viernes, 29 de agosto de 2014

Aumenta la violencia y el temor


Por Martín Appiolaza. En Mendoza terminaremos el 2014 con una cifra record de homicidios, según las estadísticas. La violencia alcanzará el nivel de epidemia en el Gran Mendoza, según los estándares de las Naciones Unidas. Las armas intervienen en la mayoría de los asesinatos. Las principales víctimas son jóvenes, varones, que mueren cerca de sus casas y principalmente los fines de semana. El alcohol es la droga que siempre aparece en estos casos.

Es difícil saberlo sin estadísticas confiables, pero algunos afirman que están aumentando los robos violentos confirmando la ineficacia de las políticas de siempre. Se denuncian menos de la mitad de los casos y de esos, llegan a resolverse cerca de 3 de cada 100. Entre el 2006 y 2012 (el año con más homicidios de la historia mendocina) aumentó un 40% la cantidad de presos (hoy siguió en ascenso). Sin embargo, aunque muchos consiguieron votos publicitándose con leyes más severas, los delitos no han disminuido y la violencia aumentó.

Se necesita información para tener políticas de seguridad serias



La seguridad aparece en las encuestas como la principal preocupación de los argentinos. Responder a esta preocupación debe ser una prioridad del gobierno y también de los candidatos. Pero no se difunden oficialmente las estadísticas criminales desde hace 5 años. Un obstáculo para discutir respuestas con seriedad y que da rienda suelta a los desvarios demagógicos.


Publicado en Diario Los Andes, 28 de agosto de 2014.

Por Martín Appiolaza. En las últimas semanas, las ocurrentes pociones para la seguridad de los candidatos conservadores alimentaron las polémicas periodísticas. Para unos, toda política se resuelve comprando cámaras y autos policiales. Para otros, pasa por tener más policías, comisarías y de paso usar los fondos públicos para publicitarse. Quintaesencia del populismo.

Pero las ocurrencias más preocupantes llegaron desde los niveles más altos del gobierno: vincular a los extranjeros con el aumento de la violencia y el delito. Hubo críticas severas a lo que podría interpretarse como un arrebato xenófobo y también silencios lamentables. El episodio merece algunas reflexiones.

Afirmar que hay bandas de extranjeros que viajan a la Argentina delinquir resultó inquietante. Supongamos que el gobierno tiene información confiable para afirmarlo (al menos así lo aseguraron señalando fuentes de inteligencia criminal). Corresponde que preguntemos sobre el crecimiento del 19% de la participación de los extranjeros en delitos, según se afirmó.

En la niebla

Sin estadísticas públicas es un desafío tratar de entender cómo se construyen esos datos. Las evaluaciones demuestran que el sistema de información criminal argentino es bastante deficiente, pese a los esfuerzos esporádicos por convertirlo en una herramienta confiable. Se nutre de los informes que dan las policías provinciales, que a su vez cuentan los delitos a su manera y con llamativas omisiones (pocos años atrás una provincia norteña declaró que no había tenido homicidios, sin embargo la prensa local había contado más de 80).

viernes, 22 de agosto de 2014

¿Es posible una seguridad progresista?


Nota publicada en La Vanguardia Digital

“El delito perjudica a los pobres y resulta de mucha importancia para ellos y para los débiles, que sufren las consecuencias de los actos ilícitos de los empresarios y de sus compañeros empobrecidos. Los socialistas deben, por lo tanto, ver el delito como uno de los problemas a tratar en primer término. Ningún partido socialista tiene la menor posibilidad de asegurarse el apoyo de los pobres si no tiene una política sobre el delito, una política que reconozca tanto que las raíces del delito se encuentran en las contradicciones del sistema capitalista como que es necesario enfrentarlo sin recurrir al Estado autoritario de los conservadores”,John Lea y Jock Young en ¿Qué hacer con la ley y el orden?, 1984.

Las encuestas muestran que seguridad y violencia están entre las principales preocupaciones de los argentinos. Luz verde para que proliferen ocurrencias espasmódicas para resolver la inseguridad. Como en el cambalache se mezclan castigos más severos, militarizar la formación ciudadana, cárceles sponsoreadas, talleres de formación en oficios, enrejar y filmar espacios públicos, además de recetas de amplio espectro contra el “flagelo de las drogas”. Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Ante la confusión generalizada, surge una pregunta necesaria: ¿cuáles de estas medidas ayudan a tener una sociedad más desigual y violenta? Y por el contrario, lo que nos interesa: ¿qué medidas aportan a una política progresista para la seguridad?

