martes, 26 de julio de 2011

Mi abuelo era del Tomba y recién ahora lo entiendo


Por Martín Appiolaza. Había una vez un niño que creía que lo importante sólo pasa en Buenos Aires. Como en el fútbol, donde los equipos grandes son porteños. O los artistas de la televisión. Pero descubrió que no es así.

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Yo tenía unos 8 años. Le pregunté a mi abuelo: “¿de qué equipo sos Aníbal?”. Me dijo que de Godoy Cruz. La respuesta venía con yapa: historias del equipo, del barrio, del bisabuelo, de la bodega Tomba. “Pero de los equipos importantes, de los de Buenos Aires”, le insistí. Me dio una respuesta para tranquilizarme. Desde entonces tuve un equipo “importante, de Buenos Aires”. Ya tenía lo que buscaba, lo que buscamos todos más o menos a esa edad: una identidad.
Pero cuando buscamos una identidad, tratamos de estar del lado de los que respetamos. De los que queremos. Al menos, de los que son exitosos, importantes. Así pensaba de niño y así armé mi tibia identidad futbolera. Me sirvió un tiempo. Tuve un par de camisetas. Y ese equipo con el que me identificaba ganó algunos campeonatos. Pude gastar a los amigos y sentirme del lado de los triunfadores. No es poco para un niño en un país que corre detrás de una pelota (perdón Borges).

martes, 12 de julio de 2011

Mendoza y los costos de convertirse en una "ciudad grande"

Publicada en Diario El Sol, 12 de julio de 2011



¿Por qué hay que prestarle atención a los conflictos? Mendoza ya es una de las 500 ciudades más grandes del mundo. Los conflictos urbanos, la violencia y el delito se vuelven más complejos. Se necesitan nuevas miradas para entenderlos y abordarlos.

Plantaron a la ciudad de Mendoza junto a un río. En el medio de un desierto. Al principio eran 47 vecinos y 2500 indios encomendados (hoy les diríamos esclavos). Creció pero las diferencias sociales se mantuvieron. Fue pueblo. Fue ciudad. En 1861 había 18 mil personas y un terremoto mató a casi la mitad. Pero siguió creciendo. Cien años después ya eran 330 mil. Siempre el mismo río alimentando a una ciudad rodeada por el desierto. Las diferencias sociales continuaron y los conflictos aumentaron. Ahora somos 1.086.000 personas en el Gran Mendoza. La ciudad tira de sisa y los conflictos siguen creciendo.
Mendoza, la ciudad conurbada, entró al grupo de las grandes ciudades del mundo. Pasó la barrera del millón de habitantes según el censo 2010. Gente que vive en la ciudad, que trabaja, que come, que hace la digestión y el amor, que se reproduce y necesita más casas, más trabajo, más escuelas, más comida y más agua. Muchos abandonan el campo y se van a vivir a la ciudad, tratando de satisfacer esas necesidades. Todos viviendo en un espacio ganado al desierto. Todos juntos.
Cada vez más juntos. Es difícil conocer a los vecinos, adivinar cuales son los riesgos y garantizarnos el bienestar. Miramos con más frecuencia a la televisión que a los ojos. Suponemos que nos pueden pasar esas cosas terribles que son noticias. Las peleas de pueblo chico ahora son los conflictos de una gran ciudad. Fuimos aprendiendo a sobrevivir a la violencia política y a la económica salvándonos solos. Nos quedamos solos. La inseguridad es ahora la principal preocupación.

miércoles, 29 de junio de 2011

Las urgencias de la seguridad y la importancia de lo policial




Por Martín Appiolaza El tema de la seguridad ha pasado años entre el menoscabo y el usufructo político. Las nuevas formas de criminalidad piden mayor atención.
Martín Appiolaza*

La seguridad es un tema sensible y la rigidez en las posiciones impide analizar sin prejuicios. La seguridad y la gestión de las instituciones policiales han sido especialmente relegadas en las agendas de los gobiernos considerados progresistas por considerarlas temas de derechas, útiles para controlar a los más vulnerables.

