota?
- (Bartolomé) Cuando subí al escenario para buscar municiones, el comandante Menta de Gendarmería me pidió el arma. Como estaba acostumbrado a una formación militar, se la entregué sin ningún inconveniente. Me llevaron al hotel de Ezeiza y me torturaron con Ciro Ahumada dirigiéndolos. Cuando fui a hacer la denuncia, me enteré de que los muertos fueron muchos más de los que se dice hoy.
- Ocaña, ¿dónde estuvo en el momento del tiroteo?
- (Ocaña) Estaba cerca del escenario, cuando repentinamente empezaron los tiros, los gritos. La gente corría por encima, no se sabía de dónde disparaban. Pero no sólo fue un enfrentamiento entre sectores del peronismo, sino que excedió al movimiento, porque el Partido Comunista estaba allí. Creo que no fue un problema de sectores enfrentados, sino que hubo un grupo bien preparado y armado, entrenado para producir lo que produjo.
- (Salinas) Yo sostengo que hubo una masacre. Cuando hay enfrentamiento chocan dos fuerzas iguales, pero en Ezeiza tiraban de un lado y recibían del otro. Ese día hubo dos tipos de lucha: la política y la militar. La política la había perdido el sector sindical porque la presencia de las líneas de militancia combativa había superado sus banderas. Entonces, desataron la represión militar.
- (Bartolomé) Hay que poner algo en claro: no cualquiera es capaz de movilizar, organizar y conducir a un millón de personas pacíficamente, como sucedió ese día. Quedaba en claro que antes de un poder de convocatoria había un poder de organización, que en determinados casos puede ser un problema. Así lo entendió la gente de Osinde y abrió fuego.
- Murúa, ¿cuál fue su experiencia?
- (Murúa) Cuando comenzó el tiroteo, hubo un desbande con gente que corría, que se arrastraba, otros que no se querían mover. Cuando vimos que había compañeros heridos por las balas, los desplazamos a espacios más seguros. Los que auxiliamos fuimos muchos, es que no todos disparaban o daban garrotazos.
- (Martínez Agüero) No hay que reducir el tema a anécdotas. Yo creo que la violencia es consecuencia de una problemática profunda. Había un problema de proyectos de poder. Había sectores que no querían que llegara al palco la columna sur que venía desde La Plata. La emboscaron. Nosotros, que estábamos con la conducción de montoneros, no disparamos un solo tiro, todo vino del sector provocador.
- ¿Qué pudo ver?
- (Martínez Agüero) Fue un ataque frontal con armas largas, con escopetas de calibre 12, Itakas o Batán, vinieron del grupo de la derecha y del sector conducido ideológicamente por López Rega y comandados por Osinde y Brito Lima.
- ¿Cómo creen que repercutió Ezeiza en el futuro político de la Argentina?
- (Martínez Agüero) Ezeiza generó un macartismo: comenzó la caza de brujas y la búsqueda de zurdos. Fue la antesala de la gran represión que se agudizó con el golpe de 1976.
- ¿Comenzó con Perón como presidente?
- (Martínez Agüero) No es que comience con Perón como responsable, sino que hubo una gran lucha por el poder por debajo del presidente.
- ¿Le quedan dudas respecto a la proximidad ideológica de Perón con los sectores más ortodoxos?
- (Martínez Agüero) Creo que Perón está en el centro de gravedad de su movimiento, donde había un sector transformador que quizá quería ir más rápido de lo que permitía la situación, y otro retardatario que estaba contra nosotros. Yo no quier conciliar, no me interesa, quiero decir lo que pienso y he vivido. Yo fui encarcelado en el año 1974, en pleno gobierno de Isabel Perón y Antonio Cafiero en Mendoza. Entonces, creo que ese 20 de junio anticipó la represión contra la movilización popular.
- (Bartolomé) Una pregunta Martínez Agüero: cuando Perón trató a los montoneros de imberbes y estúpidos en Plaza de Mayo, ¿no muestra una toma de posición?
- (Martínez Agüero) Lo dijo muy en caliente, pero lo más triste fue que ese primero de mayo estaba junto a López Rega.
- Era una antigua relación. ¿Qué les hacía pensar que se podía inclinar por Montoneros?
- (Martínez Agüero) Perón nos trató de “juventud maravillosa” y dijo en un momento que con 20 años menos hubiera puesto bombas con nosotros. También decía que la violencia de arriba generaba la violencia de abajo y justificó nuestra lucha.
- A 25 años, ¿no le parece ingenua aquella idea de hacer cambiar la postura histórica de Perón con una movilización masiva?
- (Martínez Agüero) Yo creo que la postura histórica de Perón era la tercera posición.
- (Bartolomé) Es evidente que la postura de Perón no era la de los montoneros, por más que se hayan sentado en la misma mesa y le hayan pateado los caniches.
- (Ocaña) Al tratar de ver quién es más o menos peronista tratando de sacralizar a Perón, se desvía la atención del tema central. En realidad fue parte de un proceso en el que se prendieron para reprimir peronistas y no peronistas, desmantelando al pueblo y ya no a organizaciones políticas. Perón tenía que jugar un rol que no juzgó ni discutió, pero creo que no hay que desvincular Ezeiza de la represión.
- ¿Hubo repercusiones en Mendoza?
- (Ocaña) Sólo por haber ido a Ezeiza te pegaban.
- (Murúa) Aquí fue terrible.
- (Martínez Agüero) Hubo un reflejo en escala. El lopezreguismo también estaba instalado aquí y los sectores de la derecha nos tildaban de zurdos y colaboraron para que desaparecieran nuestros compañeros. Mi mujer fue una militante que terminó en una quita de desaparición forzada de personas. Aquí fuimos señalados por los grupos de la derecha y muy bien implementada la represión por la Policía de Mendoza, la Policía Federal, el Ejército y la Aeronáutica. El levantamiento de personas lo hacían los grupos de seguridad orientados por la patota.
- ¿Cómo es hoy la convivencia dentro del gobierno y el justicialismo, entre aquellos dos sectores en pugna?
- (Martínez Agüero) El análisis no comienza por los hombres, sino que el principio de mayoría y las masas están por encima de los hombres. Por eso estoy en el peronismo, más allá que me tenga que aguantara un fulano que estuvo en tal o cual lugar. En esa época tan dura, era colaborador el que no se jugaba denunciando lo que veía. Perón decía que cuando el destino de la patria está en peligro, hay dos cosas imperdonables: estar en los dos lados o no estar en ninguno. Lo importante es la memoria: no se puede perdonar el Alzheimer en la política, la demencia senil.
- (Ocaña) Con Ezeiza comenzó la represión masiva y de las organizaciones. A cuatro años de Ezeiza pasaron a la clandestinidad los grupos. La cosa no era pegarle a cuatro personas que tiran tiros, sino a una organización popular muy importante que se podría haber transformado en otra cosa si el líder fuera otro.
