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domingo, 15 de noviembre de 2015
miércoles, 10 de junio de 2015
En el gobierno de Pérez aumentaron los robos violentos
Publicada 10 de junio de 2015 en MDZol
Según los datos provistos por la Procuración General del Ministerio Público de Mendoza, la tendencia es ascendente con un crecimiento que sería superior al 20%. Dentro de los robos agravados, según explican policías y fiscales, predominan los asaltos a mano armada. Es difícil estimar un número definitivo porque muchas de las víctimas de estos delitos no los denuncian (según en algunos tipos de robos se denuncia menos de la mitad).
Es importante valorar que el Ministerio Público difunda esta información, porque permite dimensionar y tratar de comprender qué características tienen los delitos violentos en Mendoza. Especialmente en tiempos electorales, para que las propuestas y los consensos se cimienten en diagnósticos realistas espantando las tentaciones de la demagogia penal o las propuestas mágicas que siguen dañando la confianza pública y profundizando la inseguridad.
(Quien escribe estas líneas ha asumido una posición crítica sobre muchos aspectos de las gestiones de seguridad de los últimos gobiernos. Es bueno que se pongan en cuestión algunas de estas afirmaciones y revise las estadísticas en la página web del Ministerio Público). Mientras tantos, arriesguemos interpretaciones.
El gráfico muestra que hay meses con altos niveles de robos agravados y otros en los que disminuyen. Estas tendencias suelen corresponderse con distintas variables, entre ellas el tiempo: en los meses cálidos aumentan, porque también aumenta la cantidad de personas en la vía pública. Por ejemplo, hubo 902 denuncias en junio del 2012 y 1397 en abril del 2015. Encontrar las razones es un buen camino para empezar a resolverlas: hay que buscar causas económicas (disminución del ingreso real especialmente en grupos más vulnerables), de deterioro social y en algunas culturas criminales (las banditas violentas preocupan en muchos barrios de la ciudad), también problemas en el funcionamiento de la Justicia, en el deterioro al que se ha sometido a la Policía y especialmente en la falta de una política criminal.
La tendencia creciente tiene correspondencia también con el incremento de otros delitos violentos en el Gran Mendoza, como los homicidios. La tasa superó el umbral de 10 asesinatos cada 100 mil muertes que establecen las Naciones Unidas para considerar que existen epidemias de violencia. El año pasado fue de 12,59 colocando a la ciudad entre las más violentas del país y revirtiendo definitivamente la tendencia de descenso que había tenido en la primera mitad de la década pasada.
La seguridad empezará a resolverse lentamente sólo si hay medidas que rompan el ciclo de desaciertos que permitieron el aumento del delito, como ya ha hecho explícito por ejemplo el candidato a gobernador Cornejo. La salida necesita de acuerdos sobre información sólida, profesionalismo y una gestión efectiva de todas las instituciones del Estado que pueden revertir el problema.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Necesitamos una inteligencia para reducir el crimen
El presupuesto para la seguridad aumenta. La cantidad de policías
aumenta. La cantidad de juzgados y presos aumenta. Sin embargo, crece aún más
rápido el delito y los homicidios. Hay que cambiar para ser efectivos: la
clave está en entender cómo se organiza el crimen y atrapar a los responsables
a partir de información criminal.
Publicado en Diario Los Andes, 25 de marzo de 2015
Por Martín Appiolaza*. El mundo cambió. El delito cambió. Las viejas recetas ya no funcionan.
El crimen crece aceleradamente y los intentos por disminuirlo parecen
impotentes. Cada día se necesitan organizaciones policiales y judiciales más
preparadas, con funcionarios más especializados y coordinados. Porque las
organizaciones del crimen son cada vez más sofisticadas, a veces operan desde
cualquier parte del mundo usando bandas locales y suelen tener más recursos que
los policías y fiscales.
Cuando hablamos de crimen organizado suena lejano, pero las
organizaciones operan muy cerca de nuestras casas. El robo a punta de pistola
de un auto, secuestros para trata o la banda que vende de drogas en una
esquina, por ejemplo, suelen ser la cara visible de estructuras criminales
complejas con muchas ramificaciones. Detrás del que robó el auto está el que lo
desarma o bien el que lo saca de la provincia y revende. Detrás de la abuela o
el joven que vende marihuana, está el que la importó, el que organizó el
transporte por miles de kilómetros, el que pagó sobornos, el que la repartió
para que la comercialicen.
Detrás de los asaltos violentos o las peleas por territorios en los
barrios hay jefes. Cuanto más impunidad y libertad para actuar tienen esas
organizaciones criminales, más violencia sufrimos, más sentimiento de
inseguridad y percepción de que la Justicia o la policía no funciona. Por eso
una política criminal que busque reducir el delito debe hacer foco
principalmente en las modalidades de crimen organizado y sus miembros.
Para atraparlos hace falta información sobre el crimen y un uso
inteligente para darle efectividad a la Justicia y la Policía. Una estrategia
integral debe sumar mecanismos adecuados de controles patrimoniales, control y
lucha contra la corrupción y mecanismos sociales que prevengan las causas que
favorecen el crimen como políticas efectivas de salud, educación y trabajo.
Postales de un fracaso
Nunca hubo tantos presos, tantos jueces, tantos policías y tantos
delitos. Por este camino todo esfuerzo parece condenado al fracaso. Hace falta
un cambio en el modo de abordar el delito que pasa por tener información que
permita llegar a las cabezas de las organizaciones que dinamizan el delito en
los barrios. De atrapar a los miembros de esas organizaciones antes que sigan
cometiendo crímenes. Y de poder anticiparse a la formación de nuevas bandas y
de los delitos que quieran cometer.
Se trata de ser inteligentes y de hacer inteligencia: es decir, buscar
información que nos permita ser efectivos con los pocos recursos que tiene el
Estado. No se pueden seguir tratando de matar moscas a cañonazos, sino de
conocer en profundidad las organizaciones, su forma de actuar, sus redes de
protección (por definición, estatales y económicas) y la mano de obra violenta
que usan, repitiendo varias veces los delitos.