En consecuencia, tienen cierto déficit de propuestas, de cuadros de gestión y, por lo tanto, falta de respuestas hacia una demanda y un derecho social: vivir con los niveles más bajos posibles de violencia.

Se les paran enfrente grupos unidos por convicción, por la necesidad de defender intereses o por diferenciarse para mantener su cuota electoral. En algunos casos estas alianzas mantienen el apoyo a aquellas políticas neoliberales que aumentaron la desigualdad y la violencia. Usan el temor a los delitos como bandera proselitista. La violencia y el delito son presentados como la debilidad de los gobiernos que priorizan las políticas sociales como instrumento de inclusión. Proponen más severidad y control.

martes, 21 de junio de 2011

Insyde en la Sociedad Civil 21: «Jóvenes como actores sociales de cambio»

Insyde presenta «Los jóvenes como actores sociales de cambio: Arte, deporte y políticas como estrategias de prevención de las violencias», documento número 21 de su serie Insyde en la Sociedad Civil, colaboración de Martín Appiolaza, director del Centro de Estudios de Seguridad Urbana de la Universidad Nacional de Cuyo [Argentina].
Martín Appiolaza*
Introducción
Los grupos juveniles violentos son un problema relevante en la agenda de la seguridad ciudadana. Las políticas públicas responden de manera extemporánea y reactiva buscando controlar a grupos y miembros. La mayoría de las prácticas preventivas apuestan a «encausar» a niños, niñas y jóvenes antes de que se vuelvan criminales. Y muchas veces estos abordajes preventivos impulsan la profundización de la violencia.
Avanza, sin embargo, una perspectiva superadora. Niños, niñas y jóvenes no son instancias incompletas de la vida, sino que son sujetos de derechos. El creciente consenso internacional sobre derechos humanos echa raíces y marca lineamientos para nuevas políticas. El abordaje de los grupos juveniles violentos también está siendo alcanzado. La discusión tiende a correrse desde las intervenciones de control hacia garantizar derechos y considerar a las juventudes como actores relevantes del cambio.
La criminología ha acompañado estos debates. Surgen, entonces, estrategias de trabajo con grupos conflictivos que buscan empoderarlos, insertarlos en la dinámica social y política por la conquista de derechos. Para hacerlo, hay que analizar y entender que estos grupos producen una institucionalización en un mundo de privaciones acentuadas y consumo globalizado, expulsión económica y geográfica, revigorización de identidades locales, culturales, políticas, donde los mercados ilícitos quizá aportan una de las pocas posibilidades de inclusión económica. Las bandas o pandillas gratifican a sus miembros, los forman y generan liderazgos.
Trabajar con estos grupos alentándolos a integrarse como ciudadanos en las disputas por el disfrute de derechos, es un aporte a consolidar sociedades inclusivas y más cohesionadas. Arte, deporte y políticas serán propuestas como las herramientas. Pero antes, definamos algunos conceptos: de qué juventud hablamos, de qué violencia y cómo han progresado los estudios sobre los grupos juveniles violentos.


* Coordinador académico del diplomado en Seguridad Democrática, miembro del Consejo Asesor Permanente de la Universidad Nacional de Cuyo y director del Centro de Estudios de Seguridad Urbana de la Universidad Nacional de Cuyo. Miembro del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia (ILSED).

jueves, 9 de junio de 2011

Arte urbano para prevenir la violencia

Publicado en Diario Los Andes, 9 de junio de 2011



Por Martín Appiolaza y Dragón (Alejandro Fernández)

Los jóvenes están en la mira cuando se habla de violencia y por eso se busca controlarlos. También se silencian expresiones culturales que forman ciudadanos, como el hip hop.