- (Murúa) Mi experiencia la escribí con una canción. Dice que hay un tiempo que ha pasado, que ha dejado sus huellas en nuestras mentes. Fueron tiempos muy violentos, de resentimientos y persecuciones, compañeros en prisiones, llanto.
El incidente se produjo en un predio de Ezeiza, Buenos Aires, donde se había preparado un acto multitudinario. Era para recibir a Perón después de 18 años de exilio. El flamante presidente del país era Héctor Cámpora, un hombre de confianza de Perón, que se había comprometido a llamar a elecciones apenas dejara de estar proscripto su jefe político. Perón era el poder y el acto en que lo recibían, el momento para disputarse los favores del líder y definir la tendencia de su gobierno.
Las partes
En el seno del movimiento peronista convivían grupos antagónicos que sólo compartían cierto nacionalismo, pero diferían en otras cuestiones de fondo. Llamaban derecha a los sectores vinculados con la burocracia sindical y a las agrupaciones de estudiantes ultranacionalistas. En la izquierda se nucleaban los que reclamaban cambios revolucionarios en nombre de un “socialismo nacional”, encabezados por Montoneros, la Juventud Peronista, la Juventud Trabajadora Peronista y muchísimos otros grupos.
El sector más ortodoxo fue el que manejó la organización del acto de seguridad alrededor del escenario. Estaban provistos de armas largas y apostados en lugares estratégicos. Cerca de las 2 de la tarde, le comenzaron a disparar a una columna de sectores de izquierda. Hugo más de 10 muertos, docenas de heridos y torturados. Los tiroteos se prolongaron por varios minutos, en los que se disparaban entre sí los distintos sectores enfrentados ideológicamente y también, del mismo grupo.
A la hora de rememorar aquella jornada trágica, los testimonios son coincidentes: se vivía un clima de euforia, los disparos sorprendieron a todos, los mejor armados eran los encargados de la organización del acto. Respecto a qué se disputaba, las teorías son dispares.
La memoria
Para analizar aquel tiroteo que acentuó la violencia política que ya sufría el país, reunimos a cinco mendocinos que estuvieron en Ezeiza aquel 20 de junio. Pertenecieron a los distintos sectores en pugna. Tantos años después, mantienen la terminología militarista que dominaba los discursos de la época y también el respeto casi reverencial al referirse a Perón.
Raúl Alberto Bartolomé, que hoy tiene 49 años, era entonces un afiliado al Partido Justicialista y miembro de la Policía de Mendoza. Llegó junto a una columna de la Concentración Nacional Universitaria que “abrevaba en la ultraderecha”. Recuerda que rumbo a Ezeiza, en el micro que los transportaba gritaban “ERP, FAR, Montoneros somos nuestros compañeros”, grupos con los que tenían indisimulables diferencias. “Me parecía mentira estar coreando esa consigna, pero la alegría era superior a cualquier enfrentamiento. Se vivía una efervescencia social”.
Luis Ocaña (52), en cambio, era un militante sindical. Según cuenta, en esa época “estaban naciendo todas las corrientes gremiales que se desprendían de la burocracia sindical férrea. Digo férrea porque nos ponían bombas a los que no estábamos con ellos”. Ocaña, que después participó en el Ejército Revolucionario del Pueblo, reitera que “Ezeiza era una enorme fiesta, con alegría y esperanza, murgas por todos lados. Al mismo tiempo, se puso de manifiesto un ensanchamiento de las organizaciones armadas que iban uniformadas”.
Por su parte, Walter Salinas (64), era un miembro de la Juventud Peronista y pertenecía a Montoneros. “Nosotros queríamos mostrarle al Viejo (Perón) el poder de organización y movilización que tenía el nuevo peronismo, que era hijo de la resistencia. Nosotros no teníamos un planteo de enfrentamiento armado, sino que había directivas claras de permitirle fierros (armas) sólo a los autorizados”. Aquél día, Salinas llevaba una pistola calibre 32. “Pero en un enfrentamiento, las armas cortas no son ofensivas, sirven para defenderse. En cambio, estaban armados los grupos que se apoderaron de los 400 metros alrededor del palco, que eran del comando de Osinde con gente de Brito Lima y de la Concentración Nacional Universitaria, de la Alianza Libertadora Nacionalista y mercenarios argelinos”.
Guillermo Murúa (56), recordando como miembro de la ortodoxa Juventud Sindical, asegura que “tenía una relación generalizada con todos los compañeros, Ezeiza para mí era una hermosa fiesta, pero en minutos nos dejaron desparramada la esperanza”. Había participado en la Resistencia Peronista desde 1957, desde los conventillos de la calle Juan B. Justo, donde tenía una radio clandestina. Para Murúa, ese 20 de junio sufrieron un desgarramiento. “De repente nos encontramos en medio de una batahola infernal, gente herida, compañeros que auxiliaban a los heridos, sirenas. Nuestra gran pena fue que la ilusión culminara en un enfrentamiento entre hermanos”.
Guillermo Martínez Agüero (52), era en 1973 uno de los máximos dirigentes de Montoneros en Cuyo. “Pertenecía a la estructura orgánica y a la conducción. Nosotros queríamos participar de lo que era el mayor acontecimiento latinoamericano, de la coronación de 18 años de resistencia. La síntesis era la consigna Perón Vuelve. Generacionalmente lo íbamos a ver por primera vez. Muchos buscaban el encuentro con las conquistas sociales que había sido la época de la felicidad del pueblo de la década peronista y otros íbamos a seguir buscando las transformaciones sociales revolucionarias”.
- ¿Ese fue el eje del conflicto?
- (Martínez Agüero) El ataque vino de la derecha, que no quería el encuentro de Perón con los militantes que buscaban la liberación nacional. Ellos querían que Perón, ya grande, no llevara adelante las transformaciones históricas que venían del año ’45. La intención era frustrar un proyecto de liberación. Atacaron la movilización, nosotros fuimos defensivamente. Nosotros volvimos con frustración y tristeza por los muertos y el desencuentro.
- ¿No esperaban un enfrentamiento?
- (Martínez Agüero) Pensábamos que podía darse en una movilización, con lucha de consignas. No pensábamos que iban a atacar.
- ¿Cuál fue su experiencia, Bartolomé?
- (Bartolomé) Yo estaba en ese momento a 30 metros del palco. Cuando comenzó el tiroteo, quedé entre dos fuegos. Desde el palco le disparaban a la gente que estaba en los árboles y en la escuela hogar, pero eran todos del mismo grupo. Yo me vio obligado a desenfundar la pistola, una 11,25 con dos cargadores, cuando me quedé entre los dos fuegos. El peligro para mí era la gente de los árboles.
- ¿Quién creía que disparaban desde los árboles?
- (Bartolomé) En ese momento pensé que eran comunistas.
- ¿Usted era anticomunista?
- (Bartolomé) Sí, si, era anticomunista.
- ¿Consideraban que Montoneros eran comunistas?
