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jueves, 6 de junio de 2013

Una seguridad democrática y efectiva contra la violencia y el delito

El tiempo pasa, los fracasos se suceden y las viejas recetas para la seguridad se reciclan. Falta una política criminal focalizada en los mercados ilícitos, funcionarios con capacidad para atrapar a las cúpulas de las estructuras criminales e instituciones policiales modernizadas.


Por Martín Appiolaza, Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia


Un fantasma recorre el mundo: la inseguridad. El miedo es una de las principales demandas sociales. El miedo al delito sólo una de sus caras, pero la más visible. Se aparece en sueños a los funcionarios públicos, los asusta con urnas vacías y marchas de vecinos indignados. 

Los más audaces le hacen frente intentando despertar: anteponiendo la razón a los instintos de preservación y arriesgándose a reformas profundas. Los más pragmáticos piden a los gritos auxilio para que algún jefe de policías se haga cargo, exorcizando los temores con algún plan salvador. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Y así estamos.

El miedo al delito existe y tiene fundamentos, porque los delitos existen aunque, por lo general, el miedo al delito como los fantasmas, son desmedidos. Las encuestas de victimización son el método más fiable para entender qué delitos se producen, con qué características y cuál es el nivel del temor. Generalmente, el nivel de temor es mucho mayor que la amenaza.
 

martes, 26 de julio de 2011

Mi abuelo era del Tomba y recién ahora lo entiendo


Por Martín Appiolaza. Había una vez un niño que creía que lo importante sólo pasa en Buenos Aires. Como en el fútbol, donde los equipos grandes son porteños. O los artistas de la televisión. Pero descubrió que no es así.

fotografia

Yo tenía unos 8 años. Le pregunté a mi abuelo: “¿de qué equipo sos Aníbal?”. Me dijo que de Godoy Cruz. La respuesta venía con yapa: historias del equipo, del barrio, del bisabuelo, de la bodega Tomba. “Pero de los equipos importantes, de los de Buenos Aires”, le insistí. Me dio una respuesta para tranquilizarme. Desde entonces tuve un equipo “importante, de Buenos Aires”. Ya tenía lo que buscaba, lo que buscamos todos más o menos a esa edad: una identidad.
Pero cuando buscamos una identidad, tratamos de estar del lado de los que respetamos. De los que queremos. Al menos, de los que son exitosos, importantes. Así pensaba de niño y así armé mi tibia identidad futbolera. Me sirvió un tiempo. Tuve un par de camisetas. Y ese equipo con el que me identificaba ganó algunos campeonatos. Pude gastar a los amigos y sentirme del lado de los triunfadores. No es poco para un niño en un país que corre detrás de una pelota (perdón Borges).

martes, 12 de julio de 2011

Mendoza y los costos de convertirse en una "ciudad grande"

Publicada en Diario El Sol, 12 de julio de 2011



¿Por qué hay que prestarle atención a los conflictos? Mendoza ya es una de las 500 ciudades más grandes del mundo. Los conflictos urbanos, la violencia y el delito se vuelven más complejos. Se necesitan nuevas miradas para entenderlos y abordarlos.

Plantaron a la ciudad de Mendoza junto a un río. En el medio de un desierto. Al principio eran 47 vecinos y 2500 indios encomendados (hoy les diríamos esclavos). Creció pero las diferencias sociales se mantuvieron. Fue pueblo. Fue ciudad. En 1861 había 18 mil personas y un terremoto mató a casi la mitad. Pero siguió creciendo. Cien años después ya eran 330 mil. Siempre el mismo río alimentando a una ciudad rodeada por el desierto. Las diferencias sociales continuaron y los conflictos aumentaron. Ahora somos 1.086.000 personas en el Gran Mendoza. La ciudad tira de sisa y los conflictos siguen creciendo.
Mendoza, la ciudad conurbada, entró al grupo de las grandes ciudades del mundo. Pasó la barrera del millón de habitantes según el censo 2010. Gente que vive en la ciudad, que trabaja, que come, que hace la digestión y el amor, que se reproduce y necesita más casas, más trabajo, más escuelas, más comida y más agua. Muchos abandonan el campo y se van a vivir a la ciudad, tratando de satisfacer esas necesidades. Todos viviendo en un espacio ganado al desierto. Todos juntos.
Cada vez más juntos. Es difícil conocer a los vecinos, adivinar cuales son los riesgos y garantizarnos el bienestar. Miramos con más frecuencia a la televisión que a los ojos. Suponemos que nos pueden pasar esas cosas terribles que son noticias. Las peleas de pueblo chico ahora son los conflictos de una gran ciudad. Fuimos aprendiendo a sobrevivir a la violencia política y a la económica salvándonos solos. Nos quedamos solos. La inseguridad es ahora la principal preocupación.