Hace años, Mendoza creó un área de inteligencia criminal que al menos
parece ineficiente. La inteligencia criminal, que está en debate en la
Argentina, se ha desvirtuado entre operativos de seguimiento político,
confundiendo funciones y logrando escasa eficiencia (a la vista está el
despliegue de capos narcos que hicieron de Puerto Madero y Nordelta). Si esto
pasa en la Argentina, Mendoza seguramente no es una excepción.
Pero en Mendoza se vaciaron los sistemas de información criminal. Hace
un tiempo me tocó entrevistar a una funcionaria de Seguridad que hacía un buen
trabajo de análisis de información sobre las organizaciones de robo de autos,
pero los otros funcionarios preferían manejarse por la intuición. Las
consecuencias están a la vista.
A diferencia de otras provincias, hoy prácticamente no tenemos información
criminal, no tenemos estadísticas amplias que permitan entender las dinámicas
del delito. Nos faltan datos para saber qué características tendrá el crimen
dentro de 10 o 20 años y formar policías adecuados para abordar los desafíos
que vendrán. En cambio, todo es coyuntura y supervivencia al día, todo es
tratar de tapar un escándalo con algún operativo pomposo. Así no se hace
política seria ni se consiguen soluciones de largo plazo. Hacen falta políticas
de Estado fuera de las especulaciones políticas o las preocupaciones por su
continuidad laboral de los funcionarios de turno.
Inteligencia contra el crimen
La inteligencia se aplica en varias áreas de las políticas públicas,
para garantizar la vida de los ciudadanos y los derechos ante una multiplicidad
de amenazas que pueden afectar el acceso a la comida, poner en peligro la salud
o bajar el valor de la producción de recursos de un país. Entonces, ¿por qué no
hacerlo bien en seguridad?
Una anécdota: hace una década, trabajando para Naciones Unidas, pude
compartir una reunión privada con una de las máximas autoridades del sistema de
inteligencia brasilero. En ese momento se quejaba porque le habían cambiado las
órdenes: el presidente Lula ya no les pedía que expiaran a adversarios políticos,
sino que siguieran de cerca el valor de los alimentos en los mercados mundiales
para poder anticiparse a una hambruna, un boom agrícola o conflictos por
tierras cultivables.
¿Podremos hacer lo mismo para anticiparnos a las organizaciones criminales
transnacionales que pueden intentar desembarcar en la provincia, cooptar las
bandas locales e intentar lavados de activos como ya pasó en México, por
ejemplo? El crimen organizado tiene una fase depredadora que es la del crimen
tal como hoy lo sufrimos en los barrios. Pero luego busca cooptar el Estado
comprando a políticos y jueces.
El sistema electoral sin financiamiento público que es una tentación
para que el dinero del crimen intente meterse en las campañas electorales. El
financiamiento privado de la política favorece que el poder económico (el
lícito también) coopte a los partidos políticos y al Estado. Ya hubo dinero
vinculado al narcotráfico en al menos en dos campañas presidenciales. La
Argentina no ha demostrado capacidad aún para frenar el lavado de activo
asociado con la corrupción. Si sucede, la violencia será peor.
Estamos a tiempo de apostar a una seguridad basada en la inteligencia,
concentrada en ir a buscar a las bandas, a sus jefes, a sus matones. Si lo
logramos, se romperá el ciclo acelerado del incremento de la violencia y
también estaremos poniéndole freno a las organizaciones del crimen organizado
que quieran afianzarse en Mendoza.
*Investigador del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia.
Asesora a gobiernos y organismos internacionales.
martes, 10 de marzo de 2015
¿Por qué están disminuyendo los homicidios en Rosario?
La reducción se mantiene después de varios meses. Arriesgar causas es
prematuro. Una podría ser el diseño, articulación e implementación de políticas
de seguridad y sociales entre distintos niveles del Estado. Se produce en un
contexto nacional de alza.
Por Martín Appiolaza. Está disminuyendo la cantidad de
homicidios en Rosario. Primero empezó a reducirse el ritmo de crecimiento. Pero
desde agosto hay una clara disminución comparada con los primeros meses del año
y una reducción fuerte respecto a los mismos meses del 2013. El cambio en la
tendencia se da en los meses en que históricamente aumenta la violencia y sus
víctimas en la ciudad.
Los datos producidos por el
Observatorio de Convivencia y Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de
Rosario indican que en agosto hubo un homicidio menos que el año anterior. Que
en septiembre la disminución sobre el mismo mes del año anterior fue del 50% y
que en octubre la caída fue del 57%. En noviembre y diciembre la caída fue
menor. El año terminó con 5,5% menos y en los primeros dos meses del 2015 la
caída es del 20%.
La tendencia anual comenzó a
estabilizarse a partir del segundo trimestre, en coincidencia con la
implementación de una serie de medida de tipo policiales como la presencia de fuerzas
federales, la creación e implementación de la policía comunitaria en algunas
zonas muy afectadas por la violencia y los cambios en las formas de patrullaje.
Pero también una intervención amplia en estrategias de prevención e inclusión
social.
Las políticas públicas orientadas a la
seguridad son complejas, requieren varios niveles de intervención, los impactos
demoran y pueden variar bruscamente por muchas razones. Sin embargo, cuando se
insinúan tendencias alentadoras en cuanto a la reducción de la violencia,
merecen atención.
No hay remedios mágicos. Los datos parciales
del Observatorio municipal muestran que, al mismo tiempo que disminuyeron las
víctimas fatales –que aún son muchas- la cantidad de heridos por armas de fuego
se mantuvo alta. Esto permite relativizar el impacto de las medidas de
presencia policial, ya que los tiroteos se siguen produciendo.
Lo que cambia es la letalidad:
distintos estudios y observaciones permiten advertir que predominan las peleas
entre grupos juveniles por broncas y adversidades locales. Es un fenómeno que
se ha hecho visible en los últimos años en ciudades grandes e intermedias en
todo el país. Así también lo detectó el Instituto de Investigaciones de la
Suprema Corte de Justicia respecto al incremento de homicidios en la Ciudad de
Buenos Aires. Otras ciudades grandes como Mendoza, por ejemplo, también están
sufriendo un incremento importante en las tasas de crímenes violentos.