Resulta que las sociedades más igualitarias y democráticas son también las que menos niveles de violencia padecen. Son las que mejor saben gestionar sus conflictos para evitar las injusticias y la violencia. Es sabido: convivimos generando muchas formas de violencia. Algunas de esas violencias son clasificadas por las leyes como delitos para que las resuelvan las policías y la Justicia. Pero en la práctica policías y Justicia sólo se ocupan sólo de algunos delitos.

miércoles, 30 de julio de 2014

Entrevista sobre prevención de la violencia armada



En la sede de la Policía comunitaria ubicada en López y Planes y Ecuador, ayer un especialista en temas de Seguridad, Martín Appiolaza, brindó una charla sobre desarme y no violencia. Participarán instituciones, vecinos de Barranquitas y alumnos de la escuela Lourdes.

lunes, 30 de junio de 2014

De cómo conseguir votos usando a las víctimas de delitos y la inseguridad

Por MARTÍN APPIOLAZA
Publicado en La Vanguardia

 Si es candidato, quiere ganar de cualquier manera, se apiada de los que prometen una sociedad más justa y solidaria, y está orgulloso de su pragmatismo, entonces usted tiene una gran oportunidad: usar el temor de los electores y el dolor de las víctimas del delito. Aquí encontrará un decálogo de imposturas, medias verdades y falacias grandilocuentes que le podrían arrimar esos preciados votitos que tanto necesita para poder administrar los fondos públicos. Advertencia: no dejar al alcance de los niños.


Los falacias demagógicas deben poner a la ciudadanía y a todo el espectro político en estado de alerta: se trata de un ideario que sostiene sin fundamentos que el aumento del poder de la policía, el incremento de las penas y el encierro masivo son las soluciones a los problemas de inseguridad”, comunicado  del Acuerdo por la Seguridad Democrática a propósito de la campaña contra la modernización del Código Penal.


Corren vientos favorables para los cultores de la demagogia penal: aumenta el delito y la inseguridad en la Argentina. Un candidato oportunista que sepa llegar a los corazones proclamándose el defensor de las víctimas y abanderado de los castigos, puede convertir el temor y el dolor en votos a su favor.

Se sabe: aumentar las penas no reduce el delito. Pero para el buen demagogo es la oportunidad de ganar (tiempo); ya llegará el momento de culpar por el fracaso de viejas fórmulas a los pobres, desviados, artistas, académicos, garantistas, progresistas, jueces y parlamentarios dormilones, políticas sociales para la vagancia, policías, defensores de los derechos humanos, la OEA, la ONU, alguna conspiración de Bulgaria y la televisión (excepto el canal del empresario que le promociona).

El populismo penal es una fórmula probada: hace medio siglo que una alianza conservadora viene ganando elecciones en Estados Unidos hablando del delito como el principal problema social. En nombre de la guerra al crimen justifica todo. La seguridad es la principal política social. Los candidatos que mejor encajan con esta idea son sheriff, fiscales, militares o en su defecto, actores de westerns. Estadistas, abstenerse.

Los conservadores locales tratan de probarse el traje de tipos duros y completan el combo del populismo penal con merchandising de la “tolerancia cero”. Un ejemplo argentino: Carlos Ruckauf fue vicepresidente de Carlos Menem y efímero gobernador de Buenos Aires invitando a “meter bala” y pidiendo con poética neorrealista que los presos “se pudran con sus manos agarradas a las rejas oxidadas de la cárcel”. Manso talento para convertir el dolor en odio y la venganza en política pública. Y ni hacerse cargo del aumento del delito que produjeron las políticas neoliberales que defendió.

Pasando en limpio: con un discurso simple de la seguridad, emocional, proponiendo castigos severos, encontrando “malos” para culpar y sumando patrocinadores, el buen demagogo transita por la senda del éxito. Veamos un decálogo de instrucciones frecuentemente útiles para conseguir votos usando a las víctimas de delitos y la inseguridad.