- (Bartolomé) No sé si los veían como comunistas, sino como una oposición a la que había que limpiar… En el momento del tiroteo, yo utilizaba el zoom de la filmadora para ubicar a la gente que estaba en los árboles para dispararles. No me quedaba otra, era una cuestión de vida o muerte. Quiero que quede claro que Montoneros no fue el que abrió fuego.
- (Ocaña) Es fuerte lo que nos dice pero es mucho más fuerte lo que hicieron. La gente de los árboles de la cual habla, eran francotiradores que estaban apuntando a lugares bien precisos, a miles de personas que querían un país nuevo. La frialdad con que fue calculada una balacera en medio de un millón de personas, habla a las claras de las intenciones de este tipo de gente que sigue existiendo y matando la esperanza. Había una enorme ingenuidad, cualquiera fuera el arma que llevaras. Se pretendía mostrarle a Perón el poder y sentarlo en el sillón presidencial. La ignorancia dentro de vastos sectores del peronismo no era tanta, sino que estaba todo perfectamente orquestado y planificado. Si no estaba bien planificado no se hubiera repetido la represión con la Alianza Anticomunista Argentina y el Proceso de Reorganización Nacional.
- Horacio Verbitsky en el libro “Ezeiza” narra cómo Bartolomé fue detenido y torturado ¿Nos puede resumir la anécdota?
- (Bartolomé) Cuando subí al escenario para buscar municiones, el comandante Menta de Gendarmería me pidió el arma. Como estaba acostumbrado a una formación militar, se la entregué sin ningún inconveniente. Me llevaron al hotel de Ezeiza y me torturaron con Ciro Ahumada dirigiéndolos. Cuando fui a hacer la denuncia, me enteré de que los muertos fueron muchos más de los que se dice hoy.
- Ocaña, ¿dónde estuvo en el momento del tiroteo?
- (Ocaña) Estaba cerca del escenario, cuando repentinamente empezaron los tiros, los gritos. La gente corría por encima, no se sabía de dónde disparaban. Pero no sólo fue un enfrentamiento entre sectores del peronismo, sino que excedió al movimiento, porque el Partido Comunista estaba allí. Creo que no fue un problema de sectores enfrentados, sino que hubo un grupo bien preparado y armado, entrenado para producir lo que produjo.
- (Salinas) Yo sostengo que hubo una masacre. Cuando hay enfrentamiento chocan dos fuerzas iguales, pero en Ezeiza tiraban de un lado y recibían del otro. Ese día hubo dos tipos de lucha: la política y la militar. La política la había perdido el sector sindical porque la presencia de las líneas de militancia combativa había superado sus banderas. Entonces, desataron la represión militar.
- (Bartolomé) Hay que poner algo en claro: no cualquiera es capaz de movilizar, organizar y conducir a un millón de personas pacíficamente, como sucedió ese día. Quedaba en claro que antes de un poder de convocatoria había un poder de organización, que en determinados casos puede ser un problema. Así lo entendió la gente de Osinde y abrió fuego.
- Murúa, ¿cuál fue su experiencia?
- (Murúa) Cuando comenzó el tiroteo, hubo un desbande con gente que corría, que se arrastraba, otros que no se querían mover. Cuando vimos que había compañeros heridos por las balas, los desplazamos a espacios más seguros. Los que auxiliamos fuimos muchos, es que no todos disparaban o daban garrotazos.
- (Martínez Agüero) No hay que reducir el tema a anécdotas. Yo creo que la violencia es consecuencia de una problemática profunda. Había un problema de proyectos de poder. Había sectores que no querían que llegara al palco la columna sur que venía desde La Plata. La emboscaron. Nosotros, que estábamos con la conducción de montoneros, no disparamos un solo tiro, todo vino del sector provocador.
- ¿Qué pudo ver?
- (Martínez Agüero) Fue un ataque frontal con armas largas, con escopetas de calibre 12, Itakas o Batán, vinieron del grupo de la derecha y del sector conducido ideológicamente por López Rega y comandados por Osinde y Brito Lima.
- ¿Cómo creen que repercutió Ezeiza en el futuro político de la Argentina?
- (Martínez Agüero) Ezeiza generó un macartismo: comenzó la caza de brujas y la búsqueda de zurdos. Fue la antesala de la gran represión que se agudizó con el golpe de 1976.
- ¿Comenzó con Perón como presidente?
- (Martínez Agüero) No es que comience con Perón como responsable, sino que hubo una gran lucha por el poder por debajo del presidente.
- ¿Le quedan dudas respecto a la proximidad ideológica de Perón con los sectores más ortodoxos?
- (Martínez Agüero) Creo que Perón está en el centro de gravedad de su movimiento, donde había un sector transformador que quizá quería ir más rápido de lo que permitía la situación, y otro retardatario que estaba contra nosotros. Yo no quier conciliar, no me interesa, quiero decir lo que pienso y he vivido. Yo fui encarcelado en el año 1974, en pleno gobierno de Isabel Perón y Antonio Cafiero en Mendoza. Entonces, creo que ese 20 de junio anticipó la represión contra la movilización popular.
- (Bartolomé) Una pregunta Martínez Agüero: cuando Perón trató a los montoneros de imberbes y estúpidos en Plaza de Mayo, ¿no muestra una toma de posición?
- (Martínez Agüero) Lo dijo muy en caliente, pero lo más triste fue que ese primero de mayo estaba junto a López Rega.
- Era una antigua relación. ¿Qué les hacía pensar que se podía inclinar por Montoneros?
- (Martínez Agüero) Perón nos trató de “juventud maravillosa” y dijo en un momento que con 20 años menos hubiera puesto bombas con nosotros. También decía que la violencia de arriba generaba la violencia de abajo y justificó nuestra lucha.
- A 25 años, ¿no le parece ingenua aquella idea de hacer cambiar la postura histórica de Perón con una movilización masiva?
- (Martínez Agüero) Yo creo que la postura histórica de Perón era la tercera posición.
- (Bartolomé) Es evidente que la postura de Perón no era la de los montoneros, por más que se hayan sentado en la misma mesa y le hayan pateado los caniches.
- (Ocaña) Al tratar de ver quién es más o menos peronista tratando de sacralizar a Perón, se desvía la atención del tema central. En realidad fue parte de un proceso en el que se prendieron para reprimir peronistas y no peronistas, desmantelando al pueblo y ya no a organizaciones políticas. Perón tenía que jugar un rol que no juzgó ni discutió, pero creo que no hay que desvincular Ezeiza de la represión.
- ¿Hubo repercusiones en Mendoza?
- (Ocaña) Sólo por haber ido a Ezeiza te pegaban.
- (Murúa) Aquí fue terrible.
- (Martínez Agüero) Hubo un reflejo en escala. El lopezreguismo también estaba instalado aquí y los sectores de la derecha nos tildaban de zurdos y colaboraron para que desaparecieran nuestros compañeros. Mi mujer fue una militante que terminó en una quita de desaparición forzada de personas. Aquí fuimos señalados por los grupos de la derecha y muy bien implementada la represión por la Policía de Mendoza, la Policía Federal, el Ejército y la Aeronáutica. El levantamiento de personas lo hacían los grupos de seguridad orientados por la patota.