Las acciones
La reducción de homicidios es una
tendencia. Asegurar cuáles son las causas y prescribir “soluciones exitosas”
puede ser prematuro. Sin embargo, podemos especular revisando qué puede contribuido
a la baja. Especialmente, identificar las políticas públicas. Veamos.
La Municipalidad de Rosario definió,
una serie de estrategias de prevención social de la violencia, dentro de lo que
le permiten sus competencias en temas de seguridad pública. Están focalizadas
en los grupos más vulnerables, en la violencia armada, las víctimas y
fortalecer las capacidades de control para mejorar la convivencia. Estas
acciones comenzaron hace un año y hay que considerarlas como posibles
contribuciones a la disminución de la violencia.
Un estudio a partir de las víctimas de
la violencia en Rosario permitió establecer que la mayoría son niños y jóvenes,
varones, que viven en barrios populares, que han pasado por situaciones de
violencia y que vuelven a repetirse. Orientándose a esos grupos, el programa
“Nueva oportunidad” trabaja con 700 de esos jóvenes en inclusión laboral y
sociocultural. Complementariamente, el Ministerio de Educación de Santa Fe
profundizó las estrategias de inclusión educativa con el programa “Vuelvo a
estudiar”, focalizado en frenar el abandono escolar.
Todos coinciden, en Rosario el Estado
está presente en todos los barrios. Sin embargo, hay zonas de la ciudad donde
la inversión social es más necesaria para garantizar el acceso a servicios como
agua, electricidad, cloacas, pavimento y cambiar las condiciones de
hacinamiento. Muchos de las víctimas de la violencia viven en estas
comunidades. La violencia ha redefinido las formas de convivencia, incluso por
la aparición de mercados ilegales. En esas comunidades la provincia de Santa Fe
y la Municipalidad de Rosario cooperan con organizaciones comunitarias en las
mesas barriales para mejorar los barrios y fortalecer la capacidad de
organización de los vecinos. El “Plan Abre” desarrolla iniciativas similares también
en Villa Gobernador Gálvez y Santa Fe.
Prevención
El estudio de las características de la
violencia en Rosario articulando distintas áreas estadísticas municipales,
evidenció que 9 de cada 10 víctimas de homicidios eran varones, que la mitad
tenían entre 10 y 30 años, que las muertes se producían con armas (en 7 de cada
10 casos y aumentando), que la mayoría de estos jóvenes moría a no más de 15
cuadras de su casa y que la mitad de los asesinados rosarinos ya habían sufrido
situaciones de violencia. Además, la información del Ministerio de Seguridad de
Santa Fe demostró que la principal causa de violencia era por violencia entre
conocidos, y no, como se aventaba mediáticamente, vinculada al narcotráfico.
La política de prevención municipal se
concentró en estas víctimas, tratando de resolver las causas de los conflictos
y evitando que se multipliquen. Esto incluye un relevamiento permanente de los
conflictos en la ciudad y el abordaje a las víctimas de violencia armada junto
con sus personas cercanas para desactivar venganzas o futuros enfrentamientos. También
mediación entre bandas para superar las enemistades o broncas que
desencadenaron la violencia.
Incluso, en la multiplicidad de acciones
podríamos considerar también mejoras en el control y convivencia en el espacio
público, ámbitos donde se producen la mayoría de los conflictos violentos.
Coordinaciones
Igualmente importante, la coordinación
entre niveles de la justicia, investigaciones enfocadas sobre organizaciones
ilícitas y en la que han colaborado distintos niveles del Estado, han encerrado
a grupos criminales. Incluyendo a policías corruptos.
La modernización de la policía es
clave. Los primeros pasos han avanzado en definir criterios de gestión para
concentrarse en algunas estructuras criminales, definir especialización
policial de acuerdo a problemas como la Comunitaria y Táctica, así como la
descentralización creando jefaturas por nodos y por ciudades. La reforma
policial y de la justicia penal buscan reconstruir la confianza dando
respuestas a las expectativas sociales de seguridad y justicia.
Sin duda el conjunto de acciones
municipales, provinciales y federales han contribuido en parte a empezar a
reducir la violencia. La enumeración rápida de políticas –en general contenidas
en un consenso amplio sobre lo que debe ser una seguridad democrática- puede
resultar orientadora. Pero no hay respuestas mágicas. Es fundamental construir
acuerdos amplios para avanzar en políticas a largo plazo y renunciar a las
especulaciones electoralistas sobre un tema complejo y extendido en el país,
que encabeza las preocupaciones en la Argentina.
(*) Martín Appiolaza. Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia. Asesor en seguridad ciudadana y convivencia de la Municipalidad de Rosario.
jueves, 11 de diciembre de 2014
domingo, 23 de noviembre de 2014
Bajar el delito mejorando la prevención
Publicado en Clarín, 22 de noviembre de 2014.
Los niveles
de violencia están creciendo en algunas ciudades y bajando en otras. Aunque no
se publican estadísticas oficiales desde el año 2008, es posible inferir
tendencias a partir de estudios parciales de la Justicia, los sistemas de salud
o la prensa. Así surge que en el gran Mendoza se proyecta un aumento de los
homicidios del 50%; que en Comodoro Rivadavia subieron cerca del 30% (como ya
pasó en el 2012); que algo similar pasa con la ciudad de Santa Fe. En 2012 los
homicidios crecieron casi el 70% en la provincia de Córdoba. También aumentaron
un 60% en Chubut, 54% en Salta, 46% en Entre Ríos, 14% en Formosa, 9% en Buenos
Aires y 8% Neuquén, según registros del Ministerio de Salud analizados por la
Asociación de Políticas Públicas. El año pasado el aumento en Rosario fue del
39,5% (Observatorio de municipal de Convivencia y Seguridad), en Neuquén el 27%
y en ciudad de Córdoba el 10,5% (dato del Observatorio de Seguridad Ciudadana).