Hay grupos de niños, niñas y jóvenes con aspectos, gustos y códigos comunes. Sobresalen sobre la media de la rutina diaria: los hubo petiteros y tangueros, los hay hip hoperos y rolingas. Son las culturas urbanas, comunidades emocionales y de agregación. Son respuestas al modo de construcción de ciudadanía en la sociedad post industrial, que integra a partir de las expectativas de consumo pero excluye ante la evidencia que no todos pueden comprar lo que se les invita a desear.
Es la sociedad bulímica que devora culturalmente pero vomita desde lo económico. La tensión entre deseos y medios disponibles para satisfacerlas (como la educación y el trabajo) genera conductas que pueden ser consideradas transgresoras; tomar atajos que a veces llevan a lo delictivo.
Las culturas urbanas pueden ayudar a satisfacer los deseos de reconocimientos y respeto evitando lo ilícito, aunque a veces son perseguidas y consideradas criminales. Pueden ser una respuesta que facilite la cohesión frente a la bulimia social, creando subjetividades, articulando grupos juveniles capaces de gestionar conflictos y conquistar sus propios derechos. Éste es su gran valor.
Los jóvenes animan las culturas urbanas. La juventud no existe desde siempre ni siempre ha sido igual: es una construcción social que va tomando forma en las disputas entre jóvenes y adultos. Es decir, la juventud no es una creación divina sino el producto de tensiones y luchas por derechos entre grupos sociales diversos. Algunos grupos y culturas urbanas están cargados con estos conflictos que incluso movilizaron a algunos de nuestros próceres y ayudan a los jóvenes a sobreponerse a un orden de lo social en el que generalmente quedan postergados.

El arte del cambio
El hip hop es un movimiento cultural urbano surgido en los entornos segregados de Nueva York en los años '70, que expulsaba hacia la marginalidad geográfica y económica a las comunidades migrantes más pobres y a distintos grupos raciales. Nació en el Bronx cuando ya habían sido asesinados los referentes del movimiento por los derechos de los negros como Martin Luther King y Malcolm X, en medio de una fuerte política gubernamental de control racial y social implementada en nombre de la "seguridad".
Como cuenta Afrika Baambaata, el padrino del hip hop, el movimiento surgió en el contexto de encierro en los guetos con alto nivel de violencia entre los grupos juveniles. Aprendieron de los movimientos por los derechos civiles. Así, se transformó en una herramienta que les permitió resolver las peleas y conflictos sin violencia, reafirmar las identidades y tomar conciencia sobre los problemas de las comunidades. Los jóvenes empujaron los cambios valiéndose del movimiento cultural.
Muchos de los principios que rigen la cultura del hip hop están en la llamada "declaración de paz". Sostiene que: el hip hop representa la conciencia independiente, respeta la vida y se opone a la discriminación de cualquier tipo, respeta las leyes y culturas, apuesta por el auto reconocimiento y la autoestima. Los hip hoperos deben compartir recursos entre ellos. La esencia de la cultura va más allá del entretenimiento, por eso se declara en contra de formas de delitos, violencias y guerras.
El hip hop, como género cultural, está compuesto por cuatro elementos: el break-dance que es el baile; el rap como expresión poética musical; el DJ que genera ritmos y melodías fragmentando y combinando grabaciones musicales y el graffiti, que es la expresión pictórica.
El relato oficial en voz de Baambaata cuenta que los elementos fueron evolucionando en las calles de los barrios bajos, en las fiestas improvisadas en tiempos en que las comunidades estaban sitiadas por las políticas segregacionistas similares a las que se producen en muchas de nuestras ciudades.