- ¿Cómo es hoy la convivencia dentro del gobierno y el justicialismo, entre aquellos dos sectores en pugna?
- (Martínez Agüero) El análisis no comienza por los hombres, sino que el principio de mayoría y las masas están por encima de los hombres. Por eso estoy en el peronismo, más allá que me tenga que aguantara un fulano que estuvo en tal o cual lugar. En esa época tan dura, era colaborador el que no se jugaba denunciando lo que veía. Perón decía que cuando el destino de la patria está en peligro, hay dos cosas imperdonables: estar en los dos lados o no estar en ninguno. Lo importante es la memoria: no se puede perdonar el Alzheimer en la política, la demencia senil.
- (Ocaña) Con Ezeiza comenzó la represión masiva y de las organizaciones. A cuatro años de Ezeiza pasaron a la clandestinidad los grupos. La cosa no era pegarle a cuatro personas que tiran tiros, sino a una organización popular muy importante que se podría haber transformado en otra cosa si el líder fuera otro.
- (Murúa) Mi experiencia la escribí con una canción. Dice que hay un tiempo que ha pasado, que ha dejado sus huellas en nuestras mentes. Fueron tiempos muy violentos, de resentimientos y persecuciones, compañeros en prisiones, llanto.
domingo, 9 de noviembre de 1997
Entrevista a Roberto Chediak: “La gente se enferma y muere de acuerdo a su clase social”
Por Martín Appiolaza, publicada en Diario Los Andes, 9 de noviembre de 1997.
Su utopía es terminar con la pobreza y entiende la política como un instrumento para, alcanzar la felicidad de los hombres. La medicina le mostro las enfermedades que produce la miseria. Frustraciones de un político. Discriminación.
Diferenciando la estabilidad monetaria del modelo económico, asegura que no alcanza con reducir la inflación y reclama una redistribución de los beneficios sociales. La utopía del , medico militante social y concejal Roberto Chediak es que se termine la pobreza. Mientras tanto, la vida y la muerte estarán condicionadas por la situación económica de los hombres.
En un permanente juego dialéctico, viaja de lo particular a lo general, intentando explicar la relación de un sarpullido con la pobreza estructural y el desempleo con la violencia social. En su doble rol de médico y militante social, encuentra las soluciones para los sufrimientos cotidianos en un cambio de la sociedad. Después de muchos años de ejercer la medicina en barrios pobres, ahora canaliza estas inquietudes a través de la política. Como socialista es miembro del Frepaso y espera ansioso la alianza con el radicalismo.
Cuando asumió como edil de Godoy Cruz, se alejó del centro de salud del barrio La Gloria, donde había formado una coordinadora que sumaba esfuerzos vecinales y religiosos para mejorar la calidad de vida. Este trabajo es la continuación de algo que empezó en 1964: "Era médico de barrio hasta que me fue a buscar la Triple A en noviembre de 1975". Llegó entonces el exilio, en Colombia primero y Costa Rica después. Convencido de los postulados dela revolución sandinista que en 1979 terminó con el régimen de la familia Somoza en Nicaragua, se inscribió en una brigada de salud para colaboraren ese país. "Fue una experiencia impactante, Cuando llegué a la frontera de Nicaragua, encontré colgado un cajón de lustrador donde decía: 'La revolución se ha hecho para que nunca más un chico tenga que lustrar botas. Era un período de mística revolucionaria.
-¿Cuándo comenzó el ocaso de esa mística?
- El bloqueo obligó a la sociedad nicaragüense a militarizarse, cerrando el proceso solidario de participación popular. Por ejemplo, un día fui a la Universidad de León para ver al vicerrector por un proyecto de investigación, pero no lo encontré porque estaba en la frontera como miliciano. En la guerra mataron a los cuadros intermedios y la dirigencia quedó aislada.
-¿Le sirvió su experiencia como médico de villas en Mendoza?
- Muchísimo. Estaba acostumbrado a trabajar sin medios. Yo soy pediatra, pero siempre he ejercido como médico de familia. Los años me enseñaron a rescatar la relación con la persona, más allá de los adelantos técnicos: si no entendés a la gente no la podés curar.
- ¿Cómo era su trabajo antes del exilio?
- Los sábados iba gratis al barrio Flores, donde también trabajaba el cura Macuca Llorens. Allí se hacía de todo: tenías que ocuparte del agua, la basura y la fiebre de un chico. Entender la relación de la salud con la calidad del trabajo, la alimentación, la pobreza y el desempleo, era fundamental para encontrar soluciones. Esa experiencia me hizo comprender los aspectos sociales de la medicina.
- ¿Hacían militancia social?
- Estábamos inmersos en un proceso de luchas sociales. Nuestro trabajo estaba vinculado con el auge de los movimientos sociales, que tenían clara dimensión política. Por ejemplo, el trabajo de Llorens no podés reducirlo a la formación de cooperativas, sino que le estaba dando una nueva dimensión a la participación social. Con el tiempo, la gente logró entender que la salud se conseguía con algo más que una visita a un consultorio.
-¿Por ejemplo?
- En una época, muchos niños padecían enfermedades de la piel. Vivían rodeados por animales en un lugar muy sucio. Les propuse alejar los caballos, pero se negaron porque ese era su medio de vida. Llegamos a un pacto: durante un mes sacaron los caballos, pero si los chicos no se curaban, los devolvían. Dio resultado y al poco tiempo se acabaron las enfermedades.
- ¿Hoy sigue ejerciendo de la misma manera?
- Estoy un poco alejado, pero hasta hace poco estuve trabajando en el centro de salud del barrio de La Gloria. Allí me puse en contacto con el cura Jorge Contreras y formamos una coordinadora junto a las señoras del barrio, las monjas y la unión vecinal. Siempre me he sentido identificado con el trabajo social, pero no coincido con los que quieren estar con los pobres buscando una manipulación política que beneficie al gobierno.
- ¿Cuál es la diferencia?
- Yo quiero estar con los pobres pero quiero que no haya más pobreza. Esa es la diferencia: no hay que glorificar a la pobreza, hay que eliminarla. Hoy, a los que dicen que se murieron las utopías, les contesto que terminar con la pobreza es técnica, económica y humanamente posible. Esa es mi utopía.
- ¿Qué secuelas deja la pobreza, que se ha incrementado durante los últimos años?
- La existencia de la pobreza explica muchas cosas que están pasando en nuestra sociedad. Por ejemplo, la violencia está relacionada con la desocupación, el abandono infantil y el maltrato. Tenemos dos sociedades: una con enfermedades del primer mundo; la otra, sufre los problemas primitivos como el hambre, la desnutrición, la falta de protección familiar y vivienda.
- ¿Quiénes resultan más perjudicados?
- Todos, pero los que más sufren este modelo son los adolescentes rechazados en los empleos por vivir en barrios urbano-marginales. Se está produciendo una estigmatización de la pobreza. Creo que se puede eliminar la violencia diseñando una sociedad con solidaridad, ética, trabajo, vivienda y protección.