También hay
descensos este año en tres ciudades que habían tenido alzas recientes. Rosario
está bajando sus homicidios a partir de programas sociales de infraestructura,
inclusión educativa, prevención de la violencia armada, patrullaje de fuerzas
federales, reformas en la policía e investigaciones judiciales sobre grupos
criminales. También tienden a bajar Córdoba y Mar del Plata.
En el 2012
el 63% de los homicidios en la Argentina fue con armas de fuego. En Mar del
Plata el 71,8%, según el Centro municipal de Análisis Estratégico del Delito y
la Violencia. En el Conurbano llegaron al 68,9%, la principal causa fueron
riñas o venganzas (41,57%) y la mitad de las víctimas sobre las que hubo datos
fueron niños y jóvenes. En el mismo año en la Ciudad de Buenos Aires el 56% de
los homicidios involucró armas de fuego, una bronca previa fue causa principal
(39%) y 4 de cada 10 víctimas fueron niños y jóvenes, según los estudios de
expedientes que hace el Instituto de Investigaciones de la Corte Suprema.
Es una
tendencia global, según la ONU: 50% de las víctimas de homicidios en el mundo
tienen entre 15 y 29 años; el 79% son varones. En América Latina la posibilidad
de morir siendo joven es cuatro veces más alta que en el resto del mundo,
potenciada por el uso de armas: 66% de los homicidios (el doble que en Asia y África).
Las
estadísticas y las experiencias demuestran que para disminuir las muertes hacen
falta programas integrales de prevención de la violencia, abordar a los grupos
más conflictivos, generar su inclusión social y cultural, mediar para desmontar
las enemistades entre bandas, controlar efectivamente armas y municiones con
una agencia jerarquizada y solvente. Excepto algunas experiencias aisladas
(gubernamentales y de la sociedad civil), en la Argentina prevalece una
respuesta insuficiente, puramente policial y judicial.
por Martín
Appiolaza, Director del Centro de Estudios de Seguridad Urbana de la
Universidad Nacional de Cuyo
lunes, 17 de noviembre de 2014
viernes, 7 de noviembre de 2014
Contra la violencia
América es el continente más violento, niños y jóvenes los que más mueren, las armas de fuego las que más matan. ¿Qué podemos hacer?
Publicado en La Vanguardia, octubre 2014
Por Martín Appiolaza. 25 de Junio. La camioneta trepó el cerro por una calle de
tierra imposible entre las casas precarias. Es una zona tomada por las bandas
criminales, herederas de las organizaciones paramilitares. Ahí abajo está Soacha,
vecina de Bogotá, una de las principales receptoras de la migración interna y
desplazados por el conflicto colombiano. En la cima llueve y hace frío.
Arropados por una sala comunitaria una niña cuenta con detalles cómo asesinaron
a su amigo. Todo pasó delante de ella. Tuvo el impulso de tratar de impedirlo,
pero su mamá la agarró fuerte del brazo. Y se quedó viendo. Los enmascarados se
fueron en sus motos, alzando las armas. El amigo quedó muerto en el barro. Así
mueren decenas de niños y jóvenes: algunos porque terminan involucrados en las
peleas de bandas que controlan las drogas, los sobornos o el sicariato. A otros
los matan para demostrar que los pueden matar sin que pase nada.
Ella cuenta (sigue llorando aunque cree que no lo notamos).
Los que la escuchan no dejan de sorprenderse: ella habla con palabras diáfanas,
convencida de que debe salvar a otros chicos porque así está salvando a su
amigo. Sabe que puede morir en cualquier instante, eso le da serenidad. Ella
cuenta y los otros no pueden creer que esa niña llena poesía sea la misma que
hace poco no sabía hablar con palabras. Ella encontró palabras de coraje
jugando y aprendiendo con otros niños.
***
En Colombia, el 53% de los asesinados no llegan a cumplir
los 30 años. Es el grupo de edad más victimizado: más de 5000 jóvenes al año.
Hay que sumarle unos 1100 niños. El 80% de esos homicidios son con armas de
fuego. La tasa es 5 veces superior a la que reconoce la Argentina.
Toda América tiene una foto similar: es la región más
violenta del mundo. Dos tercios de los asesinatos son con armas de fuego. Los
niños, niñas y jóvenes resultan los más afectados. El 30% de los homicidios
involucra a grupos de jóvenes varones que pasan su corta vida hacinados en
barrios populares, expuestos a las actividades más violentas del crimen
organizado que maneja los mercados ilegales. En Latinoamérica las posibilidades
de morir siendo joven y varón son cuatro veces más altas que el promedio
mundial.
***
2 de Julio. Es una pared ancha, de unos 6 metros. Es lo más
blanco en esa comunidad selvática de Ilopango, al oriente de San Salvador.
Tiene tatuado con letras góticas “mara Salvatrucha”. Por un pasillo estrecho
con casas en los costados se va accediendo a la comunidad. El pasillo trepa y
se desdibuja con el follaje. Hay unos jóvenes por allí pero ya nos avisaron que
no hay que tener miedo. Por un costado se
entra al salón que tiene techo de chapas hirvientes. En el
medio una mesa, una gaseosa y vasos de plástico. La reunión ya empezó.
Conversan sobre los proyectos de la cooperativa: huertas orgánicas de chiles y
tomates que están cultivando los jóvenes pandilleros de la Mara Salvatrucha con
la unión vecinal, algunas organizaciones sociales y con ayuda de la cooperación
internacional. Ese de ahí, el que está pasando el informe contable, es la
autoridad de la mara en esta comunidad. Es joven, habla claro, seguro y me
explica: queremos una oportunidad, la pacificación que vino con la tregua nos
está permitiendo aprender oficios y tener trabajo. Antes venía la policía y nos
extorsionaba o nos mataba. Le suena el celular y se aleja para hablar sin que
lo escuchen. Se queda parado en una zona gris: las pandillas continúan
conviviendo con el delito, los jefes manejan desde las cárceles, hay muchas
dudas pero también alguna esperanza de que por fin disminuya la violencia.
