lunes, 3 de diciembre de 2012

Entrevista en Radio Nacional sobre conflictividad en barrios de Godoy Cruz

Entrevista con Rodrigo Sepulveda en RadioNacional Mendoza: bandas juveniles. Se focaliza en los jóvenes, no se abordan las estructuras de financiamiento y protección. Utilización para criminalizar y en las disputas políticas empresariales. Reacciones parapoliciales en redes sociales.

 

martes, 20 de noviembre de 2012

Sobre "El Polaquito": pobreza, ilicitud y corrupción policial




Capítulo del libro "Cine y criminalidad organizada. Una mirada multidisciplinaria", de Moira Nakausi y Daniel Soto (editores), editorial Cuarto Propio, 2012 (páginas 353-356)

Por Martín Appiolaza (*)

Buenos Aires. Estación terminal de trenes. Zoom. Gente que va y viene hacia todas las direcciones. Pululan. Itinerarios y trayectorias de vida que se cruzan. Lugar de paso para muchos. Lugar de subsistencia para los personajes: allí se teje la trama que expone los mercados ilícitos y los aparatos de control del Estado como garantes de su preservación. El Polaquito es un niño que sobrevive cantando tangos, pide limosnas, se enamora, intenta ganar su libertad metiéndose en los mercados ilícitos, sueña con proyectarse a través de un hijo y muere atrapado en ese entorno donde negocio y violencia se complementan.
Manuel Castells[1] habla de un cuarto mundo donde millones de personas sobreviven al margen de la economía formal y las leyes. Los personajes de El Polaquito son sus habitantes: salieron de villas miserables, ganan dinero, se reproducen y mueren en esos espacios. La hermana de El Polaquito es prostituta, su padrastro abusador y su madre víctima, trabaja para el Rengo que es proxeneta de niñas en la estación de trenes y también se queda con una parte de lo que recaudan los que piden limosna o venden al paso. Para poder trabajar, el Rengo tiene protección policial: le cobran sobre las ganancias pero le garantizan protección.

ESPACIOS

Los espacios públicos son apropiados y convertidos en mercados que se disputan pequeños grupos organizados apelando al crimen con protección estatal. La explotación económica de los lugares es uno de los tópicos de la película. Las calles y la villa son ámbitos de subsistencia, los comercios dan aprovisionamiento de lo que se desee a través del robo. La terminal de trenes y sus vagones son el refugio.
En una de las escenas, El Polaquito enamorado de Pelu (una joven prostituta explotada por el Rengo) intenta independizarse pidiendo limosnas en una esquina. Alquila una muleta. Pero esa esquina ya tenía “dueños”, un grupo que explotaba a otros niños. Lo amenazan y le rompen la muleta. Entonces roba para poder saldar su deuda. Luego intenta cantar sin pagarle al Rengo, pero la represalia casi lo mata. No se imagina fuera de esa economía informal, sueña con ponerla en beneficio propio y la violencia lo devuelve siempre al lugar de explotado. Estas secuencias marcan la lógica de funcionamiento de lo ilegal.

Entrevista en RadiumNews sobre seguridad en América Latina

jueves, 25 de octubre de 2012

Que no se metan con la Ciclovía y democratización urbana




Cuando la comunidad se apropia de un espacio, los proyectistas urbanos tienen que parar la oreja. Mendoza necesita un sistema de transporte adecuado, pero también espacios de socialización que democraticen las relaciones entre las personas. La gestión urbana debe ser democrática, garantizando la participación para no generar nuevos conflictos y violencia.

Por Martín Appiolaza (*) publicada en mdzol.com el 10 de octubre de 2012

Era un descampado, oscuro y cubierto de yuyos: una metáfora de la agonía del sistema ferroviario (cuando dejó de ser un servicio y pasó a ser un negocio). Le tenía miedo. En mi casa le teníamos miedo. Mis vecinos le tenían miedo. Cruzar de noche se nos hacía una aventura.
Pero un día volvió el Estado a la vieja Estación Benegas: iluminaron, parquizaron, pusieron juegos y pistas para caminar, para andar en bici o patinar. Lo más importante: los vecinos y los que vienen de más lejos (de Maipú, de Luján, de Guaymallén y también de Capital), se sentaron los domingos en el pasto, prepararon el mate, el bizcochuelo y el descampado se convirtió en un lugar de todos. Por eso, que no se metan con la Ciclovía.