- ¿Los niños también resultan discriminados?
- Claro. Por ejemplo, las vacunas contra la meningitis, la hepatitis A y B, la rubéola y la papera, se colocan a nivel privado y son caras. Por este impedimento económico, en los consultorios privados las recomendamos, pero a los pobres les decimos que no hacen falta. Existe mucho cinismo. Mientras tanto, siguen las diarreas, la disminución de la talla, el bajo peso al nacer. No hay duda: la gente se enferma y muere de acuerdo a su clase social.
- Todo comienza al nacer…
- Claro. En los abortos, mueren las madres en los sectores sociales más desprotegidos. Simultáneamente aumentan las madres solteras. La gente rica tiene acceso a los programas de planificación familiar, pero los pobres son. Los médicos a veces tienen una doble morar: a nivel estatal no quieren hacer planificación familiar argumentando convicciones religiosas, pero la hacen a nivel privado… Yo conocí a una madre que intentó suicidarse con sus dos hijitos. Me confesó que había tomado esa determinación porque la otra alternativa era prostituirse. Me contó que le lastimaba el llanto de hambre de sus hijos.
- ¿Como concejal no siente impotencia ante estos casos?
- Siento frustración. Es que la realidad supera ampliamente mi capacidad de decisión. La gente me visita todos los días pidiendo trabajo o diciendo que no tiene para sacar el documento de identidad. Las soluciones que puedo ofrecer son minúsculas y no modifican lo suficiente la realidad. La solución está en los niveles superiores, donde pueden cambiar el rumbo del modelo económico.
- ¿Qué le critica al modelo?
- Glorifica la competitividad, el eficientismo, el mercado. No estoy en contra de la paridad cambiaria, pero la estabilidad no alcanza. Ha generado un modelo cultural, el del menemismo, farandulizando la política y minimizando los contenidos. Se vive de las encuestas y las imágenes. Insisto, el modelo es mucho más que la paridad, hay que tener en cuenta las consecuencias. El cambio sin anestesia que anunció Menem, produjo la muerte de muchísimos argentinos, la desocupación de millones. Con el cambio aumentó la desnutrición, que provoca más discapacitados psicosociales. Esos niños, que no alcanzarán un desarrollo cerebral normal, dentro de algunos años tendrán problemas de aprendizaje, las escuelas no les darán lugar, no tendrán un oficio y serán estigmatizados.
- ¿Estas actitudes general el descrédito de los políticos?
- Claro, por eso creo que tenemos que remontar la cuesta y darle otro sentido a la política. La función del político es diseñar una sociedad que haga feliz a la gente. Alfredo Palacios decía que la comarca más rica es la que tiene seres humanos bien nutridos, felices y dichosos. Hoy se ha puesto la política al servicio de la economía: ya no se habla de seres humanos, sino de abonados, usuarios, contribuyentes y consumidores. Han cosificado a las personas y le han dado vida a las bolsas de valores. Esto produce una deserción de los intelectuales, dejándole un espacio a los que tienen el cuero más duro y utilizan metodologías non sanctas. Hay que revitalizar la política desde abajo. Tenemos que preguntarnos qué rol le damos al país en este mundo globalizado, qué rol le damos al Estado.
Internas
Forma parte del Frepaso, que duplicó la cantidad de concejales en su departamento. Con miras a la conformación de la Alianza en Mendoza, los dirigentes de su partido han sugerido la posibilidad de estrechar fuerzas con el Partido Demócrata.
- Resulta difícil imaginar a un socialista aliado con demócratas…
- Hay que conseguir pluralidad. Hay que balancear, hacer debates y acuerdos que no sean negocios. Yo puedo coincidir con militantes de base peronistas, radicales y demócratas, pero a veces nos separan otros niveles dirigenciales. Por eso, la Alianza es un paso hacia adelante para ir construyendo. Podemos convivir institucionalmente.
- ¿Quiénes son los responsables de que no se hiciera la Alianza en Mendoza?
- No hubo tiempo, pero se hicieron esfuerzos hasta último momento. Creo que hubo responsabilidades compartidas y nos faltó a todos un poquito de grandeza. Quizá no supimos presionar desde los niveles intermedios, para que se hiciera la Alianza. Sin embargo, fue una buena elección para todos.
- ¿Qué candidatos aliancistas le gustarían para la presidencia?
- Hay otras prioridades. Tenemos que privilegiar un espacio, un proyecto político y una metodología que nos permita el encuentro. Hay lugar para otros sectores progresistas que pueden sumarse, tenemos que abrir espacio a cuerpos técnicos independientes. Nos tenemos que poner de acuerdo en el diseño de la sociedad.
domingo, 7 de septiembre de 1997
Entrevista a Arturo Andrés Roig: “Servicios como la educación, el Estado no debería abandonarlos”

Arturo Andrés Roig es filósofo. Pero un filósofo de verdad, lo que equivale a decir un pensador. ¿Y sobre qué piensa Roig? Desde un rincón perdido de Mendoza trata de encontrar al hombre latinoamericano. Un hombre de carne y hueso desde el cual filosofar. Porque Roig no quiere hacer cualquier filosofía, sino lo que él llama “filosofía latinoamericana”, que es una manera peculiar y al mismo tiempo universal de ver el mundo.
Su currículum impresiona, pero lo que más admiración causa es que sus alumnos, muchos de ellos hoy doctores y catedráticos de filosofía, lo aman como a un maestro. Como a esos maestros que son reflejo de un Sócrates que renace en cada interrogación, en cada búsqueda, en cada reminiscencia de un saber olvidado pero latente.
Nació hace 75 años. Con una lucidez intimidatoria evoca su niñez, analiza el presente –por demás complejo- y proyecta un futuro para el subcontinente, que lo colma de optimismo. Las formas hablan más de las personas que muchas palabras: con incombinables pantalón de vestir, camisa escocesa y un salto de cama, el filósofo interrumpe la escritura de un prólogo para un libro, que le pidieron desde París y se dispone a responder preguntas.
- ¿Qué imagen de su niñez tiene más fresca?
- Me recuerdo en relación con la campiña. Mi padre era pintor (Fidel Roig Matons) y le gustaba pintar la naturaleza de forma directa y con mis hermanos lo acompañábamos en los viajes. Conocimos bien los alrededores de la ciudad, frecuentados por los primeros pintores que salían de la Academia de Bellas Artes. También lo acompañamos cuando pintaba las Lagunas de Guanacache o en la cordillera.
- ¿Era de hacerse la sincola, la rata?
- Bueno, sí. Cuando jóvenes nos escapábamos del Colegio Normal y nos metíamos en algún boliche para jugar nuestros partidos de billar, como han hecho todos los chiquillos. Pero no éramos chiquillos traviesos, porque mis padres no nos dejaban salir mucho a la calle. En ese aspecto fueron muy estrictos, nos han dado una formación lo más sólida posible.