***
Los niveles de violencia en El Salvador son de los más altos
del planeta. Sin embargo, la cantidad de homicidios se redujo casi un 40% a
partir de una tregua que acordaron desde las cárceles las cúpulas de las dos
principales pandillas violentas: las maras 18 y Salvatrucha. La tasa de
homicidios del año pasado bajó hasta los niveles de Colombia. Como el resto de
América Latina, la mayoría de las víctimas tienen menos de 30 años, de cada 10
víctimas 9 son varones y las armas de fuego intervienen en el 67% de las
muertes violentas (antes de la tregua era el 81%).
Pero el fenómeno de las maras es muy complejo y focalizado
en el triángulo norte de América Latina. En El Salvador se mezcla una historia
de violencia social y política, desplazamientos, extrema pobreza (el 72% son
niños y niñas), desigualdad (tiene el lugar 130 sobre 160 países), mal
desarrollo (tiene el puesto 115 sobre 187 países en el ranking de desarrollo
humano) y con un crecimiento urbano que facilita el hacinamiento. Participar en
las pandillas violentas, en muchos casos son un eslabón del crimen organizado,
resulta una alternativa de vida válida para los jóvenes.
La tregua entre las maras es polémica. Las maras son
organizaciones criminales jerárquicas que administran negocios ilegales. El
nivel de involucramiento y el reparto de ganancias no son igualitarios. Los
eslabones más bajos sobreviven con unos 200 dólares mensuales y muchos dicen
que están predispuestos a apartarse de la pandilla a cambio de una mejor opción
de vida. Después de los 25 se ven los “calmados”, los que quieren evitar la
violencia, pero abandonar la mara vivo no es fácil. La tregua facilitó el
despliegue de algunas políticas focalizadas en los grupos más abiertos y
vulnerables, pero el gran obstáculo han sido los jefes pandilleros de las
comunidades: resisten el cambio con excepciones como la cooperativa en
Ilopango.
***
2008. La ciudad de Mendoza creció descontrolada hacia el
oeste, sobre las faldas de la precordillera, y allí se asentaron villas.
Mientras muestran las cicatrices de los balazos, cuentan que sus familias
fueron mudándose de villa en villa, hacia donde había un pariente que los
atajaba. Los balazos tienen historia y ellos con unos 25 años ya son
experimentados con historias para contar. El de la pierna fue jugando:
estábamos tomando y se me escapó. El de la espalda, muestra el otro, fue en una
pelea contra los del barrio de enfrente: es una pelea de hace mucho. Ya no se
acuerdan por qué. En el Fachi ellos son los que mandan, a los que hay que
temer. Pero ellos le tienen miedo a la familia que vende drogas y alquila
armas. Todos dicen que los protege la policía. Los más chicos, los guachines,
están siempre ahí, juntos, avisando si vienen extraños al barrio sacados. Se
van con un arma y vuelven con plata para comprar merca. Están sacados: cuando
tengan 15 nos van venir a matar a nosotros. Y así fue. Unos años después los
tiroteos de los niños de entonces domina la vida de la villa.
***
El fenómeno de niños, niñas y jóvenes solos o en grupos,
insertos en economías ilícitas como estrategia de vida, que en sus cúpulas son
manejadas por organizaciones del crimen organizado, es un fenómeno presente en
la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Es más intenso donde hay
segregación, grandes desigualdades y políticas de exclusión (económica, de
seguridad, raciales o culturales). También se ha extendido también a ciudades
medianas.
Las políticas para abordar el tema de grupos de niños y
jóvenes expuestos a la violencia armada organizada son fallidas e
inconsistentes. Donde se lo encaró con más policías y cárceles, generó más
violencia y profesionalización de los grupos involucrados en delitos. Es el
caso de las políticas de “mano dura” centroamericanas que asociaron pandillas
con crimen: persiguieron indiscriminadamente y dispararon las tasas de
homicidios.
En otros casos no existen políticas específicas, de facto se
aplican las leyes penales castigando individuos pero ignorando a los grupos y
sus lógicas. Es que casi un siglo de estudios demuestran que las pandillas o
bandas pueden tener también un rol positivo como identidad colectiva e
inclusión en la exclusión.
Existen varias experiencias de trabajo con estos grupos de
niños, niñas y jóvenes en situaciones de violencia que lograron cambiar las
conductas de las personas transformando sus grupos de pertenencia. Es que
trabajar con la bandita, la pandilla (un término que no tiene consenso en la
Argentina) o el grupo, es la oportunidad de prevenir la violencia de manera
efectiva y sostenible. Barcelona y Ecuador le dieron personería jurídica a
algunas pandillas. En Ciudad Juárez los grupos se forman y hacen incidencia
social por la reducción de la violencia. En Rio de Janeiro los mismos jóvenes
soldados de las bandas criminales se convirtieron en boxeadores, estudiaron y
llevaron al Parlamento sus reclamos.
Excepto algunas experiencias aisladas, la Argentina naufraga
entre el abordaje penal y la falta de políticas específicas para estos
fenómenos novedosos, dinámicos y complejos. Esa es una de las tantas causas del
aumento de la violencia.
domingo, 12 de octubre de 2014
Entrevista: "Les tenemos miedo a las palabras"
Por Rafael Rey
EL MENDOCINO MARTÍN Appiolaza, especialista en seguridad
ciudadana y prevención del delito, estuvo la semana pasada en Montevideo, en el marco del Foro Justicia
2014, organizado por el Centro Interdisciplinario de Estudios Judiciales y la
Asociación de Funcionarios Judiciales del Uruguay.
Allí dio una conferencia ("Seguridad, política y
populismo penal"), donde, "entono de farsa", brindó consejos a
aquellos candidatos que "quieren ganar fama y votos usando a las víctimas
de los delitos". Según Appiolaza, actual asesor de la Municipalidad de
Rosario en temas de seguridad pública, es un buen momento para quienes
"piensan que se pueden dejar de lado los argumentos y transformar el
miedo en votos".
Sobre este y otros temas conversó con Brecha.
domingo, 28 de septiembre de 2014
Hacia una nueva seguridad municipal
Publicado en La Vanguardia.