Al principio caminábamos por la Ciclovía unos pocos, los que vivíamos más cerca. Pero empezó a llegar gente de más lejos. Mi cuñado venía desde el Trapiche a correr. Mi mamá dejó de ir al Metropolitano y cumplió cada día con la orden médica: 5 kilómetros a paso medio. Mi hijo organizó su cumpleaños en la Ciclovía (a departamento chico buenos son los parques públicos). Siempre envidié a un pibe que se sentaba las siestas a leer bajo un olivo: estuvo una semana con algo de Soriano, después trajo apuntes de clase y se puso a estudiar. Y después vinieron los compañeros y estudiaban en el pasto. Así se pasó el verano. Y los malabaristas. Y los que hacen Tai Chi a las 7 de la mañana.

La cosa se fue mezclando: vecinos y vecinas pitucos ya no temían cruzarse con otros vecinos de barrios populares. Todos compartían el espacio. Porque todos tenemos derecho a la ciudad, el mismo derecho. En una ciudad que el mercado llenó de muros y rejas, donde todos son sospechosos, un espacio social tomado por la gente se vuelve un ámbito de igualdad y cohesión. Cuando hay cohesión disminuye el miedo: todos compartimos y cuidamos un espacio que es de todos. Es nuestro porque todos somos de la misma comunidad.

lunes, 22 de octubre de 2012

(2012) Participación, respeto y compromiso social: condiciones para prevenir la violencia con niños, niñas y jóvenes



“La juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos”
Pierre Bourdieu (La “juventud” no es más que una palabra, 1978)

“La noción de que el trabajo (rutinario y mal pago) proporciona modelos de conducta para los niños de la barrio es inverosímil: es mucho más probable es que haga todavía más atractivos el delito y los mercados ilícitos de drogas”
Jock Young (Crossing the borderline:  Globalization and social exclusion, 2003)

“El reconocimiento de las pandillas como actores sociales es necesario para la democracia (…). Deben ser vistas como (jóvenes) socialmente excluidos del proyecto moderno y no como la hez de la tierra”
John Hagedorn (Gangs in the Late Modernity, 2007)

Martín Appiolaza, UNCuyo, Consultor Save the Children

La propuesta es pensar a los grupos de niños, niñas y jóvenes afectados por la violencia, en la doble condición de víctima y victimarios, como actores capaces de transformar sus prácticas modificando en sus comunidades las causas de la violencia y el delito. El desafío es reconocerlos como sujetos de derechos, gestionar la conflictividad como una oportunidad y apostar por la construcción de ciudadanía. El deporte y las artes son herramientas para el involucramiento social de la infancia y la juventud en proyectos colectivos transformadores.
Primero: ¿Dónde nos paramos para ver el tema de la violencia juvenil?
Enfoquemos. Cuando se habla de violencia juvenil generalmente hacemos un recorte que incluye a jóvenes, varones, de zonas populares urbanas. Incluimos también a niños y niñas involucrados en algunos delitos. Dejamos fuera la vinculación con un entorno violento (entendiendo violencia como aquello que limita posibilidades y deseos de otros). También perdemos de vista que el rol juvenil en las estructuras criminales es siempre en lugares de más riesgo y menos rentabilidad. Problema de perspectivas. Nos que lleva a concentrar el peso de la violencia institucional en el actor más visible y vulnerable de los mercados ilícitos.
La juventud no existe. Existen muchas juventudes dependiendo del momento histórico, de cómo se han configurado las relaciones entre lo viejo y lo joven en el campo social. Lo joven se define también en oposición a lo adulto, en conflicto a un orden establecido que no le es propio y que le reserva un lugar predefinido por lo viejo. Es decir, las juventudes son esencialmente conflictivas porque así se constituyen y cuando criminalizamos ciertos conflictos juveniles por disfuncionales, anormales o desviados, adoptamos una posición en favor de un orden adulto.
El argumento más frecuente de la criminalización es asociar violencia con ciertas juventudes conflictivas. Aquí entramos en otro aspecto: la violencia es una consecuencia de conflictos no gestionados. Para que emerjan expresiones violentas antes tuvieron que existir conflictos que no fueron atendidos y que no fueron abordados oportunamente. Conflictos propios de ciertas juventudes por un lado y la decisión de no considerarlos legítimos, por el otro. Esta negación de las problemáticas de ciertas juventudes entraña un acto de violencia. En la ecuación clásica, no hay emergente violento sin una violencia estructural (negación de derechos) y una violencia cultural (admitir la negación del otro como sujeto de derechos).