Orígenes
Arturo Andrés Roig tiene una risa profunda y contagiosa. Es una risa sincera que se despierta con cada juego de intertextualidad, con cada concepto contundente expresado con sutil complejidad.
Este hombre, que parece hecho a la medida para hacer de abuelo en un cuento de hadas, tiene una de las bibliotecas más abundantes de Mendoza. En el comedor hay estanterías repletas de textos clásicos; en la escalera otro mueble saturado de libros; y en su estudio, hay pocas cosas que no sean libros. Gran sorpresa: “Estos no me caben en la pieza que hice construir en el fondo, donde tengo la biblioteca”.
Muchos son textos únicos, recolectados durante sus estudios sobre la historia intelectual de Mendoza.
-¿Qué determinó su interés por conocer cómo se pensaba en la Provincia en otros tiempos?
- Pienso que fue promovido por las ideas que predominaban en mis años juveniles, cuando despertaba interés por lo regional. En aquella época llegamos a tener una corriente literaria que se consideraba regionalista. Entonces, Ricardo Tudela comenzó a incorporar la montaña en la poesía, dándole un profundo sentido de lo regional. Por otra parte, desde la Universidad Nacional de Cuyo, también se adhería a esas ideas.
- ¿Tenía un componente nacionalista ese movimiento?
- Por supuesto. El nacionalismo tomó cuerpo en los años ’40. Sin ir más lejos, el peronismo tiene mucho de nacionalismo. Pero era un nacionalismo bastante dinámico, que veías a la región como parte de la nación y la nación compuesta por regiones particulares.
-¿Cuándo se alistó en la filosofía latinoamericana?
- En la década del ’50 conocí a Leopoldo Zea. Me pidió dos listas de temas para dictar conferencias. Preparé una de filosofía antigua y otra sobre pensamiento latinoamericano. Me contestó que estaba obligado a conocer la primera y que le interesaban los temas de pensamiento latinoamericano. Fue una gran lección.
-¿Está superada la Teoría de la Dependencia , que tanto auge tuvo en los años ’70 y lo tuvo a usted como uno de su pensadores?
- La problemática de la dependencia no ha desaparecido. Ahora, es necesario rehacer esa teoría. Desde los ’80, se están reformulando las nuevas variables, pero todavía no hay una escuela tan bien definida como en los ’70.
- ¿Qué ha quedado?
- Países que pretenden ser libres e independientes y que los estados se preocupen por los humildes. Es necesario llegar a una forma de vida comunitaria donde seamos actores de los grandes principios de la democracia y la igualdad en un sentido humanitario. No hay que esperar la temida revolución. Hay que avanzar pacíficamente.
-¿Cuál fue la conexión entre la teoría de la Dependencia y la Teología de la Liberación ?
- La Teología de la Liberación era un resultado de la teoría. Todo nace con las primeras lecturas sin compromiso partidario del marxismo en el continente. La Teología es fruto del diálogo entre teóricos y sacerdotes. Esto ha provocado grandes polémicas.
Identidades
Es difícil condensar en palabras el peso intelectual de Arturo Roig.
Desde un a casita en la calle Guayaquil de Dorrego, irradia pensamientos que son solicitados y estudiados en distintas partes del mundo. Pero este exponente lúcido de una corriente de pensamiento original, también se ve obligado a tomar partido en un enfrentamiento irresoluble: Boca o River.
-¿A qué dedica el tiempo libre?
-Eso es difícil de responder. Con prejuicio, se piensa que la lectura es para las horas de descanso. Yo me pregunto con qué lecturas descansa alguien que tiene como profesión leer. Aunque no tengo casi momentos de reposo, produce placer leer, aún cuando tengo obligación de hacerlo.
-¿No le gustan los deportes?
- Hemos sido educados muy al margen de lo deportivo. En contraposición, hemos tenido un contacto permanente con la naturaleza. No hacíamos equitación por deporte, pero sí para andar y para ver, que también es una forma de poner en juego la corporeidad.
-¿Y con el fútbol cómo se ha llevado?
- Bueno, últimamente mis nietas me han obligado a ser de Boda o de River, según el caso. Me resulta muy difícil tomar posición, porque la familia está dividida.
-¿A qué atribuye el retorno de los mendocinos al cine?
- Hay un avance de la sociedad civil, a pesar de todas las amenazas del neoliberalismo contemporáneo y los problemas laborales que genera. Sin embargo, hay una respuesta muy activa y creativa de la sociedad. Hay muchas manifestaciones espontáneas de conjuntos de personas que se sienten unidos ante una película o un rockero.
-¿La política económica aplicada en el país, ha generado este fenómeno?
- La influencia del menemismo en el país es difícil de definir. Hay un sector social al que pertenezco, que se despierta asombrado todos los días preguntándose cómo fue posible que lo votaran por segunda vez. En muchos casos es difícil creerle a los que dicen “yo no los voté”.
-¿La globalización puede eliminar identidades?
- La globalización tiene aspectos negativos, pero no llegan a ser tantos como para que destruyan manifestaciones de identidad.
-¿Tampoco atenta contra la identidad latinoamericana?
- No, porque las comunicaciones espontáneas entre los sectores sociales de diversos sectores marginados, se mantiene viva y muy fuerte. Un caso interesante es el reconocimiento de la población boliviana en Mendoza. De pronto dejó de ser considerado un sector social indeseable, para pasar a tener un reconocimiento cultural de esa comunidad y se los integró.
-¿Cómo se llega a ese reconocimiento?
-Es un autorreconocimiento de las diferencias regionales de toda América Latina. Este fenómeno se repite en Chile, en Bolivia, en Perú. Se está produciendo una reintegración latinoamericana, a través de estas poblaciones que se descubren a tratan de de dibujar su propia identidad.
-¿El problema de los zapatistas, tiene conexión?
-Responde a los fenómenos de este autorreconocimiento de una identidad cultural que se está produci8endo en todo el continente.
-¿Otros ejemplos?
- En Ecuador, la población quechua reclama ser reconocida como una nacionalidad. En Perú, pasa lo mismo. La enorme población indígena americana, que ha ido creciendo en silencio, descubrió que sus formas de identidad cultural son herramientas de defensa. Les sirve también para reclamos económicos: los zapatistas son una respuesta a la injusticia social, ante una sociedad capitalista injusta, con las desigualdades aterrorizadoras que trae este neoliberalismo.
-¿Qué cambios produjo en el continente?
- Fundamentalmente, dejó una experiencia social y política muy importante para el continente y una lección para los gobiernos. Lo de los zapatistas se va a repetir en cualquier momento.
-¿Una conclusión?
- Las sociedades van cobrando conciencia que los derechos humanos son una realidad tangible, eso está relacionado con una actitud emergente de defensa de lo propio. Las grandes masas pasivas, como parecían ser los indígenas después de la conquista, no existen. Se está rehaciendo esa historia que nos quiso hacer creer que hubo sectores que quedaron en la sombra. Ahora entendemos que no desaparecieron.