Culturas urbanas para prevenir la violencia
El hip hop se ha extendido por el mundo y se ha diversificado: se combinó con otros géneros, se convirtió en negocio discográfico, en movimiento social, en motivo de persecuciones, en símbolo de juventudes, en fenómeno contracultural y a veces en producto de diseño para el mercado que demanda violencia estereotipada. Tiene un aspecto que es muy importante para entender por qué puede contribuir a prevenir la violencia y el delito: el hip hop apuesta a la conciencia social.
Conocer la propia cultura y la situación social en el barrio o la comunidad es un valor importante en la tradición de este movimiento cultural. Pero, además, permite expresarse a través del arte a cualquiera ya que no se necesita más que talento y esfuerzo. Tiene compromiso con el cambio: los niños, niñas y jóvenes artistas demuestran capacidad para organizar eventos, proyectos y se movilizan por causas que van más allá de la diversión.
Resumiendo: el arte urbano permite expresarse al que quiere. Los jóvenes artistas son recompensados en su grupo con reconocimiento y respeto. Se van construyendo como ciudadanos aprendiendo y asumiendo compromisos por solucionar los problemas de sus comunidades y propios; entienden que todo logro es a partir del esfuerzo individual pero en cooperación con otros. Lo pueden decir quienes trabajan con comunidades vulnerables: estos aportes compensan necesidades frecuentes entre los más afectados por la violencia.
El potencial incluyente de la cultura y sus posibilidades para resolver conflictos es una herramienta de transformación en aquellas comunidades más afectadas por la violencia, expresadas a través de las privaciones económicas, la segregación y la violencia institucional. Existen muchas iniciativas que desde el hip hop trabajan para el cambio de esas condiciones de exclusión violenta, apostando a construir una juventud protagonista. Proyectos como el de Fundación Ayara en Bogotá; Afroreggae en Río de Janeiro, Manifesto en Canadá, son buenos ejemplos.

Una historia local
La conversación en un seminario sobre prevención de la violencia juvenil llegó al café de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo originando un documental. "Hip Hop: el 5to elemento" buscó dar visibilidad a los jóvenes artistas urbanos de Mendoza que se desarrollan en barrios pobres, que no son reconocidos adecuadamente por sus talentos y sus obras. El proceso de producción del documental movilizó el compromiso de muchos artistas callejeros y llevó a crear la Cooperativa del Hip Hop: organización cultural que enseña arte y derechos humanos en sus barrios populares como herramientas de transformación social.
Arrancó con fondos de Extensión Universitaria de la UNCuyo para consolidar el grupo, sus conocimientos, organizar talleres comunitarios y hacer incidencia social intentando revertir las prácticas discriminatorias contra niños, niñas y jóvenes. Sumó alianzas con cuatro municipios del Gran Mendoza, la Dirección de Derechos Humanos de Mendoza y el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo.
El movimiento del hip hop en Mendoza tiene dos décadas de vigencia. Ha tenido momentos de alto despliegue y otros de vida latente. Los grupos o crew tienen un fuerte arraigo territorial, con discursos centrados en la denuncia de la injusticia, la representación del barrio pero con dificultades para articular proyectos comunes. Subyace en muchos la esperanza de "triunfar", de convertirse en artistas reconocidos y ganar dinero. Otros adhieren con más énfasis a los principios de la cultura y al compromiso por el cambio social.
El hip hop es una herramienta valiosa para los niños, niñas y jóvenes en la sociedad excluyente. La cultura reflexiona sobre las condiciones de exclusión, contribuye a prevenir la violencia entre los miembros, tiene capacidad de articular y movilizar por el cambio. En la tradición de políticas orientadas a las juventudes, especialmente las que se ocupan de los grupos afectados por la violencia, predomina el enfoque de control.
Es frecuente que los grupos de artistas urbanos sean considerados "sospechosos" y detenidos por las fuerzas de seguridad o expulsadas de los espacios públicos (aunque, como en cualquier grupo no es un santuario). Pero hay posibilidades de cambiar las políticas hacia la juventud. Se puede construir juventudes emancipadas considerándolas personas plenas, con derechos y comprometiéndolos como actores de la mejora de la sociedad.
Esto es posible reconociéndolos y fortaleciéndolos como individuos y como organizaciones con compromisos colectivos, contribuyendo a crear las condiciones para la real inclusión. Así estaremos ayudando a prevenir la violencia y el delito.