Por Martín Appiolaza. Se viene el calor. Con él aumenta la cantidad de conflictos violentos y delitos. De la mano llegan los reclamos potenciados por el clima pre electoral. Mal momento para los intendentes: aunque no tienen responsabilidad directa sobre la seguridad, los vecinos igual les apuntan con sus demandas. ¿Qué pueden aportar a la seguridad sin hacer populismo los gobiernos locales?
lunes, 22 de septiembre de 2014
Una seguridad efectiva debe ocuparse de atender a los policías y sus problemas
La tragedia de El Bermejo es otro caso de violencia que involucra a policías. Ante la repetición de casos urge una política integral de seguridad democrática que se ocupe también de las condiciones de trabajo de los policías, formación, economía, carrera, salud, controles y sanciones.
Publicada 22 de septiembre 2014 en MDZol
Martín Appiolaza, Centro de Estudios Seguridad Urbana (UNCuyo), Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia
Cuando los hechos aislados se empeñan en repetirse es porque ya tememos un problema estructural. Los casos de violencia y policías se repiten, denotando el deterioro de las condiciones de salud, laborales, económicas y en algunos casos éticas que les afecta. Los policías son la cara más visible del sistema de seguridad, los casos son el emergente de una crisis (con claros responsables) que merece un abordaje integral.
Cuando en una organización cualquiera los miembros empiezan a mostrar síntomas extendidos de malestar, es porque hay que mirar el funcionamiento de la institución. Según testimonios publicados en la prensa, esto está pasando con los policías de Mendoza. En los últimos meses hemos visto casos de violencia protagonizada por trabajadores policiales contra otras personas o ellos mismos, renuncias y quejas. Según trascendidos, también hay un nivel preocupante de hábitos insalubres en muchos agentes, así como problemas en el ámbito familiar. No hay que estigmatizar ni generalizar, sino reconocer que hay un funcionamiento institucional que está afectando a algunos de sus miembros. Y ocuparse.
Martín Appiolaza, Centro de Estudios Seguridad Urbana (UNCuyo), Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia
Cuando los hechos aislados se empeñan en repetirse es porque ya tememos un problema estructural. Los casos de violencia y policías se repiten, denotando el deterioro de las condiciones de salud, laborales, económicas y en algunos casos éticas que les afecta. Los policías son la cara más visible del sistema de seguridad, los casos son el emergente de una crisis (con claros responsables) que merece un abordaje integral.
Cuando en una organización cualquiera los miembros empiezan a mostrar síntomas extendidos de malestar, es porque hay que mirar el funcionamiento de la institución. Según testimonios publicados en la prensa, esto está pasando con los policías de Mendoza. En los últimos meses hemos visto casos de violencia protagonizada por trabajadores policiales contra otras personas o ellos mismos, renuncias y quejas. Según trascendidos, también hay un nivel preocupante de hábitos insalubres en muchos agentes, así como problemas en el ámbito familiar. No hay que estigmatizar ni generalizar, sino reconocer que hay un funcionamiento institucional que está afectando a algunos de sus miembros. Y ocuparse.
viernes, 29 de agosto de 2014
Aumenta la violencia y el temor
Publicado Diario Los Andes, 29 de agosto de 2014.
Es difícil saberlo sin estadísticas confiables, pero algunos afirman que están aumentando los robos violentos confirmando la ineficacia de las políticas de siempre. Se denuncian menos de la mitad de los casos y de esos, llegan a resolverse cerca de 3 de cada 100. Entre el 2006 y 2012 (el año con más homicidios de la historia mendocina) aumentó un 40% la cantidad de presos (hoy siguió en ascenso). Sin embargo, aunque muchos consiguieron votos publicitándose con leyes más severas, los delitos no han disminuido y la violencia aumentó.
Se necesita información para tener políticas de seguridad serias

La seguridad aparece en las encuestas como la principal preocupación de los argentinos. Responder a esta preocupación debe ser una prioridad del gobierno y también de los candidatos. Pero no se difunden oficialmente las estadísticas criminales desde hace 5 años. Un obstáculo para discutir respuestas con seriedad y que da rienda suelta a los desvarios demagógicos.
Publicado en Diario Los Andes, 28 de agosto de 2014.
Por Martín Appiolaza. En las últimas semanas, las ocurrentes pociones para la seguridad de los candidatos conservadores alimentaron las polémicas periodísticas. Para unos, toda política se resuelve comprando cámaras y autos policiales. Para otros, pasa por tener más policías, comisarías y de paso usar los fondos públicos para publicitarse. Quintaesencia del populismo.
Pero las ocurrencias más preocupantes llegaron desde los niveles más altos del gobierno: vincular a los extranjeros con el aumento de la violencia y el delito. Hubo críticas severas a lo que podría interpretarse como un arrebato xenófobo y también silencios lamentables. El episodio merece algunas reflexiones.
Afirmar que hay bandas de extranjeros que viajan a la Argentina delinquir resultó inquietante. Supongamos que el gobierno tiene información confiable para afirmarlo (al menos así lo aseguraron señalando fuentes de inteligencia criminal). Corresponde que preguntemos sobre el crecimiento del 19% de la participación de los extranjeros en delitos, según se afirmó.
En la niebla
Sin estadísticas públicas es un desafío tratar de entender cómo se construyen esos datos. Las evaluaciones demuestran que el sistema de información criminal argentino es bastante deficiente, pese a los esfuerzos esporádicos por convertirlo en una herramienta confiable. Se nutre de los informes que dan las policías provinciales, que a su vez cuentan los delitos a su manera y con llamativas omisiones (pocos años atrás una provincia norteña declaró que no había tenido homicidios, sin embargo la prensa local había contado más de 80).
viernes, 22 de agosto de 2014
¿Es posible una seguridad progresista?
Nota publicada en La Vanguardia Digital
“El delito perjudica a los pobres y resulta de mucha importancia para ellos y para los débiles, que sufren las consecuencias de los actos ilícitos de los empresarios y de sus compañeros empobrecidos. Los socialistas deben, por lo tanto, ver el delito como uno de los problemas a tratar en primer término. Ningún partido socialista tiene la menor posibilidad de asegurarse el apoyo de los pobres si no tiene una política sobre el delito, una política que reconozca tanto que las raíces del delito se encuentran en las contradicciones del sistema capitalista como que es necesario enfrentarlo sin recurrir al Estado autoritario de los conservadores”,John Lea y Jock Young en ¿Qué hacer con la ley y el orden?, 1984.