En el mundo
Roig encarnó un vía crucis argentino. Víctima de la intolerancia, de la ignorancia y de la estupidez, fue perseguido y despojado de la cátedra. Sus alumnos siguieron su destino y tuvieron que esperar a que la democracia comenzara a instalarse en la Argentina para volver a las cátedras y reivindicar su pensamiento original. Afortunadamente, a pesar del éxito que tuvo en universidades extranjeras y en instituciones de investigación científica y filosófica, Roig prefirió volver para rehacer sus vínculos, para enseñarnos a ver a la Argentina desde Latinoamérica. Pero no desde un pensamiento latinoamericano acotado y pequeño, sino desde la generalidad, desde la grandeza y desde la miseria de la filosofía.
-¿Favorecerá a Mendoza el Mercosur?
- Mendoza tiene una situación de privilegio en el MERCOSUR. Ha encarado medidas para integrase. Un ejemplo: la orientación hacia la producción de vinos de calidad, para competir internacionalmente.
-¿No hay riesgo de que el Mercosur se agote en un mercado común, donde sólo se beneficien empresas?
- El Mercosur depende de estructuras de tipo económico y comercial, que deben ser refuncionalizadas y trabajadas en su propia estructura. No sólo se trata de que las empresas se enriquezcan. Hay que pensar en cómo van a ser las formas de reparto de las ganancias. Si va a funcionar contra los pobres, será negativo. El Estado tiene que intervenir, no puede ser pasivo, tiene que jugar un papel importantísimo.
- ¿Esto no va contra la tan mentada modernización del Estado?
- No. Ha habido varias modernizaciones del Estado en la historia. Ahora estamos viviendo una nueva modernización con su etapa crítica. Tenemos que tomar conciencia de cómo queremos que sea modernizado el Estado en función de los intereses nacionales.
- Este tema está generando un conflicto en Mendoza. En nombre de la modernización del Estado se propone la transferencia de organismos culturales a sectores no gubernamentales. ¿Qué opina?
- El problema es complejo. Por un lado, se dice que el Estado debe desprenderse de instituciones de servicio. Pero los museos y la educación son servicios. Aquí entramos en una disparidad de obligaciones. El Estado tiene servicios que cumplir a los que no puede renunciar. Un Estado que se ocupa de todos los servicios, es probable que no dé abasto. Sin embargo, hay servicios como la educación que el Estado no debería abandonar.
¡Pobre ciencia!
-¿En qué estado está la investigación científica?
- Se está viviendo un proceso de reestablecimiento. Las universidades están saliendo del tremendo impacto que tuvieron durante la dictadura, cuando fueron militarizadas y convertidas en cuarteles. Lamentablemente el Estado no aporta dinero suficiente.
-¿Qué pasa con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas?
- El gobierno de Menem ha sido sumamente negativo para el consejo. Hubo una sucesión de directores que lo hundieron hasta un límite increíble. Faltó poco para que fuera eliminado. Felizmente, estamos en una etapa de reversión. El Consejo está adquiriendo nuevamente posibilidades de desarrollo, aunque no creo que sean muchas porque padecemos problemas de tipo económico muy fuertes.
Arturo Roig ha publicado más de 20 libros y unos 300 artículos en revistas internacionales. Dio clases en la Universidad Nacional de Cuyo, en la Autónoma de México, en la Católica de Ecuador y en la Central de ese país. Investiga o investigó para la FLACSO , el CONICET y el CRICYT. Es profesor honorario de la Universidad Andina de Quito, de la de Comahue (Neuquén), doctor honoris causa de la Nacional Autónoma de Nicaragua y visitante ilustre de la Universidad de Las Villas (Cuba). Ecuador le otorgó la Condecoración al Mérito Cultural y el gobierno de ese país lo designó Miembro de la Orden Nacional “Honorato Vázquez”. Estos son algunas de sus distinciones y ocupaciones.
domingo, 13 de julio de 1997
Entrevista a Ángel Bustelo: "Lo importante de la cultura es que llegue a las masas"
Martín Appiolaza, Diario Los Andes, 13 de julio de 1997
Incluso los que no comulgan con sus convicciones ideológicas, reconocen en Bustelo un personaje medular de la actividad cultural y política, de la Mendoza de los últimos 70 años. Amigo de Tejada Gómez y Neruda, de Marianetti y Adolfo Vicchi, de Asturias y Bufano, de Guillén y Di Benedetto, es capaz de enhebrar las anécdotas de esa raza de quijotes extinguida.
La voz suena desgajada a fuerza de mítines. Una voz que fluye desde un valle interno, un paraje donde las arengas todavía reverberan. Es una voz visceral. Subterránea. Cóncava. Cuando habla, Ángel Bustelo libera un manto de niebla que se expande lento, cubriendo todo, colándose entre los muebles, las ropas. Es una voz material, capaz de construir en minutos un mundo de quijotes y asesinos, de caballeros y traidores, de utopías que pelean cuerpo a cuerpo contra mezquindades y engaños. Al margen de sus convicciones políticas, Bustelo puede ser rescatado como un alma abierta que supo priorizar su relación con los hombres sin distinguir ideologías. Un ejemplo fue su amistad con el dirigente conservador Adolfo Vicchi.
En una pieza amurallada por cuadros y fotos de amigos, Bustelo aprovecha la primera pregunta para generar una atmósfera irrespirable para los escépticos. La poca luz que se cuela por una ventana a medio abrir, lo descubre con un escritorio delante y cientos de libros (dedicados por sus autores) detrás. El olor de las milanesas que están friendo en la cocina, anuncia el mediodía.
Ángel Bustelo, el “viejo” Bustelo, el militante comunista, el político, el amigo de Benito Marianetti, el escritor, explica por qué las esperanzas no se le agotaron, ni ahora, con casi 88 años:
“Piense en el hombre de las cavernas, en cómo tenía que luchar para sobrevivir, en lo azarosa que era su vida... sin embargo empujaba por amor a la vida. Por eso seguimos andando. La mayor parte de la gente ama la vida, salvo un pequeño grupo que en la sociedad siempre ha tenido un papel nefasto, la vida sigue avanzando. Todos empujan y sobre todo los trabajadores, la gente más pegada a la vida y a la naturaleza” -despunta, con un tono monocorde que va in crescendo-.
“Hemos llegado a un momento en que los progresos son muy grandes, pero se han olvidado del hombre. Pero ese hombre postergado está pechando más que nadie y es el que los tiene trastornados a todos estos señores que andan buscando peritos para poder seguir viviendo su vida de crápulas y de usurpadores de la vida. Ahí está mi esperanza, que es la esperanza de miles y millones de personas.”
Casi deletreando, dispara las últimas palabras contra un punto perdido en la pared. El detonante fue una pregunta sobre el título de su último libro: “Penúltima página”. Con un ejemplar flameando en la mano, explica que no es una despedida, más bien un “continuará”, como en las historietas: “Porque he sido en mi vida un hombre esperanzado, encontrar este nombre me ha parecido bien”.