Las encuestas muestran que seguridad y violencia están entre las principales preocupaciones de los argentinos. Luz verde para que proliferen ocurrencias espasmódicas para resolver la inseguridad. Como en el cambalache se mezclan castigos más severos, militarizar la formación ciudadana, cárceles sponsoreadas, talleres de formación en oficios, enrejar y filmar espacios públicos, además de recetas de amplio espectro contra el “flagelo de las drogas”. Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Ante la confusión generalizada, surge una pregunta necesaria: ¿cuáles de estas medidas ayudan a tener una sociedad más desigual y violenta? Y por el contrario, lo que nos interesa: ¿qué medidas aportan a una política progresista para la seguridad?
Resulta que las sociedades más igualitarias y democráticas son también las que menos niveles de violencia padecen. Son las que mejor saben gestionar sus conflictos para evitar las injusticias y la violencia. Es sabido: convivimos generando muchas formas de violencia. Algunas de esas violencias son clasificadas por las leyes como delitos para que las resuelvan las policías y la Justicia. Pero en la práctica policías y Justicia sólo se ocupan sólo de algunos delitos.
lunes, 30 de junio de 2014
De cómo conseguir votos usando a las víctimas de delitos y la inseguridad
Por MARTÍN APPIOLAZA
Publicado en La Vanguardia
Si es candidato, quiere ganar de cualquier manera, se apiada de los que prometen una sociedad más justa y solidaria, y está orgulloso de su pragmatismo, entonces usted tiene una gran oportunidad: usar el temor de los electores y el dolor de las víctimas del delito. Aquí encontrará un decálogo de imposturas, medias verdades y falacias grandilocuentes que le podrían arrimar esos preciados votitos que tanto necesita para poder administrar los fondos públicos. Advertencia: no dejar al alcance de los niños.
Los falacias demagógicas deben poner a la ciudadanía y a todo el espectro político en estado de alerta: se trata de un ideario que sostiene sin fundamentos que el aumento del poder de la policía, el incremento de las penas y el encierro masivo son las soluciones a los problemas de inseguridad”, comunicado del Acuerdo por la Seguridad Democrática a propósito de la campaña contra la modernización del Código Penal.
Corren vientos favorables para los cultores de la demagogia penal: aumenta el delito y la inseguridad en la Argentina. Un candidato oportunista que sepa llegar a los corazones proclamándose el defensor de las víctimas y abanderado de los castigos, puede convertir el temor y el dolor en votos a su favor.
Se sabe: aumentar las penas no reduce el delito. Pero para el buen demagogo es la oportunidad de ganar (tiempo); ya llegará el momento de culpar por el fracaso de viejas fórmulas a los pobres, desviados, artistas, académicos, garantistas, progresistas, jueces y parlamentarios dormilones, políticas sociales para la vagancia, policías, defensores de los derechos humanos, la OEA, la ONU, alguna conspiración de Bulgaria y la televisión (excepto el canal del empresario que le promociona).
El populismo penal es una fórmula probada: hace medio siglo que una alianza conservadora viene ganando elecciones en Estados Unidos hablando del delito como el principal problema social. En nombre de la guerra al crimen justifica todo. La seguridad es la principal política social. Los candidatos que mejor encajan con esta idea son sheriff, fiscales, militares o en su defecto, actores de westerns. Estadistas, abstenerse.
Los conservadores locales tratan de probarse el traje de tipos duros y completan el combo del populismo penal con merchandising de la “tolerancia cero”. Un ejemplo argentino: Carlos Ruckauf fue vicepresidente de Carlos Menem y efímero gobernador de Buenos Aires invitando a “meter bala” y pidiendo con poética neorrealista que los presos “se pudran con sus manos agarradas a las rejas oxidadas de la cárcel”. Manso talento para convertir el dolor en odio y la venganza en política pública. Y ni hacerse cargo del aumento del delito que produjeron las políticas neoliberales que defendió.
Pasando en limpio: con un discurso simple de la seguridad, emocional, proponiendo castigos severos, encontrando “malos” para culpar y sumando patrocinadores, el buen demagogo transita por la senda del éxito. Veamos un decálogo de instrucciones frecuentemente útiles para conseguir votos usando a las víctimas de delitos y la inseguridad.
domingo, 18 de mayo de 2014
La kermés de las crisis de seguridad
Algunas ideas a propósito de las "crisis en seguridad" y las respuestas ensayadas, reflejados en Diarios Los Andes del 18 de mayo de 2014.
El combo de ocurrencias que se
promueve como emergencia en seguridad no tiene pies ni cabeza. Hay medidas que
van en direcciones opuestas, que anulan los beneficios que podrían traer las
otras. Es difícil creer que si hay legisladores que aprueban una iniciativa,
luego puedan estar de acuerdo con otra. No hay una idea de política criminal
detrás, trasluce mucha confusión. No hay una comprensión compartida del
problema de la violencia y menos un rumbo claro.
La crisis en seguridad es una
crisis de la política, donde el gobierno no tiene respuestas al problema de la
seguridad. No tiene idea qué pasa, porque en general en la Argentina no hay aún
certezas de por qué aumentó la violencia en los últimos años. Ante la presión
social que amenaza llevarse puesto algunos quioscos, se monta una kermés de
proyectitos legislativos, una cooperativa de artesanos donde costos y
beneficios se pagan entre todos. Todos ganan: legisladores pueden mostrarse,
hay mejoras para trabajadores policiales y la seguridad se abre a la posibilidad
de hacer negocios para seducir empresarios en vísperas de un año electoral.
Además, se demuestra ganas de trabajar en seguridad tratando de que se calmen
los vecinos. Populismo penal, que le dicen.
Pero con un licuado de nabo
con salame no se cura la desnutrición de ideas. Saca el hambre por un rato. Se
gastarán muchos fundos públicos y nuevamente, como tantas otras veces, dentro
de unos meses volveremos a otra crisis. ¿Alguien puede asegurar cuánto bajarán
los asesinatos o los robos a mano armada con alguna o todas las medidas? ¿Vamos
a evaluar si todo esto sirve para mejorar la seguridad o para enfriar la crisis
política? ¿Mediremos el impacto de las nuevas medidas para ver si bajan el
delito, como hacen por ejemplo en Chile? ¿Y si no funcionan, los legisladores
asumirán una responsabilidad civil sobre las medidas que aprueben y el impacto
que tengan? ¿O seguiremos haciendo pruebitas con fondos públicos?
lunes, 27 de enero de 2014
¿Cómo prevenir la violencia en grupos de niños, niñas y jóvenes afectados por la violencia armada?
Publicada por el Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación. Cita:
APPIOLAZA, Martín. 2013. ¿Cómo prevenir la violencia en grupos de niños, niñas y jóvenes afectados por la violencia armada? En Boletín de la Biblioteca del Congreso de la Nación N°. 127. Buenos Aires.
1. Introducción
¿Cómo impacta la violencia y especialmente la violencia agravada por el uso de armas de fuego en niños, niñas y jóvenes? ¿Cómo se conciben las políticas públicas para abordar el problema? ¿Existen políticas de prevención y la única intervención estatal es la persecución penal? ¿Cómo se relacionan los comportamientos de adolescentes y jóvenes con estructuras criminales? ¿La pertenencia a grupos juveniles callejeros, universalmente conocidos como pandillas, es el final de toda posibilidad de abordaje o abre oportunidades para otras transformaciones? ¿Cuál es la situación en algunos países con situaciones críticas? ¿Cómo deberían construirse estrategias para prevenir la violencia en estos grupos altamente victimizados?
El desafío es pensar el fenómeno desde una perspectiva de derechos que se
aleje de los enfoques de control que vienen fracasando, mapear oportunidades de
intervención para prevenir violencia y delito en adolescentes y jóvenes
afectados por la violencia armada e insertos en pandillas y estructuras
criminales. También revisitar investigaciones relevantes y analizar también
algunos casos. Establecer algunos ejes conceptuales desde donde desarrollar
intervenciones y poner en contexto sudamericano.
Un texto referencial es la investigación “Ni guerra, ni paz” de Luke
Dowdney, que estudió pandillas en 12 países con el apoyo de Save the Children y
la International Action Network on Small Arms. Aquel trabajo aportó un
conocimiento sobre el tema y también motorizó una agenda internacional para
ocuparse del fenómeno de los niños y niñas afectados por la violencia armada
organizada. Los fenómenos presentan algunas transformaciones en un contexto de
aceleración en la circulación de mercancías e información, globalización en
aspectos comerciales y culturales.
Nos interesa destacar dos dimensiones de los grupos juveniles afectados por
la violencia:
- Dimensión colectiva: Las pandillas no deben ser vistas sólo como organizaciones para delinquir, enfoque extendido y motorizado tanto por gobiernos como por organizaciones internacionales y no gubernamentales. Los grupos de adolescentes y jóvenes que participan en subculturas delictivas pueden ser la oportunidad para transformarse y que ellos cambien las causas que alentaron sus comportamientos violentos.
- Dimensión individual: el ingreso de adolescentes y jóvenes en estructuras criminales les reserva un rol de alta exposición a la violencia, reproduce las condiciones de privación de derechos y son especialmente señalados por la persecución penal. Pero también los gratifica individualmente o en grupos (pandillas) y esa dimensión debe ser abordada para intentar transformar las condiciones que facilitan la violencia y el delito.
jueves, 6 de junio de 2013
Una seguridad democrática y efectiva contra la violencia y el delito
El tiempo
pasa, los fracasos se suceden y las viejas recetas para la seguridad se
reciclan. Falta una política criminal focalizada en los mercados ilícitos,
funcionarios con capacidad para atrapar a las cúpulas de las estructuras
criminales e instituciones policiales modernizadas.
Por Martín
Appiolaza, Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia
Un fantasma recorre el mundo: la inseguridad. El miedo es una de las principales demandas sociales. El miedo al delito sólo una de sus caras, pero la más visible. Se aparece en sueños a los funcionarios públicos, los asusta con urnas vacías y marchas de vecinos indignados.
Los más audaces le hacen frente intentando despertar: anteponiendo la razón a los instintos de preservación y arriesgándose a reformas profundas. Los más pragmáticos piden a los gritos auxilio para que algún jefe de policías se haga cargo, exorcizando los temores con algún plan salvador. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Y así estamos.
El miedo al delito existe y tiene fundamentos, porque los delitos existen aunque, por lo general, el miedo al delito como los fantasmas, son desmedidos. Las encuestas de victimización son el método más fiable para entender qué delitos se producen, con qué características y cuál es el nivel del temor. Generalmente, el nivel de temor es mucho mayor que la amenaza.
martes, 20 de noviembre de 2012
martes, 31 de julio de 2012
Appiolaza: "Si cumpliéramos con la ley tendríamos cárceles diferentes"
Estamos en
comunicación con Martín Appiolaza, director del Centro de Estudios de Seguridad
Urbana de la UNCuyo.
-Me gustaría
que habláramos del canje de armas, ¿cuál es su opinión?
-Es una de
las medidas necesarias para reducir la violencia armada, una de las medidas que
debe ser complementada con muchas otras.
-¿Cree que
los delincuentes van a entregar las armas, no somos nosotros los que no son
delincuentes los que entregaríamos las armas?
-La verdad yo
no te conozco Raúl, pero no se en qué momento en un ataque de violencia o en
una situación crítica podés también trasgredir la ley, la cuestión es la que la
presencia de un arma puede facilitar y de hecho es mucho más letal que otro
tipo de instrumento a la hora de matar.
-Yo no
tendría un arma, pero si la tuviera a lo mejor yo la entregaría, ¿pero la
entregaría un delincuente?
-No es la
idea, la idea es reducir la disponibilidad de armas en la sociedad para que
haya menos flujo de armas en los mercados ilícitos, para que haya menos flujo
de armas hacia los mercados ilícitos y entonces, ahí si el objetivo último a
largo plazo es que sea mucho más difícil conseguir armas para delinquir.
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