- Se dice que la caída del Muro de Berlín es el parte de defunción de las ideologías...
- Al Muro de Berlín lo derribó la propia gente, ya sea de un lado o del otro, porque se había levantado en un momento en que tenía una justificación. Es cierto que el socialismo cometió errores, pero fueron de los hombres, no de la doctrina. Eso no quiere decir que derribado el Muro de Berlín se terminó con el socialismo. Hoy, las masas están en movimiento hacia una sociedad más justa, donde reine la verdad y donde no anden todos a las escondidas.
Entre Yrigoyen y Lencinas
Sobre el escritorio tiene la computadora que le ayudó a parir “Penúltima página”, recién editado por el sello local Canto Rodado. El libro es una selección de escritos. Quedaron muchos afuera (¿para una segunda parte?), desparramados por la pieza. Son textos cortos que evocan personajes o relatan anécdotas, son ochenta y pico de años de historia, tamizados por los caprichos de la memoria. Por ejemplo:
- ¿Cómo recuerda a Carlos Washington Lencinas?
- Era un tipo progresista, un gran político. No llegué a tener trato personal con él, aunque compartimos un viaje en tren, cuando volvía de una gira por Brasil. Mi conciencia política se despertó un poco después. Me acuerdo bien del 6 de septiembre de 1930...
- Ese día fue el golpe de Estado contra Yrigoyen, ¿no?
- Claro. Yo estaba estudiando en La Plata y habíamos ido con una comisión a Buenos Aires para pedir cambios en el gobierno, pero no una revolución y menos de derecha. Vi cuando pasaban los cadetes frente a la confitería El Molino. Estuve cuando quemaron la casa de Yrigoyen, que quedaba en la calle Brasil, cerca de la estación Constitución. Yo iba a tomar el tren de vuelta a La Plata y vi cuando le quemaban la casa, eran los de la Liga Patriótica Argentina. Salvé un libro que se estaba quemando y me persiguieron hasta que llegué a la estación...
Un resfrío mezclado con un poco tos, se empeñan en interrumpir el diálogo. Bustelo se compone con un trago de soda, pero cuando está por retomar, suena el teléfono. Esta vez es Bianchi, el de las bodegas, dice que está enloquecido con el libro y que mañana va a traer unas botellitas para brindar. El llamado anterior había sido de Horacio Guarany, el folklorista, el de “Si se calla el cantor”, un viejo amigo de asados y trasnochadas. Dijo que el libro lo había impresionado porque “vos decís las cosas, Angel, las decís bien, pero las decís para las gente y sin disminuir el lenguaje”.
Guillén y Benedetti
De nuevo a la charla. Bustelo, el poeta, el hombre viejo, el memorioso, vuelve sobre su vida. En loúltimos años se lo ha instalado en el rol de historia viviente mendocina y Bustelo aprovecha para contar a rienda suelta. Una foto que se tomó en Roma con Marianetti, lo demora evocando a su amigo: “Hablar de un genio en pocas palabras es imposible. Fue un político de la talla de Lisandro de la Torre , pero los conservadores le impidieron llegar... Me acuerdo que Nicolás Guillén se quedó impresionado con Benito...”
- ¿Fue cuando le escribió “El señor de los cerezos en flor”?
- Sí. Benito era un caballero. Una vez, Guillén lo vio llegar, bajarse del auto y sacarse el sombrero para darle la mano a Valentín, el obrero negro que trabajaba en ``Las Nerinas’’. Eso fue lo que inspiró a Guillén. Yo me hice muy amigo de él. Vino a Mendoza en una época en que lo echaban de todos los países. El gobierno de Frondizi le dio un permiso de noventa días y se quedó aquí dos semanas. Me acuerdo que íbamos al lago del Parque y él me pedía monedas chiquitas y las tiraba al agua, para que el agua y la tierra lo retuvieran, según una tradición negra. A cada rato “mira chico, dame una monedita” -dice imitando al escritor cubano, mientras desentraña de la biblioteca un libro que Guillén le dedicó.
Cerca de la foto con Marianetti, hay una imagen de Pablo Neruda. Bustelo lo vio en varias oportunidades, pero la anécdota más divertida surgió de un desencuentro:
- En “Vida de un combatiente de izquierda”, usted cuenta que intentó rescatar a Neruda. ¿Cómo fue eso?
- Yo era diputado. Me llamaron de Chile y me dijeron que me esperaban en la frontera. No dijeron nada más. En esos día había habido un golpe en Chile y salía en todos los diarios que lo estaban persiguiendo a Neruda, entonces pensé que el llamado tenía que ver con eso. Cuando llegamos, estaba cerrado el paso. Me presenté como diputado y nos dejaron pasar. Cuando llegamos al hotel “El Portillo”, me bajé a ver. No había nadie. Le pregunté al conserje sobre las novedades: “¿Qué anda pasando con Pablo Neruda, que es mi amigo, no ha andado por acá?”. Un tipo de los servicios me escuchó y lo pesqué pidiendo instrucciones a Santiago. Esperamos un rato a ver si venían y nos fuimos. Esa fue mi gran oportunidad para pasar a la historia.
- ¿Cómo sigue?
- De vuelta, fui a LOS ANDES a poner un aviso fúnebre. Me encontré con mi amigo Edmundo Moretti, que trabajaba en la parte de telegramas. Me mostró un cable que habían recibido de una agencia de noticias, que decía que yo había ido a Chile y había generado un problema internacional. “¿Qué hacemos con esto Angelito?”, me preguntó. Al final no se publicó.
Scalco y la Interpol
Habla como escribe, reconstruyendo la historia a partir de las vivencias. Las milanesas se enfrían, pero Angel Bustelo, el Bustelo candidato presidencial, el amigo de Carlos Alonso y Julio Le Parc, estuvo preso con casi todos los gobiernos de facto. “Yo los molestaba todo lo que podía, entonces, cuando caía, se las cobraban todas juntitas”, se divierte a la distancia de los años de cárcel. Un ejemplo: cuando desorientó a los policías que quería capturar al pintor Juan Scalco.
“Yo estaba preso en la Policía Federal de Mendoza, porque me habían iniciado un juicio por desacato a Onganía. Lo veo pasar a Scalco que también lo habían detenido. Habían pasado 15 días y nadie sabía nada de él, porque se pasaba semanas encerrado pintando. Cuando recuperé la libertad, asumí la defensa...”
Angel Bustelo, distinguido en 1990 como ``Ciudadano ilustre de Mendoza’’, ha publicado: ``Alfredo Bufano, El montañés que vio el mar’’ (1981), ``Un muchacho de provincia’’ (1983) que obtuvo el premio de la Sociedad Argentina de Escritores, ``San Rafael de sus amores’’ (1985), ``El silenciero cautivo’’ (1988), que relata los meses compartidos en prisión con el escritor y periodista Antonio Di Benedetto, ``Duende y pólvora’’ (1990) y ``Vida de un combatiente de izquierda’’ (1992).
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